La desafección política es un fenómeno que implica el divorcio entre los ciudadanos y sus representantes, implica argumentos que van desde la antipolítica, hasta disputar la democracia. Se da en aquellos casos que los partidos u organizaciones políticas no cumplen con su papel de representantes de los intereses de la sociedad. Esta crisis ocurre cuando los ciudadanos no creen que estén siendo bien representados.
Una nueva forma de democratizar y reducir la crisis de representación o desafección política es a través de un modelo que incluya la participación de la ciudadanía en la toma de decisiones como mecanismo de legitimación política. Esto es, la búsqueda de legitimidad institucional con la participación política por parte de los(as) ciudadanos(as) en la construcción de las políticas públicas y el bien común.
Ese sentimiento, en gran medida, se potencializa con las trivialidades y conflictos difundidos por los medios de comunicación, en detrimento de la práctica de una política constructiva como reguladora de los conflictos sociales.
Es muy frecuente que a través de los medios de comunicación se deje en la penumbra la otra cara de la política, aquella que se evidencia en la defensa del interés colectivo y la cooperación entre los ciudadanos para conseguir objetivos comunes, así como la discusión racional de propuestas y argumentos, las discrepancias que son propias de la democracia participativa; y por el contrario, se vea la parte mas repugnante de la actividad política, que suele recibir, casi siempre, mayor atención y exclusividad de los medios.
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Es cierto que la política es una vía reguladora de los conflictos sociales, sin embargo, si ocultamos con visiones parciales, la política termina siendo menos comprensible para los ciudadanos.
Esta responsabilidad no es exclusiva de los medios de comunicación, pues otros actores de mucha relevancia han de reconocer su grado de responsabilidad: políticos profesionales, partidos, grupos de intereses, organizaciones no
gubernamentales, movimientos sociales, entre otros, que cuando acentúan la parte menos amable de la política, la crítica desmedida, el alarmismo emocional, la consigna vacía, el eslogan sin fundamento, la descalificación al adversario, el cinismo para conseguir un titular impactante, pero sin contenido, se propicia y se lleva a la gente y al ciudadano, que ya se encuentran predispuestos, a formarse una visión mutilada de la política, deforme, poco entendible, opaca y nada atractiva.
¿Cuál sería la solución?
Es impostergable implicar más ciudadanos en la participación política, esto se logra potencializando una acción política de mayor calidad democrática, más inclusiva y amable, y los medios de comunicación, catalizan la transmisión de mensajes que pueden incidir en la comprensión de nuestro sistema político, tan complejo y poco amigable para muchos ciudadanos, pero que en definitiva, inciden en elevar la confianza y pasar del rechazo de la política a la recuperación ciudadana. Esto es lo que interesa a los ciudadanos.
Lo anteriormente expresado rompe con el dilema y la pregunta ¿Es la política una actividad exclusiva de los políticos? No. La política no es cosa sólo de los políticos, pues, como afirma Michel Foucault: la política es una actividad
cotidiana, inseparable de todas las demás actividades humanas.