El lunes 12 de febrero de este año se cumplieron cuarenta años de la partida de Julio Cortázar de este mundo; sin embargo, La Maga sigue viva, desafiando el tiempo con su figura esbelta que va y viene, que se inclina sobre el agua o que cruza una calle parisina como si fuera lo más natural del mundo. A veces, sube las escaleras de un puente y se encuentra con Horacio Oliveira, que la mira con una sonrisa de sorpresa y de resignación, sabiendo que ella es el antídoto contra su egocentrismo crónico.
Julio Cortázar nació en Bélgica, pero era argentino de corazón. Fue uno de los protagonistas del “Boom latinoamericano”, esa explosión literaria que cautivó al mundo y que aún hoy conserva su magia poética, surrealista y lúdica. Cortázar marcó a varias generaciones de lectores y escritores, que encontraron en su obra una fuente de inspiración y de desafío.
El académico argentino José Luis de Diego cuenta en su libro “Cortázar y sus editores” que cuando uno de los directores de Editorial Sudamericana decidió publicar “Bestiario” por afecto personal, el propio Cortázar se burló del poco interés que generó el libro. (…) Mientras tanto, (Julio) solo tenía una obsesión: irse a Europa y seguir escribiendo. Como todos saben, el mismo año que se publica Bestiario, Cortázar se instala en París, y allí comienza otra historia.
“Bestiario” pasó desapercibido al principio, sin lectores ni críticos que lo apreciaran. Pero con el tiempo, despertó la curiosidad de los nuevos lectores y de los jóvenes escritores que seguían a Cortázar. Ellos descubrieron que con elementos fantásticos que alteraban la realidad cotidiana, se podía crear una nueva forma de contar historias breves.
Los cuentos que hoy son clásicos llegaron con su segundo libro “Final del juego”, publicado en 1956. Este conjunto reúne 18 cuentos, con relatos que siguen vigentes y se leen con pasión, como “Continuidad de los parques”, una joya del género fantástico, o “El móvil” y “Los venenos”, ambos de cortes policiales.
En 1959 Publica Las armas secretas, que incluye el cuento largo El perseguidor. Este cuento supone un salto en la forma y en el fondo en la narrativa de Cortázar, que merece una consideración en particular al tratarse de un personaje de la vida real, Charlie Parker, un músico y hombre dual, esencialmente conflictivo en su mundo alcohólico y músico delirante que Cortázar nos entrega en una historia subvertida en la vida un tal saxofonista llamado Johnny Carter, El perseguidor, que al decir de Elia Tabuenca, filóloga hispánica, “se mueve entre la lucidez y la locura con reflexiones metafísicas que invitan al lector a pensar y a interrogarse verdades a las que, muchas veces, ni siquiera prestamos atención”.
La narración de El perseguidor vibra con el ritmo “jazzeante” que emana del jazz en los cen,tros de Nueva Orleans, donde nació esta música original de los músicos y clubes de Greenwich Village y Harlem en Nueva York, donde la improvisación y las emociones son el alma de la música, de los músicos y de los bailarines.
Solo un Cortázar enamorado del jazz y de los jazzistas podía escribir este cuento, dando origen al «jazz literario» que ha inspirado a generaciones de escritores de este “género”, entre los dominicanos se destaca al narrador René Rodríguez Soriano, cortaciano y jazzista que dejó su huella en su literatura.
Publicada en 1962, “Historias de cronopios y de famas” sigue la línea surrealista de anteriores cuentos cortos, pero cambia el uso del lenguaje. A diferencia de “Rayuela”, que tiene una poética subliminal y onírica, “cronopios y de famas” apuesta por un lenguaje antiliterario, donde la ironía y el sarcasmo tienen un tono filosófico y un encanto sencillo que seduce a los lectores.
El gran hito fue “Rayuela”, en 1963, novela que tiene un pie en ese París donde Horacio Oliveira, los áticos, las noches largas, el vino, los cigarrillos, el jazz, Dizzy Gillespie, la pintura y los amigos exiliados y desterrados de países increíbles vagaban por calles, puentes, galerías y restaurantes modestos donde Oliveira “Se sentía muy bien, como siempre que la Maga y él habían logrado terminar un encuentro sin chocar ni exasperarse”. Y el otro pie en ese Buenos Aires del “Cielito del café, cielito lindo. La calle, después, era como un destierro, siempre, el ángel con la espada de fuego dirigiendo el tráfico en Corrientes y San Martín”. Y la intimidad de los Traveler del otro lado del océano, y de Gregorovius siempre suspirando y espiando a la Maga, que “Siempre ha sufrido. Es muy alegre, adora el amarillo, su pájaro es el mirlo, su hora la noche, su puente el Pont des Arts”.
Quizá no sea tan frecuente que se explore la dimensión poética de Cortázar, como en “Los reyes”, drama en verso, donde el poeta retrocede hasta la eternidad de los dioses griegos, donde nunca faltan la ironía y el humor como revelación o milagro del alma y del verbo para crear y deshacer las armonías que componen y dan sentido al texto poético con la transparencia de Julio:
Dice Ariadna:
Estamos de este lado de esas piedras. Como la pared
del pecho entre el negro corazón y el albo sol, el muro del
arquitecto segmenta nuestros mundos. Un horror solitario y
astuto cohíbe mis pasos. Puedo pensar en el jardín central,
en el huésped bicorne. Mi corazón desfallece, renuncia al
enigma. ¡Saber, sueño meridiano! Acceder, con?rmar. Y en
el borde mismo retrocedo como una ola sucia de arena, me
repliego a mi confusa ignorancia donde bate la delicia del
horror, la esperanza renovada!
Y agrega:
¡Oh libertad! La entrada es lisa. Cuántas veces he llegado
al punto en que la galería principia a girar, a proponer el
engaño sutilísimo.
Teseo, al ver a Ariadna, siente una llama que lo envuelve y la abraza en su deseo y su destino, y le dice:
¡Oh armonía presente, instauración feliz de lo continuo!
Lazos aéreos ciñen su doble fuga, y de su relación sutil adviene
mi alegría. Serénate y apacigua tanto tráfico oscuro mirando
lo que dura, sostenido y claro, en su ritmo meridiano.
Además de vivir y amar la intensidad de la vida en París en los “60, especialmente el clima del Mayo francés de 1968 y de la cadena de protestas estudiantiles y sindicales que se dieron en Francia, y sobre todo en París, durante los meses de mayo y junio de ese año, Julio Cortázar se alineó con el socialismo en pleno auge de la Revolución Cubana y, antes de 1979, respaldó al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), que consiguió derribar la tiranía de Anastasio Somoza Debayle y gobernó Nicaragua entre 1979 y 1990.
Cortázar se unió en matrimonio con tres grandes mujeres: la argentina Aurora Bernárdez, traductora, la lituana Ugné Karvelis, activista política que lo empujó hacia el compromiso político, y Carol Dunlop, fotógrafa canadiense.
Julio Cortázar falleció en su hogar de París, en soledad, el 12 de febrero de 1984, a los 69 años. Había nacido el 26 de agosto de 1914.