Recientemente publiqué una nueva obra: ¡Más vale prevenir que lamentar! Prevenir es evitar, cuidar, proteger, valorar el riesgo y las consecuencias en todos los órdenes. Para no lamentar, hay que tener autoconfianza, autodeterminación en confrontar para gerenciar o vencer las adversidades.
Decía Bosch: “las crisis económicas generan crisis sociales, y las crisis sociales generan crisis políticas; y todas a la vez, desestabilizan a los países”.
Ahora nos encontramos en una crisis sanitaria producto de una pandemia que ha impactado al mundo y sus economías: recesión, cero crecimientos, contracción, endeudamiento e inflación.
Los daños colaterales han sido: desempleo, cierres masivos de negocios, pérdidas económicas, pobre consumo, hambruna, pérdida de estatus social, pobreza y más personas excluidas socialmente.
Los países de Europa se han protegido, la economía china sigue activa, Canadá y Estados Unidos poseen diversas fuentes y recursos para protegerse.
La economía de los países latinoamericanos va al debilitamiento: deudas, dependencia con la banca internacional, y reformas fiscales que de seguro les generará desestabilización, crisis sociales y políticas.
Lamentablemente, los técnicos y asesores económicos, nacionales e internacionales, tienen su cerebro para implementar medidas que aumenten la presión tributaria, generar riquezas, pagar deudas y colocar bonos o asegurarse de que exista retorno económico para pagar los préstamos.
Les corresponde a los gobernantes medir el impacto, el costo y los sacrificios hacia quienes va dirigido el costo social; valorar las consecuencias y riesgos en término de los impactos a quienes benefician política y económicamente las medidas.
Volviendo a Bosch: “en política hay cosas que se ven y cosas que no se ven; pero las que no se ven, son más importantes que las que se ven”. O sea, la crisis sanitaria y económica se ve y se siente; una reforma fiscal, más impuesto e inflación se siente y se ve, generando más pobreza y mayor inequidad.
Hagan memoria sobre las reformas y el paquetazo fiscal del Gobierno de Salvador Jorge Blanco, que generó una poblada nacional, centenares de muertos y el costo del poder político.
La pandemia no solo impacta la economía, también ha impactado la salud física y mental; generando angustia, ansiedad, desesperanza, depresiones, suicidio, violencia, desconfianza, desmoralización con desesperanza, abuso de sustancia, disfunción familiar etcétera.
Un político para entender el comportamiento social mira el pasado. Dice Dalai Lama: solo existe un día en que no se puede hacer nada, uno se llama ayer, y otro se llama mañana. Es mirar el presente y pensar en el futuro.
Los técnicos burócratas y asesores introdujeron privatizaciones en Chile, Argentina y Brasil, los tres están en una crisis económica, social y política, donde tienen más de dos años en huelgas, paros, confrontación y pérdidas, debido a medidas desatinadas, reformas políticas y fiscales, que han empobrecido la clase media, los trabajadores y las personas pobres.
En política se eligen los adversarios, se les pone nombre y apellido. Si hay que pagar costo se paga, pero nunca para generar más exclución, más pobreza, mayor inseguridad, y que lo poco que genere el PIB de un país se quede en el bolsillo de unos pocos que al final represente pérdida en el desarrollo y el bienestar social.
En las crisis, los países plantean moratoria económica a la deuda externa, transparentar la economía, reducir los gastos, se esfuerzan en control de la corrupción, controlan la evasión y optimizan los cobros.
Existen miles de formas para viabilizar y gerenciar una economía que no sea para castigar a la población vulnerable y a una clase media que va en picada, producto de la pandemia y los desatinos de políticas en déficit.
República Dominicana tiene años con presupuestos deficitarios, con reformas fiscales pendientes, de controlar el gasto, la corrupción, el despilfarro y el endeudamiento. La complicidad de las élites, los políticos y los organismos internacionales que prestan a sabiendas de resultados inaceptables, pero prefieren endeudar que fiscalizar.
Sin embargo, la patología social en la política dominicana termina siempre con los mismos nombres y de la misma manera: “acuerdos, reparticiones, impunidad, privatización” o “crisis de un Estado pobremente administrado” que lo quiebran, lo reparten y después lo privatizan.
Los dictadores se ufanaban en decir que eran nacionalistas, y los liberales democráticos populistas reducían el Estado y lo privatizaban, y los socialistas populistas lo empobrecían y lo quebraban. ¿Qué somos entonces? ¿Qué queremos? Y ¿hacia dónde vamos?
Hay que gerenciar el Estado con las tres E: equilibrio, equidad y eficacia.