En lugar de fomentar debate entre candidatos presidenciales conducentes a confrontaciones, es pertinente procurar consenso y aunar voluntades políticas para encontrar fórmulas que viabilicen el establecimiento de mecanismos de cooperación con la sociedad para encarar las crisis que nos afectan.
La DRAE considera sinónimos de debate“Luchar, Combatir”. Sin formarparte de nuestra tradición política, ni siquiera carear razonablemente a distancia,un debate aquí y ahora no contribuirá a encontrar esas fórmulas para encarar esas crisis preñadas de incertidumbres,mundiales desde sus orígenes y en la definición de cursos de acción para superar sus consecuencias.
Someterse a esta iniciativa,cuya implementación ha sido dejada a instancias empresariales de relevo, constituye una aventura contranatural de escasa contribución para solucionar nuestros males.
Mas aún en circunstancias que el candidato oficialista no ha confirmado su participación,proporcionándole al debate la inusual particularidad de confrontar candidatos opositores, cuando lo usual es confrontar gobierno vs oposición. Recuérdese que en 2016 Danilo Medina ganó la atención sin participar en un debate similar.
La ausencia oficialista tendría beneficio estratégico para el gobierno de minimizar opositores y ahondar fisuras ente ellos, alejando posibilidades al Gobierno de Unidad Nacional planteado por Abinader y/o la Unión Nacional Opositor propuesta por PRSC que apoya a Fernández.
Pero si los candidatos opositores aceptan participar, podrían aprovechar la coyuntura para establecer comunicación entre ellos. Y convertir el debate impertinente en dialogo pertinente.
Ese diálogo podría identificar puntos de coincidencia y asumir compromisos para aunar voluntades políticas viabilizadoras de convocatorias conjuntas a nuestras fuerzas activas para forjar juntos mística y procederes organizadamente canalizadores de disposiciones y posibilidades de cooperación.
Esto, no se lograría con debates.
La inminente terminación del período constitucional de gobierno para dar paso al emanado de las elecciones del 5/Julio reclama previsiones adicionales de transición propias de la continuidad jurídica de un Estado moderno y civilizado.
Las crisis que vivimos no están para que las autoridades que asumirán funciones a partir del 16A pierdan tiempo para enterarse que hace el gobierno detalladamente y decidir sobre su seguimiento. Tampoco están para esperar que el nuevo gobierno asuma las riendas y establezca los hilos de cómo actuar,ni de acudir al expediente de modificar sistemáticamente todo lo implantado por el “gobierno anterior”.
Si se insiste en el “debate”, el oficialismo se abstiene y los opositores participan;el dialogo pertinente que se orquestaría partiendo del debate impertinente pudiera tener el propósito adicional de emplazar al gobierno a diseñar adecuadamente la transición después de los comicios.
Estando bajo crisis,pudieraser incluso antes; manifestándose así la suprema aspiración propia de gobernantes genuinamente preocupados por gobernados.