Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos. Jorge Luis Borges.
Luciérnagas sobre las aguas del Higuamo, un poema de luz pluvial salvaje que nadie podría olvidar. En la recurrencia del sueño ondulado y azul, desfilan con alegría de extravaganza nombres y amigos que no volverán, no importa que sus gigantes sonrisas de marfiles encantados sean un jocoso hechizo para volver a la vida y más allá.
¿Dónde estás Federico Clark, lúdico insigne con tu larga sonrisa de faro nervioso por la hora y los barcos?
Balay era la fábrica que tenía mucha gente de Miramar y cuando la benemérita sirena anunciaba el mediodía, la calle Presidente Jiménez, columna vertebral urbana entre la Arena y Miramar, un caudal de gente regresaba a sus hogares, entre el polvo de las calles y los coches con recio olor a estiércol puro, regalito de los caballos, en su acompasada trayectoria rutera, de jamelgo desnutrido y soñoliento.
Eran obreros sin mucha conciencia de serlo, pero había una mirada de dignidad y fatiga de los siglos, artesanos del corazón en pleno sol incandescente, había terminado otra jornada y el fuerte olor a jabón de cara sucia cómpralo, llegaba a las puertas de estos hombres y mujeres que finalizaban su tiempo laboral, esperando de nuevo el alba, como un péndulo asesino de pestañas y bostezos.
Se sospecha que alguna vez estuvo en ese pelotón humano del mediodía Federico Clark, espigado, de caminar rítmico, medio chonchil, que le valdría con el tiempo y las bromas de barrio, el alias de El Puerco.
Pero en sus formas, su imaginario alegre y retozón, nada de parecerse a cuadrúpedo alguno, porque además Federico Clark era esbelto y tenía los ojos tirando a miel y nada resolvía sin una amplia sonrisa de universo.
Vagaban las luces pluviales, en el aire casi la oscura tarde, como mirando hacia Punta Garza, aquel lugar de las uvitas («las uvitas me voy, son de la playita»), el sol opacaba su discreta melodía, brillo y siluetas, para otra tarde de manto oscuro, porque de pronto llega la noche.
Alguien se perfumaba tanto, que el olfato clamaba suicido involuntario, el perfume convertido en Agua de Florida de Murruay & Lanma, Clark pensaba que, al untársela, cumplía con el rigor prometido por los antiguos anunciantes: «Colonia con aroma relajante, para el cuerpo y el espíritu. Elaborada a base de ambar, almizcle y benjui»…
Cuando Federico Clark salía a la calle, se sospechaba que Murray le decía a Lanma: «Ahí va nuestro hombre el filo del olor, rompiendo narices, orgulloso de nuestras aguas, torbellino de fragancias, demoledor»…
Sus pasos se dirigían hacia la avenida Domínguez Charro esquina Elías Camarena, apenas a unos pasos de la Gobernación Provincial, desde lejos la voz de Chubby Checker saltaba los balcones del Hotel del Mar, situado justo en las convergencias de las calles nombradas.
La noche anterior, el Ferry Boat de fiestas sobre las aguas, estaba surto sobre el río Higuamo, pero en el Hotel del Mar, no sería lo mismo: entraba una brisa de yodo inmenso y era posible bailar con la camisa desabotonada, no de modo muy exagerado, pero, en fin, no era tan sofisticado como el Ferry Boat incrustado desde hacía mucho, en la piel más leve del río.
La noche franca, administrando lunas gigantes, incitaba a un bailongo frenético, como si la torsión tuviera un nombre mejor: El Twist. 1961. A Federico Clark le importaba un carajo que en el rostro de J. Fitzgerald Kennedy la sonrisa pareciera un discreto jardín del Estado, cuando todavía la tragedia de Camelot apenas se miraba en la bola de cristal…A Federico Clark, nada le importaba, pero nada, solo el twist.
Entonces, en medio de la segunda planta del Hotel Miramar se escuchó rugir el Lets Twist Again.
Entre luces mortecinas, Federico Clark bailaba como si se jugara su destino final, afuera Chubby Checker cantaba fenomenal. Federico se quitaba la camisa y libre su torso giraba en los tacos a una velocidad cósmica.
Come on, everybody
Clap your hands
All you lookin’ good
I’m gonna sing my song
It won’t take long
We´re gonna do the twist
And It goes like this:
Vamos, todos aplaudan
Todos se ven bien hoy
Cantaré mi canción
No tomará mucho tiempo
Bailaremos el twist
Y se baila así:
El que baila, cuando gira el cuerpo, es una estrella llena de luz en la búsqueda de una órbita desconocida.
¿Dónde estabas luego Federico Clark, qué hiciste de tantos sueños pluviales, de tu Chubby Checker, de tus pasos como zancadas, la mordedura de vasos cerveceros, los saltos por encima de la voz de Chubby Checker?
¿Dónde estás Federico Clark, lúdico insigne con tu larga sonrisa de faro nervioso por la hora y los barcos?
Federico Clark, más allá de una larga cadena para siempre, todo esto parte de tu pasado, que la cárcel no te arrebatará… (CFE)