Cuando el arte dice, tibia de ternura el alma

Cuando el arte dice, tibia de ternura el alma

Leonardo da Vinci. Foto: Archivo.

El Arte, palabra cierta, verdad plena de presagios, libre expresión de la mente, prisionera del sentir más profundo de los latidos del alma, de la sentida congoja que vaga y lastima los quehaceres extraños del pensamiento

Paloma blanca y frágil de alto vuelo, mensajera de ilusiones, encomienda de fino canto de amor, tristeza, alegría, pena, angustia, tierno mensaje del más hermoso sueño; así es el Arte, encantado eslabón de la belleza.

Cuando el arte dice, se anida en el alma todo el encanto de la terneza y la inquieta sensación del más profundo deseo de amar y de llorar, de volar, de cantar, de existir.

El arte, sendero amplio y promisorio donde transitan en coloquial abrazo los más puros sentimientos del alma, el más caro deseo de sentir, la más hermosa visión de la belleza y ese raro padecer del espíritu.

En una reunión amistosa sostenida entre Miguel Ángel, Leonardo y Rafael, donde por supuesto se plantearon asuntos concernientes al arte, sobre su origen y su definición, se expusieron criterios diversos sobre el mismo y nunca llegaron a un acuerdo de qué realmente era el arte.

Al final Rafael dejó como premisa verdadera su definición. Él dijo: “No sé exactamente lo que es, pero sí sé que es algo extraño que se siente en la mente”; hasta aquí sus palabras.

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Extraño, porque solo es privilegio de algunos; los elegidos por la vida. Extraño porque concierne al alma, al espíritu, al pensamiento y es un acto de la vocación, confuso, rebelde, simple, poético, crítico, delator, desgarrador. Su origen es un girón de piedad o de entrañable amor del más puro sentimiento.

El arte, en su decir, estremece la razón, cautiva el alma, alienta los mejores deseos, conforma la tristeza, embriaga la existencia, es bálsamo de paz, de inquietud, es el rincón donde reposan la belleza, la ternura, el amor y el más cálido sentir.

El arte, por sus características formales y estéticas, es variante en su manera de expresarse. Presenta disímiles aristas que lo definen.

La sociedad, la política y las ideas que priman en determinado proceso histórico, son estímulos que inciden en el quehacer creativo del arte. Ejemplo es, de artistas que profesan determinada ideología progresista de marcado interés revolucionario, impregnan su obra de matices formales y de fondo, el sentir de su posición ideológica ante su conglomerado social.

La estética que define estas obras de arte nos habla de una clara y precisa idea de que ese sentir incierto y verdadero que es el arte en su trayecto por los confines del espíritu creativo del artista, que ese extraño sentir de la mente se imprime de un acto de conciencia que convierte su aventura en el más interesado y lógico mensaje, explícito, armónico y de una hermosa poesía.

Gótico, Renacentista o la gran pintura mural mexicana, llevan en sus entrañas ese mismo sentir propio de cada etapa de la historia de la humanidad y del arte.

El arte es un coloquio de sueños atisbando a lo lejos, ilusión que va y viene, viaje placentero, infinito sentir, comensal de por vida de exquisita fragancia, asidero de ideas; las más nobles, las más bellas.
Arte: pasajero del mundo positivo, mensaje del hombre a los confines del universo. Compañero inseparable de excelsa virtud de los intelectuales, del obrero, del profano, del hombre común; asidero encantado de los hombres sensibles, espíritu aventurero que toca con su tierna manera el más preciado rescoldo de la existencia, morada de locura, canto virginal, inspirado poema, aroma de violetas, carmín de los deseos, el cantar de los cielos infinitos. Voz firme, cargada a veces de tristes penurias, de amarga nostalgia, otras de alegre palpitar, de luz y consuelo, además, de oscuros augurios, del dolor del alma y la más de las veces, gestor de auroras olvidando la noche.

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Esperanza, amor y alegrías; sus caros encargos, quehacer serio y bronco, descuidado o formal, el arte; estímulo de la conciencia, del espíritu, del pensamiento, de la mente, de los grandes deseos.

¿Acaso el arte no es candor que azota las entrañas, convulso malestar que estremece los encantos de la vida; huella que dice de andares del alma, destino y final de una hermosa jornada? Hacer arte es llenar el mundo de íntimo silencio y de loca algarabía.

Arte: mágico festín de los bienaventurados, luminosa fiesta de alegría y de colores, himno de los bien queridos, lugar donde se esconde la felicidad, el sufrimiento y la ternura. Arte, sublime recurso para allí vivir y morir.

Los artistas, seres ennoblecidos por el destino, caminantes sin caminos, dentro y lejos del mundo, poseen esa gran virtud de convertir en sueños lo vivido y novelar la armonía que lo seduce en su crisol, donde tibia sus más gratos quehaceres.

Cuando hablamos de arte, estamos en confidencia con el más sublime acto del hombre. Hablamos de la mayor estatura que el ser humano alcanza, el estado ingrávido que medita paz y cordura, guerra y locura. Sublime estado de casi no pertenecer al reino de este mundo, de transitar en la vorágine de la apasionada intención, tránsito angustioso, añorando, deseando, anhelando el hecho mágico de la creación.

Es la gran misión, tortuosa y aguerrida que la vida ha deparado al artista consecuente y atrevido que día tras día nos regala su pensar, su sentir, nos regala su arte.

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