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Pocas veces, una institución cultural reúne tantos testimonios de agrado, y además genera el compromiso deliberado de volver a disfrutar sus múltiples atractivos. Casi siempre la gente se refiere al “Centro Taíno” en estas dos palabras, una locución simple y espontánea para “Centro Cultural Taíno Casa del Cordón”.
Ese sitial, ubicado en el corazón de la ciudad histórica, requiere varias visitas, y quienes escriben las necesitan para transmitir todos sus atractivos: lo prehispánico por la magnífica muestra arqueológica que presenta, lo secular por su edificio, la Casa del Cordón – joya de la arquitectura colonial temprana-, lo contemporáneo por una remodelación exquisita, abarcando la estética -aquí la belleza provoca emoción- y la preocupación social –¡que todos, sin exclusión física alguna, tengan acceso a esta “oferta” de arte, pasado y presente!
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Muchos de nosotros conocían la Casa del Cordón – ya vinculada con el Banco Popular Dominicano-, y disfrutábamos allí exposiciones de arte dominicano, principalmente pinturas. Con motivo de una exposición de Guillo Pérez, quisimos ver, personalmente, otras obras del maestro, conservadas en el magno local del Banco Popular Dominicano.
El proverbial Don Justo Liberato, siempre vivo en nuestra memoria y entonces encargado de la colección de arte, nos las enseñó hasta en el depósito. Quedamos muy impresionados por su cantidad y calidad, ¡descubrimos más, siempre más, o sea una ya increíble colección! El Banco Popular Dominicano, entidad bancaria especial que tomaba en cuenta la situación y los ahorros de sus clientes, compraba arte dominicano e iba contribuyendo activamente a la vida cultural.
Probablemente, la colección suma hoy unas 1,500 piezas o más, y, entre ellas, cientos de obras maestras. Excelente iniciativa ha sido solicitar a María Elena Ditrén, experta en gestión e historia del arte, que hiciera una selección entre los maestros dominicanos de la modernidad artística, y la expusiera, cual una primicia por su categoría, en la gran sala especial del Centro Cultural Taino.
Así le hizo, y excelentemente: 24 obras –pinturas en “abrumadora” mayoría – una por artista, enseñan, gracias a una primera e ilustrativa curaduría, el admirable arte moderno nacional, jamás superado.
“Maestros de las Artes Visuales”
Una selección de pintura, dibujo, escultura, que tenemos la dicha de ver en su realidad y riqueza, motiva nuestra sensibilidad y sorpresa: también por su misma complejidad se trata de un reto. No dudamos de que lo haya sido para la organización y la museografía de estos “tesoros artísticos” (una calificación de Danilo de los Santos).
Siendo tal vez la más famosa pintura dominicana y su fecha iniciando el siglo XX, “El Retrato del Moro” por Arturo Grullón (1869-1942), premiada en París, encabeza el conjunto, colocada de una manera especial que destaca su singularidad exótica y su maestría neo-romántica en una época que glorificaba la colonización.
Es un privilegio contemplar una obra… que (ad) mirábamos impresa. Inmediatamente después, y visible desde la entrada a la sala, está el magnífico retrato imaginario de una diva antillana, pintado por Jorge Severino (1935-2020), “La dama del collar”, flameante en su color y luminosidad.
Consideramos una óptima decisión, la de no haber colocado con excepción de “El moro”, los cuadros cronológicamente. Nos permite observarlos, tanto en sus atractivos individuales como en un conjunto y unidad de nivel impresionante. Luego, esta opción ha favorecido la museografía. Un montaje relevante, “cualitativo” y equivalente, contribuye a la fascinación. Y esto era otro reto.
Nos referimos a dos cuadros que nos impresionaron particularmente, pero prácticamente todas las obras, elegidas para la exposición -pinturas en gran mayoría, dibujos y esculturas, se destacan, respectivamente ejemplares y representativas de cada artista en su apogeo, ejemplo de un temprano reconocimiento, o de un período insólito.
En este último caso, está la pintura de Jaime Colson (1901-1975), “Bonjour Misié Colson” de su llamado período haitiano en el umbral del 1960. Aunque no pocos “fanes” del maestro trashumante prefieren sus desnudos expertos y apasionados, esta vertiente humorística y traviesa nos parece única… hasta en el arte dominicano.
Coda
Hace falta señalar, desde el primer comentario de esta sobresaliente colectiva, que, de los grandes artistas expuestos, solamente tres entre los 24 siguen junto a nosotros: José Cestero (1937) y Elsa Núñez (1943) en Santo Domingo, Ada Balcácer (1930) en Miami. Si Ada Balcácer y José Cestero están más entregados a su vida interior que a generar nuevas obras maestras, Elsa Núñez está en plena actividad, y su obra abierta ha generado una abstracción increíblemente evocadora, tanto como su figuración. (Continuará)