El mejor momento para hacer una reforma fiscal que requiere el país es cuando nos ahorra el costo de una crisis
En el escenario de la conferencia ofrecida este lunes por Ricardo Penfold, con el auspicio de las consultoras Ecomod y Mediáticos, se encendió una luz amarilla para alertarnos de que pudiera estar llegando el momento en que posponer por mucho tiempo la reforma tributaria (o reforma fiscal, más propiamente escrito) pudiera resultar para el país mucho más caro y doloroso que hacerla lo más pronto posible.
Apoyado en sus competencias (ha sido líder en análisis macro en Goldman Sachs Asset Management y economista Jefe en Santander Investment en Caracas), Penfold explicaba que el nivel alcanzado por la deuda pública del país, equivalente al 63% del PIB, es ya preocupante, y que también es muy alto el porcentaje de los ingresos públicos que se destinan a honrarla (20%).
Pero la necesidad de la reforma fiscal puede verse de una manera más simple, observando cómo el Estado dominicano ha perdido, a niveles asombrosos, la capacidad para financiar el gasto de capital y cómo se está viendo obligado a endeudarse para financiar urgencias.
Cuando se llega a este punto se impone, si no poner un alto al endeudamiento, sí reducir drásticamente la velocidad de su crecimiento para evitar que el país se estrelle contra la pared que protege a la economía de la inestabilidad.
Para lograrlo solo hay un camino: la reforma fiscal responsable. Las otras vías conducen a la generación de más pobreza.
Dificultades momentáneas que pueda enfrentar la economía ya no deben ser una excusa válida para dar un paso hacia adelante.
La experiencia dominicana así lo confirma. Después de una espiral inflacionaria, el país hizo una reforma en 1992 que le abrió la puerta para entrar a un largo período de estabilidad y crecimiento económico, y lo mismo ocurrió con los aumentos de impuestos de 2003 y la reforma tributaria de 2004, tras una dolorosa crisis bancaria.
El mejor momento para hacer una reforma es cuando nos ahorra el costo de una crisis.