El ministro de Hacienda de Cáceres, Federico Velásquez, se perfiló como el candidato con mayores posibilidades para sustituirlo de alcanzar la designación legislativa.
Especial para Hoy
La Constitución de 1908, votada en el gobierno del asesinado Ramón Cáceres, establecía que en ausencia definitiva del presidente la responsabilidad de escoger el sustituto era competencia del Congreso.
El ministro de Hacienda de Cáceres, Federico Velásquez, se perfilo como el candidato con mayores posibilidades de alcanzar la designación legislativa.
Pero el hombre fuerte del momento, el hombre que controlaba la guardia, el general Alfredo Victoria, cerró el camino al destacado hombre público, que estuvo que asilarse en Puerto Rico.
Victoria, que dominaba todos los tentáculos del poder, como no pudo ser presidente por no tener la edad requerida, propuso a Manuel Cáceres, hermano del fenecido mandatario, para llenar la vacante, gestión que rechazó el favorecido pensando que no se trataba de una dinastía.
Entonces el jefe militar se inclinó en favor de su tío, Eladio Victoria (don Quiquí), que era Senador de Santiago, designado por las cámaras, el 27 de febrero de 1912, presidente interino por dos meses (se extendió nueve meses) con el encargo expreso de celebrar elecciones una vez concluido el tiempo.
En la justa comicial salió “elegido” Victoria que se impuso a Horacio Vásquez. El congreso consideró “sana y buena” la elección, y semanas después lo proclamó Presidente constitucional, para un periodo de seis años.
Sin freno y para atrás
El nuevo gobierno no pudo detener el estado de insurrección que siguió a la muerte de Cáceres.
La situación era tan difícil y caótica que el gobierno de Estados Unidos nombró una comisión de observadores, que además de empeorar la situación, forzó la renuncia de don Quiquí, y promovió el nombramiento del arzobispo de Santo Domingo, monseñor Adolfo Alejandro Nouel, el 30 de noviembre de 1912, como presidente por un termino de dos años.
Luego de la juramentación, que se efectuó en la catedral primada, el gobernante designó un gabinete, integrado por bolos (un hermano de Horacio) y rabuses (un hijo de Jimenes).
La política conciliatoria que quiso sostener el obispo comenzó a fallar desde el primer momento. El general Desiderio Arias, marchó con sus tropas hasta la capital para luego presentar una serie de exigencias al Presidente.
El guerrillero ocupó el palacio arzobispal, sede natural de Nouel, acción que fue protestada por Horacio, que amenazó con un próximo derramamiento de sangre.
Asqueado de la politiquería el arzobispo presidente se embarcó al puerto de Barahona, desde donde envió su renuncia al Congreso Nacional, en marzo de 1913.
Los nombres de Juan Isidro Jimenes, Horacio y Velásquez empezaron a barajarse como sustituto de Nouel. Después de una semana de intenso balotaje los políticos no lograron ponerse de acuerdo, lo que motivo que los legisladores, un mes después, escogieran a uno de sus miembros, José Bordas Valdez, senador de Montecristi, electo por un año, periodo dentro del cual debía celebrar elecciones presidenciales. Pero no fue así.
Bordas, que de presidente constitucional interino pasó a presidente de facto, desde un campamento militar en San Marcos, Puerto Plata, convoca a los colegios electorales para principios de junio, con los candidatos Jimenes, Horacio, Velásquez y el propio Bordas.
Las aspiraciones del ex senador desató un nuevo clima de desorden que motivo la presencia de los comisionados gringos que forzaron la renuncia del gobernante y promovieron la escogencia de un mandatario provisional.
Bordas, a igual que Victoria, hizo simulacros de elecciones para quedarse en el poder.
Con la intervención directa de los observadores norteamericanos, en agosto 1914, fue escogido un candidato de tendencia jimenista, el doctor. Ramón Báez, hijo del expresidente Buenaventura Báez, que asumió la provisionalidad hasta diciembre del mismo año. Otros candidatos presentados fueron Jacinto de Castro, Genaro Pérez, Eliseo Grullón y el mismo Horacio.
Báez organizó una justa electoral que fue ganada por Juan Isidro Jimenes, que el mismo día de la juramentación designó a Federico Velásquez en la cartera de Fomento y Comunicaciones y Desiderio recibió el Ministerio de Guerra y Marina y otras prebendas.
En 1915 las ilusiones que se forjaron con la instalación del gobierno constitucional fueron prontamente disipadas.
El clima de libertad que implantó Jimenes, en vez de ser aprovechado para reestructurar el país fue desperdiciado por los políticos para activar el fuego y la discordia.
El gobierno de EEUU presentó una serie de condiciones, que incluía la designación de Charles Johnston como superintendente de Hacienda, con facultades de preparar el presupuesto nacional y controlar los gastos de la administración. La mayoría de las propuestas de los comisionados fueron rechazadas por Jimenes, que fue secundado por el congreso, con excepción de los seguidores de Horacio y Desiderio.
La conducta de Arias provocó que el presidente tomara medidas defensivas contra los desmanes de su ministro de Guerra.
Enfermo y con la amenaza de ser sometido a juicio político, el gobernante se retiró a la comunidad de Cambelén, San Cristóbal, y requirió la presencia de los hermanos Cesáreo y Mauricio Jimenes, jefe de la guardia republicana y comandante de Armas de Santo Domingo, respectivamente, quienes fueron desarmados y arrestados. Avisado de lo sucedido, Desiderio se confinó en la fortaleza Ozama y se declaró desobediente al poder civil.
El gobierno se instaló en el sector San Gerónimo donde formó un cuartel general, con una mínima tropa compuesta por “velasquitas”, para tratar de conseguir la rendición de los opositores. Pero el intento fue en vano.
De inmediato, y sin consentimiento del presidente empezaron a desembarcar tropas norteamericanas que encontraron oportuno el momento para desarrollar sus anunciados planes de ocupación y ofrecieron respaldar al presidente, oferta que el mandatario rechazó por considerarla una “acción lesiva a la soberanía nacional”.
El 7 de mayo de 1916 Jimenes dirigió un hermoso mensaje a la Nación y renunció al cargo.
En el congreso empezaron a sonar nombres para sustituir al gobernante, y Federico Henríquez y Carvajal fue nominado en primera vuelta, selección que fue objetada por el almirante Caperton y el Ministro Rusell, porque el escogido se negó a aceptar el tutelaje norteamericano.
Las instrucciones que tenían los enviados gringos era que “cualquier candidato presidencial debía someterse previamente a los dictados del departamento de Estado, o de lo contrario seria vetado”. A mediados de julio de 1916 las cámaras finalmente pudieron elegir presidente interino de la República, por un periodo de seis meses, a Henríquez y Carvajal, quien se encontraba en Cuba.
Cuatro meses después el capitán Knapp, declaró y proclamó que la “Republica Dominicana queda puesta en un estado e ocupación militar y sometida al gobierno militar y al ejercicio de la ley militar”.