El almacenamiento de la energía renovable mediante el uso de baterías se presenta como la gran opción ante las circunstancias propia del sistema eléctrico y la vulnerabilidad característica de estas energías, especialmente en las eólicas, las fotovoltaicas y las hibridas, lo que tendrá como efecto, más allá de su atractivo, la problemática de su impacto en el precio final de esa energía.
La necesidad de almacenar energía no resulta una novedad, específicamente en el mundo de las renovables, y el motivo resulta elemental: las centrales renovables fotovoltaicas necesitan sol, las eólicas necesitan viento, “insumos” que no están disponibles 24/7 en condiciones favorables.
En el 2018 el Banco Mundial lanzó su programa de “Aceleración del almacenamiento de energía en baterías como instrumento de desarrollo”, considerando el proceso de transformación que presenta el panorama mundial de la energía y pretendiendo incentivar su uso como parte de la solución a esa variabilidad de estas energías, programa que se mantiene aún.
El costo de la energía solar y la eólica, así como las innovaciones que apuntan a estructuras solares flotantes y a los techos solares, entre otros, son parte de los atractivos que mueven el mercado hacia una oferta y uso de energía limpia, aun cuando todavía no se ha ampliado el mercado para una solución generalizada de almacenamiento mediante las baterías que permitan su disponibilidad en momentos puntuales y críticos para su generación.
Es una tecnología costosa que tiene un impacto económico importante en proyectos de gran escala, que puede afectar la inversión en países como el nuestro, con gran potencial para la energía eólica y solar, pues para que resulte como fuente de suministro a gran escala, requiere un extenso despliegue de baterías cuya inversión es considerablemente de impacto.
Con el almacenamiento de energía renovable se presenta una posible solución parcial al grave problema de capacidad de las líneas de transmisión que tiene nuestro sistema y facilita una participación de centrales renovables en horas nocturnas y en otros momentos en los que el operador puede realizar una programación de menor impacto económico sin excluir otras centrales en situaciones normales.
Sin embargo, ofrecer esto como solución para el ingreso o entrada de nuevas centrales de generación a partir de fuentes renovables implica un agravado costo de la energía producida, si consideramos los precios actuales que supone la instalación de un campo de almacenamiento de energía con baterías.
Es una decisión que debe ser objeto de un ponderado análisis regulatorio, pues resulta lógico que los generadores renovables necesitan la debida remuneración de la inversión que realicen, a la que le adicionaran costos de estructuras de almacenamiento que aún no han sido definidos regulatoriamente en un mecanismo de precios a retribuir.
Es necesario un entorno regulatorio y de políticas adecuado para la adquisición de estas baterías, de modo que se puedan garantizar los acuerdos financieros que materialicen su recuperación a los desarrolladores, así como definir la cadena de valor de las baterías, las condiciones de trabajo del equipo que manejará el mismo y, más importante, identificar un mecanismo de reciclaje ambientalmente responsable de esas baterías que estarían llegando en un volumen considerable. La Superintendencia de Electricidad tiene en proyecto abocarse a conocer este tema regulatoriamente, de modo que resulta de interés poder analizar las propuestas que puedan resultar de este ejercicio de la mano con las demás instituciones concernidas en el tema.