Descaro e impotencia

Descaro e impotencia

Carmen Imbert Brugal

Enero es el lunes del año, trae consigo el letargo, también el recuento de la algarabía que queda atrás. Apareja el deseo de enfrentar los desafíos y la incertidumbre de no lograrlo.

Enero con sus efemérides, cábalas y cabañuelas y este Día de Reyes que entusiasma a la muchachada, fiesta inexistente para la infancia de generaciones pasadas, oriundas de la región norte de la isla.

Puede leer: Termina el año

Si diciembre es el viernes del año por sus excesos, enero es el estreno con sus pendientes y presagios. Con apatía después del gozo, deudas, arrepentimientos, promesas y el eco de las muestras de cariño hasta que el repetido ¡Feliz Año Nuevo! sea opacado por el ruido de la cotidianidad. Inicio de la jornada sin excusa para comenzar. Este enero obliga a la frustración colectiva por el desmadre incontrolable de una ciudadanía convencida de la inutilidad de la ley. Ufana, recorre calles, avenidas, caminos vecinales, autovías, retando a la autoridad y acercándose a la muerte y a la discapacidad sin la menor preocupación.

De espanto el trajinar por el territorio, el desenfado de las personas que conducen sus vehículos ignorando señales, advertencias. Nada los detiene ni contiene porque intuyen el desgano de la autoridad para aplicar la norma.

Loable el trabajo de los 47,000 voluntarios, participantes en el operativo “Conciencia por la Vida, Navidad y Año Nuevo 2024-2025”, organizado por el Centro de Operaciones de Emergencias (COE) pero algo falla, algo está fallando.

Tanto esfuerzo para que el saldo subraye la fragilidad institucional, desde la ignorada ley 136-03 que crea el Código para el Sistema de Protección y los Derechos Fundamentales de los Niños, Niñas y Adolescentes hasta la burlada y al parecer incomprensible Ley de Movilidad, Transporte Terrestre, Tránsito y Seguridad Vial de la República Dominicana.

La indignación del director del COE no compensa el saldo lúgubre. El general que de eficiente ha pasado a pintoresco por sus alardes de superioridad ética y de sacrificio por la patria, está conminado a revisar el diseño de los operativos. Su labor es encomiable tanto como su entrega al presidente. En una ocasión dijo que si el mandatario le pide que sea regidor lo complace.

Existe una mezcla desconcertante en las actitudes del director del COE, del locuaz director del Intrant y del director de la Dirección General de Seguridad de Tránsito y Transporte Terrestre. Entre la impotencia y el descaro de cada uno el resultado es un estado acorralado. Desde aquel tiempo de la inexistencia de los tapones “per se” a la fecha, la logorrea es proporcional a la imposibilidad de resolver.

El director de Intrant pasó de la denuncia de un acallado acto de terrorismo a pedir que él problema del tránsito fuera declarado “emergencia nacional”. El director de Digesset, antes de proclamar su incapacidad para controlar a la casta impune de los motoristas, había dicho que los problemas en el tránsito son una manifestación de desarrollo. Ojalá que entre los “planes innovadores” que anunció el presidente esté asumir, sin justificaciones, la emergencia. Es mejor la prevención que la construcción de hospitales traumatológicos