Logrando reunir colaboradoras, agentes de ventas, corresponsales y -claro- lectoras, la segunda ola de renovación editorial que ocurre en Fémina, a comienzos de la década de 1930, introduce los artículos de las primeras mujeres profesionales dominicanas que egresan -mayormente- de academias internacionales, ampliando horizontes y construyendo nuevas referencialidades para quienes agenciaban su ciudadanía.
Cada mes esperaban las lectoras las cartillas de la especialista en “economía doméstica” -hoy economía de cuidados-, Luisa Guerrero Echavaría; las crónicas de los acontecimientos provinciales de las maestras normales Petronila Gautereaux, desde El Seibo; Orfelina Binsén, en la zona de Hato Mayor; Beatriz Lucila Simó, reportaba los procesos de los ingenios azucareros de San Pedro de Macorís; Josefa Z. Rijo, de La Romana. También, Margarita Pol, de Baní; Lucrecia María Laguna, de Santo Domingo, y Ana J. Jiménez Yépez, de Santiago.
Y, mientras los encartes culturales estaban a cargo de Abigaíl Mejía en Fémina, ilustradas con sus fotografías, así como con las representaciones de Eolo, en esta etapa de renovaciones se hace mucho énfasis en la salud de la mujer, de sus hijos e hijas, a través de médicas que continuaron tras San Zenón la labor de la primera médica, Evangelina Rodríguez, y su “Casa de la maternidad”, establecida en 1926 en Villa Providencia, San Pedro de Macorís, “la cual operaría como una escuela para las mujeres y un templo para su salud”, escribe Consuelo Montalvo de Frías.
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En las “Cartillas para las madres”, las doctoras Delta Gutiérrez Pereyra, ginecóloga; Victoria Sofía Oliva, odontóloga, y Leonor Martínez de Gómez, de medicina general, difunden tanto los consejos para la correcta administración de los hogares en los aspectos de salud -ya que los afanosos cuidados domésticos constituían la principal garantía para la condición de ciudadanas-, así como la toma de conciencia sobre los derechos de la maternidad segura, la decisión sobre la reproducción y los avances médicos, sin denegar los aportes de las experiencias y saberes de tantas mujeres que en los pueblos cuidaban de las otras, como las parteras.
Con argumentaciones muy vanguardistas fundamentados en datos médicos, la doctora Delta Gutiérrez Pereyra describe las condiciones en las que era favorable el aborto, a partir del modelo de Rusia; y Leonor Martínez de Gómez indica que la planificación de embarazos permitiría niños y niñas más saludables, así como más mujeres profesionales, exigiendo de este modo una Ley del Progreso. Mientras que, la odontóloga Victoria Sofía Oliva desarrolla amplias jornadas de salud bucal en las escuelas, describiendo sus hallazgos. Las tres hacen relevantes aportes a favor de campañas de lactancia materna, y al cuidado sigiloso que se debía tener con los senos.
Coinciden, en sus escritos, en hacerse eco de las precisiones de la Conferencia de Salud y Protección de la Infancia realizada en Washigton, del 19 de noviembre de 1930: “(…) Las madres pueden pedir a los funcionarios que ofrezcan protección y servicios de salud a sus hijos (…) El Estado debe protegerlos, en sus manos está la salvación”.
Se lee a Petronila Angélica Gómez Brea felicitarlas con esta expresión, por igual reveladora de la aceptación de las publicaciones: “Nuestras doctoras se han significado por su amplio espíritu de observación en el cuidado y las observaciones de nuestros infantes (…) ofrecen nuevas orientaciones médicas, hijas de sus excepcionales dotes profesionales. Vaya una calurosa felicitación su hondo empeño en prestar ayuda a la humanidad”.
(Esta columna es extracto de la serie de conferencias “Mujer y salud, acercamientos desde Fémina (1922-1939)”, compartida con equipos médicos de San Cristóbal y San Francisco de Macorís, organizada por la doctora Indiana Barinas, directora del Departamento de Igualdad de Género del Ministerio de Salud Pública).
Las fotos son de la doctora Victoria Sofía Oliva, odontóloga.