En un país acostumbrado al camaleonismo de los políticos, a la provisionalidad de sus posiciones públicas, siempre sujetas a la conveniencia del momento y la circunstancia, no debe extrañarnos que los peledeístas, que gobernaron este país con todos los poderes, se muestren tan preocupados por la preservación de nuestra democracia. Tampoco debe extrañar que se atreva alguno a decir, porque el papel, definitivamente, lo aguanta todo, que esta atraviesa por su peor momento desde 1978, cuando se sacudió del dominio del doctor Joaquín Balaguer y el generalato junto al cual marcó con sangre, luto y dolor su régimen de doce años.

Ese peledeísta desmemoriado “borró” que en el 2019, en su pretensión de imponerle al país una segunda reelección a través de una nueva modificación de la Constitución, el presidente Danilo Medina ordenó el cerco militar de la sede del Congreso, y solo una llamada del Secretario de Estado de los Estados Unidos Mike Pompeo logró impedir que el danilismo desacatado le infligiera una herida mortal a nuestra democracia.

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Y como de esa amnesia selectiva se han contagiado no solo los peledeístas sino también los que alguna vez lo fueron, como los que cambiaron el morado por el verde para marcharse junto al expresidente Leonel Fernández para formar la Fuerza del Pueblo, oportuno es recordarles a unos y otros que muy poco contribuye a fortalecer la democracia su estrategia, que ojalá hayan abandonado tras los resultados de las elecciones municipales y los elogios al desempeño de la JCE, de descalificar al árbitro que organiza las elecciones.

Pero sabiendo como saben que las encuestas anticipan resultados que no les serán favorables, y por lo tanto muy difíciles de asimilar como lo son todas las derrotas, no puede descartarse que por ser tan malos perdedores vuelvan a las andadas con lo mismo sin importarle el daño que puedan ocasionar a esa democracia que, de la boca para fuera. tanto dicen defender.