El presidente Donald Trump no anda estos días de ánimo para coordinar de manera armónica lo relacionado con el traspaso de mando, como ha sido hasta ahora, la tradición en Estados Unidos. El no reconocer una victoria que todos han dado a Joe Biden, el presidente electo por el Partido Demócrata, pareciera ser muestra de que Trump está tramando algo grande.
Muestra de ello es la estrategia que viene desarrollando Rudolph Giuliani, con el despacho de grupos de abogados a varios estados, incluidos algunos de los disputados para buscar inconsistencia en el escrutinio o elementos en sus sistemas electorales que, de encontrarles, les permitiera justificar el fraude que sin pruebas Trump ha esgrimido, desde mucho antes de las elecciones.
Desde antes de las elecciones, se proyectaba que una gran mayoría del voto general iba a llegar a través del correo público, debido a la pandemia. El correo, es uno de los medios utilizado por los demócratas de manera tradicional y en medio de la pandemia, los demócratas han observado de manera más consciente las medidas de distanciamiento social, han puesto cuidado y utilizan mascarillas, lo que se pudo constatar en sus actividades. Era evidente que el voto por correo hacia los demócratas sería más significativo en términos cuantitativos, lo que favorecía a Biden. Trump empezó, por esto, a declarar fraude desde que vio que la mayor cantidad de votos por este medio vendrían en su contra.
De ahí que, las acciones de las brigadas de abogados que coordina Giuliani de escudriñar en los sistemas electorales, sobre todo de algunos estados claves, tienen tanta importancia para Trump y vemos su silencio pues pretende ver que pueden encontrar que les permita esgrimir como argumentos que, si lo encontraran, le permitieran aspirar a conseguir en los tribunales, lo que no ganó en las urnas ni en el Colegio Electoral. En todo caso, si no lograra en los tribunales lo pretendido, esto le daría argumento a su posible victimización.
De manera que Trump, no va a reconocer que perdió y mucho menos la legitimidad del resultado del proceso electoral. Es por ello que buscará la forma de poner bajo sospecha y enturbiar el triunfo de Joe Biden. Luego, acorde a su previsible relato, se resignaría a aceptar al fraude que le hicieron y dejaría la Casa Blanca, solo para garantizar el orden y la estabilidad nacional. Este podría ser, en lo inmediato, el plan urdido por el presidente Donald Trump.
Trump ha construido una figura mediática a través del tiempo, recordamos sus reality shows, sus apariciones en películas de Hollywood que el mismo gestionó como nos ha contado Matt Damon: el príncipe del rap, los pequeños traviesos, perfume de mujer con Al Pacino, cuya escena fue eliminada después del rodaje o mi pobre angelito 2, que convirtió a Trump en parte de la mitología de Nueva York, encumbrándolo al puesto de celebridad de aquella metrópolis y como advenedizo en la carrera hacia la presidencia.
En el largo plazo, sería muy previsible imaginarlo con su propio canal o incluso una cadena de televisión y el como figura central donde opinaría de todo lo que se le venga en ganas y utilizarlo como instrumento de poder. Desde las primarias republicanas, el discurso de Trump ha sido antisistema, ha estado dirigiéndose a un público marginado por los dos principales partidos políticos estadounidense. Un sector que va desde la clase media hacia abajo, sin inquietudes intelectuales o políticas, trabajadores sin títulos académicos, básicos y ultraconservadores, no por deliberación, sino por su propia naturaleza. Es de ese público que Trump se hizo una estrella.
Un público sin voz al que él se la dio. Un público que se siente al margen de la cultura liberal de la tolerancia y la diversidad que ha imperado en los últimos tiempos. Trump vino a decir públicamente lo que ellos no se atrevían a decir, porque no es ya políticamente correcto. Pero ese discurso al mismo tiempo lo alejaba del centro, de los moderados. He ahí donde se da la contradicción. En un tiempo de radicalización y exacerbación como el actual, ese discurso está prendiendo y dando mejores frutos políticos en todo el mundo. Es ese el discurso que, a mi modo de ver las cosas, se va a escuchar en un potencial canal de Trump, la voz de los americanos que no tienen voz.
El tendrá que salir de la Casa Blanca antes del 20 de enero, por lo que estará obligado a aceptar su derrota. Pero en lo que eso llega, va a aprovechar todo ese tiempo para victimizarse y decir que no perdió, que ganó y le hicieron un gran fraude para robarle su triunfo. Por ello, va a crear la herramienta para asegurarse que lo que no tienen voz sean escuchados. Es ahí que podría lanzar su canal, un canal más ultraconservador que el mismo Fox News y ese es, en el largo plazo, el plan de Trump.
Recuérdese que a Trump le profesa devoción un sector que por sí solo representa alrededor del 25% del electorado: racistas, antifeministas, homofóbicos, los fanáticos de las armas de guerra y los antiinmigrantes. Pero, a estos hay que agregarle el voto de otro sector, uno que fue por lo bajo producto de la fortaleza económica que alguna vez acompañó a la administración Trump y que no reflejaron las encuestas.
Este sector está compuesto por los empleados, el profesional, el propietario de un emprendimiento que en estos años le fue muy bien y que no querían que cambiara nada, pero que muchas veces les avergonzaba decir en público que apoyaban a Trump y cuando las firmas encuestadoras les entrevistaban, su respuesta era que votarían, por el contrario. Ese es el voto oculto que engañó a todos en las pasadas elecciones y que en la realidad llevó a Trump a ser el segundo candidato más votado en la historia electoral estadounidense, solo por detrás del candidato ganador actual, el demócrata Joe Biden.