DIOGENES VALDEZ O LAS ESTATUAS DERRIBADAS DE LA FICCION

DIOGENES VALDEZ O LAS ESTATUAS DERRIBADAS DE LA FICCION

Tímido, reservado, el escritor cristobalense Diógenes Valdez fue un asiduo lector. Le conocí en lo que era la Dirección General de Bellas Artes, donde siempre visitaba, junto con Reynaldo Disla, a su mejor amigo: el artista gráfico Frank Almánzar.

Eran artistas del interior del país, con experiencias comunes frente al quehacer artístico y, los tres, grandes trabajadores de nuestra vida cultural, con muchos logros, y gran respeto dentro del gueto de los creadores.

Diógenes, nacido un 29 de mayo de 1941, fue galardonado en tres ocasiones con el Premio Anual de Cuentos José Ramon López, por sus EL SILENCIO DEL CARACOL 1978; TODOPUEDE SUCEDER UN DIA, 1982; y LA PINACOTECA DE UN BURGUES. En 1983 obtuvo el Premio Siboney de novela con LOS TIEMPOS REVOCABLES.
Otros de sus libros son: La telaraña, novela de 1980; Lucinda Palmares, novela, 1981; Retrato de Dinosaurios en la Era de Trujillo, novela, 1997, y el libro de ensayos DEL IMPERIO DEL CAOS AL REINO DE LA PALABRA (1986).
En el 2005 recibió el Premio Nacional de Literatura.

Leyendo este impresionante currículo, me he preguntado por qué en su novela LAS ESTATUAS DERRIBADAS, del 2014, Diógenes se aventura a cometer uno de los errores mas cuestionados de la ficción: especular con la vida real de personajes históricos que son, además de muy conocidos y estudiados, figuras fundamentales de la historia política de un país y de sus luchas.

En esto no está solo. Hace años participé en una Feria del Libro en Nueva York dedicada a la poeta Julia de Burgos, donde el escritor galardonado se había inventado una historia truculenta sobre cómo había muerto la poeta, un hecho muy documentado por biógrafos de Julia. Y mientras esto sucedía, la historia real del significado de Julia para la dominicanidad, narrada por los únicos dos dominicanos que compartieron episodios de su vida con la poeta borinqueña: las entrevistas de Don Juan Bosch y Juan Isidro Jimenes Grullón, que publiqué en un libro que se llama JULIA DE BURGOS LA NUESTRA, y en su segunda edición JULIA de Santo Domingo, se pasó por alto. Son gajes del mundo intelectual dominicano que no cesarían de asombrar a los estudiosos, si a la gente fuera de aquí no le interesara tan poco el devenir literario nacional.

Empero, antes de adentrarme en la novela de Diógenes escrita sobre Julia de Burgos, poeta nacional de Puerto Rico y bastión de su lucha independentista, permítaseme informar sobre algunas de mis búsquedas en la ficción, las cuales en vez de esclarecerme me dejan cada vez más desorientada.

En mi ultimo viaje a New York me esperaba un libro de Gerald Murnane, considerado por una crítica del el New York Times, del 2018, como: “El mejor escritor vivo en el idioma inglés del que la mayoría de la gente nunca ha oído hablar”.

El libro de este novelista australiano (Melbourne, 1939), (que se considera como el próximo Premio Nobel): UN MILLON DE VENTANAS, parte de una frase del novelista inglés Henry James: “La casa de la ficción tiene, en resumen, no una ventana, pero un millón”.
Si les menciono a Murnane es porque en este libro el autor define lo que considera como “FICCION VERDADERA”, término del cual solo rescato algunas características que nos pueden ser útiles para analizar las estatuas derribadas de Diógenes Valdez.
“La ficción:
-Debe evitar los diálogos, crudísima forma, para no dar la impresión de estar influenciada por el cine o el teatro (mea culpa).


-No depende para su justificación con el lugar que podemos llamar “verdadero mundo”, sino del mundo invisible que radica en la mente, porque los personajes preexisten a sus narradores, se comunican con sus narradores, y habitan mundos invisibles que se revelan cuando escribimos.


-Los flashbacks, o retrocesos y avances en el tiempo, son una tontería, a menos que conecten dos dimensiones de tiempo en una sola.
-El narrador es siempre un lector, no suplanta al protagonista, cuenta las historias mientras reflexiona sobre el arte de narrar.


-Lo que importa no son los episodios de nuestra vida reciente, sino lo que generalmente se pasa por alto, se ignora, o apenas se ha visto, o sentido, pero continuamente se revela porque es parte de un patrón de significado que se hace presente durante toda la vida”.
Para la generalidad de la narrativa dominicana estas afirmaciones implicarían repensar el estilo imperante. Bosch inicia LA MAÑOSA con un diálogo; y lo mismo hace Diógenes Valdez cuando comienza su novela con una conversación entre Juan Isidro Jimenes y la poeta, evitando el largo preámbulo que explica el cómo y el dónde se conocieron, de muchas de nuestras novelas.

Detenerse en “el hombre” le permite a su vez darnos a conocer esa “antesala del infierno” que fue el manicomio y cárcel de Nigua… “La peor de las pesadillas”, y presentarnos un personaje fascinante cuya vida y permanencia en el centro carcelario desconocíamos: Eduardo Brito.

Diógenes inicia tramas paralelas, donde se alternan Nigua, la biografía de Julia, su amado, y Brito, y precisamente hace uso del flashback “como si fuese una película en blanco y negro” donde Juan Isidro, “comienza a entrever pedazos de su vida” Pág. 15.

De esta novela me gusta la agilidad en la estructura y su manejo de los tiempos narrativos, la secuencia, el dominio de los datos históricos y el lenguaje.

Lo extraño es que Diógenes, con dominio del arte de narrar, haga de la estatura de Julia, en una novela sumamente bien documentada sobre el exilio dominicano, el movimiento de resistencia a la dictadura, las peripecias de Bosch y su relación con Juan Isidro, un tema central de su novela, tanto que la termina con un hecho truculento: la mutilación del cadáver de Julia, a quien por ser “tan alta” le tuvieron que cortar las dos piernas y enterrarla en dos ataúdes.

Carmen De Lucca, quien ha escrito un libro con sus investigaciones sobre el cementerio donde se enterraban a las personas que no se podían identificar, narra con datos exactos lo acontecido con Julia: una mujer de mi estatura, no un fenómeno de circo.

Leí con agrado que Diógenes incluyera en su novela mi crítica al concepto “viril” para definir la poesía de las mujeres; así como los datos que aporta mi entrevista a los dos Juanes, y la afirmación del querido José Emilio González sobre Julia “condenada de antemano a un combate feroz con la maledicencia del ambiente”, de cuya frase adopta el titulo de la novela: LAS ESTATUAS DERRIBADAS.

Con lo que no podía estar de acuerdo era con el final de la novela, no solo porque no se corresponde con la verdad, sino porque nada aportaba sobre la biografía de Julia, de quien se han subrayado mas sus amores que su rol como bandera de la lucha nacionalista en su país, algo que cierta crítica masculina siempre enfatiza cuando se trata de analizar la vida y obra de las mujeres escritoras.

Nunca supe cuántas supuestas amantes tuvieron Bosch o Juan Isidro; o cuantas novias Juan Pablo Duarte, porque lo que importa son las ideas que defendieron, las que los convirtieron en paradigmas indispensables de la conciencia nacional.

De eso se trataba, querido Diógenes.

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