Defender inflexiblemente la permanencia de la democracia en Venezuela es la posición que más corresponde asumir desde toda Latinoamérica porque lo que Nicolás Maduro lograría si su totalitarismo se impone mediante el fraude y atropellos a derechos humanos, es colocar un infausto precedente de retorno a dictaduras en esta parte del continente. Un ominoso fracaso generador de latentes amenazas para estas naciones situadas bajo regímenes democráticos convencionales y de la izquierda progresista. El brutal método de ocultar los verdaderos resultados del voto realmente depositado por los venezolanos para maquinar entre bastidores y luego certificar artificiosamente el triunfo que en realidad no ocurrió, sería un resonante triunfo de enemigos de la libertad en América.
Quienes hoy emergen desde estas latitudes para justificar la conculcación de derechos se tornan cómplices del retroceso que mancharía la historia hemisférica de la democracia con sensibilidad social con muestras progresistas de diferentes matices al frente de Estados como Chile, Colombia, Uruguay, México y Brasil.
Es colocarse en un litoral contrario a los favorables cambios políticos que comenzaron con la caída de la Unión Soviética y con China convertida en gran factoría para los abastos mundiales abrazada a métodos y leyes de la economía capitalista y plural. República Dominicana, con su presidente Luis Abinader a la cabeza, está del lado de la verdad y la razón cueste lo que cueste y en reciprocidad a los pasados aportes venezolanos a la libertad de los dominicanos.