Mientras aquí en la Capital la ADP emitía un documento público para rechazar los logros del Gobierno en materia de educación, resaltados por el presidente Luis Abinader en su discurso de rendición de cuentas en el Congreso Nacional, su filial en Cotuí decretaba el martes 28 como “no laborable” para poder descansar del largo y ajetreado fin de semana debido a las festividades de la Independencia Nacional.
No se da cuenta la ADP, que en su documento calificó como “una burla” las palabras del mandatario ante la Asamblea Nacional, de que con esa acción se autodescalifica para hacer esas críticas al Gobierno, que estuvieron matizadas por la politiquería dada la condición de dirigente del PLD de su actual presidente, el profesor Eduardo Hidalgo. Que de seguro no tiene cómo justificar (hay que agradecerle que no tuviera el descaro de intentarlo) el comportamiento de sus compañeros de Cotuí, pero tampoco se atreve a reprochárselo ni mucho menos, pues hace tiempo que el ejercicio de la autocrítica desapareció de la vida orgánica del más grande sindicato de la República Dominicana.
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Y eso ha tenido consecuencias negativas ya que ha permitido que haya bajado sus defensas naturales y terminara convertido en un instrumento de los partidos políticos y sus intereses, debilitando en el trayecto su vocación de servicio y la dedicación y entrega de los docentes a sus estudiantes, como evidencia la facilidad conque paralizan las clases por cualquier pendejada.
Por eso es tan oportuno el llamado del Ministro de Educación, Ángel Hernández, a la sociedad dominicana, a la que pide reflexionar sobre el futuro de nuestra educación, y decidir si va a continuar soportando a la ADP y sus métodos de lucha, o si va a procurar de sus miembros un compromiso serio por elevar su calidad. Un dilema, hay que reconocerlo, muy difícil de encarar, más que nada porque con sus hechos y acciones el gremio sigue demostrando que a los maestros no les interesa asumir ese compromiso con nuestro futuro.