Desafío y cifras

Desafío y cifras

Carmen Imbert Brugal

Sitiada por el dolor y la rabia, la madre de Heriberto Belliard Aybar – Pichón- despidió a su hijo. Junto a la muchachada del barrio “esta maldita negra” dijo que mataron a Pichón porque fue denunciado por los integrantes de la banda rival a “Los Rabia”, organización criminal a la que pertenecía la víctima. Habló de la valentía de su vástago y advirtió que le quedan “cuatro cartuchos más”. Aplausos y consignas avalaron su proclama.

La participación de la familia en las bandas barriales es cada vez más frecuente, madres, hermanas, parejas, se suman al proyecto delincuencial, colaboran y reciben beneficios.

Cuando fue enfrentada -el año pasado- la red criminal de “Los Papo Trenza” con sede principal en “Los Alcarrizos” y ramificaciones en municipios del Cibao, las autoridades develaron el prontuario de la parentela de los cabecillas. La madre comandaba la tropa, fue detenida en el año 2013 por posesión de crack, pero de inmediatorecuperó su libertad. Temida en el sector, conocida por su participación en las torturas contra rivales de los hijos y por difundir videos aterradores como prueba de los actos de barbarie cometidos contra los culpables de traicionar el clan. En los funerales de los muchachos muertos en “intercambios de disparos” los parientes y amigos ponderan sus hazañas.

El microtráfico es un negocio próspero, descrito con precisión por especialistas. La lucha en los barrios del territorio nacional para mantener, recuperar y usurpar el manejo de los puntos de drogas es sangrienta.

La empresa se mantiene gracias a la complicidad de estamentos oficiales y de la comunidad asustada y atrapada por el crimen. Basta un repaso a la cotidianidad dominicana para comprobar con estupor como la violencia permea todas las manifestaciones ciudadanas. El desparpajo de los delincuentes exhibiendo armas de guerra en sus redes sociales, anunciando tropelías, presumiendo de los lugares ocupados por sus pandillas es habitual y constituye un desafío enorme para el estado. Los antisociales, cuentan con el respaldo de “influencers” que actúan conscientes de su impunidad.

El colapso del sistema penitenciario, controlado por el crimen, agrava la situación porque impide el propósito de reeducación y reinserción en la sociedad para las personas privadas de libertad.

El optimismo de las autoridades encargadas de implementar la “Estrategia de Seguridad Ciudadana” es encomiable. El empeño para revelar el éxito de “las operaciones preventivas” y destacar “la efectividad de la vigilancia y patrullaje” que ahora es avalado por personas relevantes de la comunidad, no puede ni debe esconder una lacerante realidad.

Las bondades del Cambio, el adanismo agobiante que atraviesa hasta añejas estructuras que se lucen con el ingenio del “nunca antes” y “por primera vez”, el futuro luminoso que nos espera, la bien manejada apostura del presidente, impiden descender al infierno. Las miserias sociales no caben en la agenda.

Evitan mencionar el drama de la juventud irredenta que en campaña recibirá abrazos e intercambios en la jerga que condena a la mediocridad. La solución no está en las cifras, comienza por revertir la admiración que profesa la familia y la vecindad por los delincuentes.

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