El mar también tiene sus mecanismos de retaliación. Firme e invariable, termina sacando a flote la basura.
Rodeada de mares que una vez fueron muy productivos y limpios, República Dominicana vive los efectos de prácticas pesqueras poco sostenibles.
La escasez de peces y de otros alimentos marinos hace que los pescadores y sus artes de pesca tengan que reinventarse, casi siempre para ir más lejos de la costa y a mayores profundidades, poniendo en riesgo su salud e incluso sus vidas.
El mar es inmenso, y los procesos que dan perpetuidad a la vida marina continúan ocurriendo: proteger las áreas que sirven como refugio de vida silvestre; respetar las vedas de aquellas especies de importancia ecológica y comercial; aplicar estrategias que contribuyan a la existencia de nuevas generaciones de peces y mariscos y dar un respiro a esa naturaleza que siempre ha sabido regenerarse.
Pequeñas barcas sobre las olas
El Consejo Dominicano de Pesca y Acuicultura (CODEPESCA), la Oficina Nacional de Estadística (ONE) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) desarrollaron en 2019 el Primer Censo Nacional Pesquero recogiendo las informaciones más relevantes de la actividad, elevando prácticas, herramientas y técnicas utilizadas por los pescadores y dueños de embarcaciones.
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Tomando como base los resultados de este primer censo pesquero, y con la finalidad de dimensionar la cantidad de pescadores con secuelas de discapacidad por la enfermedad de descompresión, la Fundación Reef Check República Dominicana levantó un nuevo informe con el auspicio del programa de inclusión de personas con discapacidad, de la Asociación Popular de Ahorros y Préstamos (APAP).
Doctor en biología y presidente de Reef Check, Rubén Torres; y José Alejandro Álvarez, fotógrafo submarino, acompañaron a pescadores de las provincias costeras para estudiar y documentar sus experiencias de pesca utilizando el buceo con aire comprimido.
“Este primer informe pone el foco en las personas con discapacidad en la actividad pesquera y tendrá un uso fundamental para la evaluación, conceptualización, desarrollo y establecimiento de programas orientados a la organización del sector pesquero mediante la promoción y adopción de buenas prácticas que garanticen la sostenibilidad del ecosistema marino y aseguren la calidad de vida de las comunidades costeras”, apunta Torres.
Multiplicar los peces y el pan
Aunque la pesca constituye un importante sustento económico para las comunidades costeras, los altos niveles de acidez y temperatura en el mar generados por el cambio climático, los ascendentes niveles de residuos y contaminación arrojados en zonas marinas, la sobreexplotación de los recursos, así como la falta de conocimiento y el continuo uso de malas prácticas asociadas a la pesca y el buceo, han generado un evidente detrimento del ecosistema marino en República Dominicana.
El uso de compresores en la pesca artesanal es, según el estudio, la práctica con mayor impacto negativo en las zonas costeras, tanto para la salud de los pescadores como para el ecosistema marino.
Las provincias costeras que presentan mayor presión pesquera con el uso de compresores son Samaná, Puerto Plata y Pedernales. El informe muestra los resultados en Puerto plata: de 2,653 pescadores encuestados, 331 utilizan compresores y solo 71 bucean cumpliendo con los debidos requisitos de seguridad.
De los 3,408 pescadores entrevistados en Samaná, 136 utilizan compresores y solo 29 bucean con tanque. De los 360 pescadores encuestados en Pedernales, 12 utilizan compresores.
Muchos de los pescadores que utilizan compresores se trasladan de su zona de domicilio a otros espacios geográficos para aprovechar las diferentes temporadas de pesca, por lo que el porcentaje de pescadores puede incrementar y/o disminuir en otras regiones.
Tocando fondo
La enfermedad o síndrome de descompresión es el término empleado para denominar el cuadro agudo conocido en medicina como embolia gaseosa, producida por una disminución brusca de la presión atmosférica.
El aire, sometido a la presión elevada por la profundidad, se comprime, y cada inspiración de aire realizada en las profundidades contiene más moléculas que una inspiración en la superficie.
Dado que nuestro organismo solo utiliza las moléculas de oxígeno, el exceso de moléculas de nitrógeno se acumula en la sangre y en los tejidos “haciendo un daño significativo a la persona si el tiempo de buceo supera los límites permitidos para volver a la superficie, donde hay menos presión”, subraya el biólogo marino.
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Burbujas, y no de amor
Este proceso, indica, resulta en la aparición de pequeñas burbujas e inflamación en la sangre y los tejidos, las cuales pueden expandirse y lesionar u obstruir los vasos sanguíneos de varios órganos, ya sea directamente o provocando pequeños coágulos de sangre.
La obstrucción de vasos sanguíneos causa dolor en los músculos, articulaciones y tendones. Afecciones similares a los de un accidente cerebrovascular o a los de una gripe, tienden a aparecer.
Como el exceso de nitrógeno sigue disuelto en los tejidos corporales durante al menos 12 horas después de cada inmersión, los buceadores que se sumergen repetidas veces el mismo día tienen mayor probabilidad de padecer la enfermedad por descompresión.
Existen dos tipos o niveles de enfermedad de descompresión: el tipo I, que tiende a ser leve y afecta principalmente las articulaciones, la piel y los vasos linfáticos, y el tipo II, potencialmente mortal, afecta los órganos vitales del cuerpo.
Las probabilidades de que los pescadores se vean afectados por la enfermedad de la descompresión son muy elevadas. La mayoría carece de las herramientas y el conocimiento para poder realizar la práctica de buceo de forma segura, aumentando el índice de letalidad.
El informe expone la necesidad de fomentar una cultura de buenas prácticas de buceo que promueva el apego a los debidos lineamientos y medidas de seguridad, con la finalidad de disminuir la creciente discapacidad en los pescadores de República Dominicana.