Palabras Don José Luís Corripio Estrada (Pepín) En el reconocimiento hecho por el Senado de la República del 5 de Octubre de 2022:
Excelentísimo Señor Presidente Constitucional de la República, Licdo. Luis Rodolfo Abinader Corona; Excelentísima Señora Vicepresidenta de la República, licenciada Raquel Peña Rodríguez; Honorable Señor Eduardo Estrella, Presidente del Senado de la República; Honorable Señor Alfredo Pacheco, Presidente de la Cámara de Diputados de la República; Honorable Magistrado Luis Henry Molina, Presidente de la Suprema Corte de Justicia.
Mi esposa, Ana María Alonso de Corripio; Señor Hipólito Mejía, Ex Presidente Constitucional de la República Dominicana; Honorables Senadores y Senadoras; Honorables Diputados y Diputadas; Distinguidos Ministros y Ministras; Queridos colaboradores y colaboradoras; Señoras y señores, muy buenos días:
En este solemne recinto, en donde se crean las leyes que procuran la justicia y la igualdad para el bienestar y la convivencia de todos los dominicanos; en este sagrado lugar, en el que ejercen su digna y cotidiana labor aquellos a quienes el pueblo escogió como sus representantes; en este espacio me presento convocado ante el honroso llamado del Senado de la república, en ocasión del reconocimiento que generosamente me ha otorgado, en función de nuestros aportes “en favor de la cultura, la libertad de expresión y el respeto de los derechos humanos”.
Según el pensador y filósofo francés Jean de la Bruyére, “solo un exceso es recomendable en el mundo: el exceso de gratitud”.
Son tantos los apoyos y las circunstancias favorables que el destino pone en manos de uno, y a veces son tantas las personas a las cuales hay que dar las gracias, que las limitaciones del espacio, el tiempo y la memoria nos podrían hacer pecar de poco agradecidos. En el caso presente, queremos dar las gracias al excelentísimo presidente de la república, Luis Abinader, por acompañarnos en este memorable acto y dedicarnos parte de su valioso tiempo en esta ocasión.
Quisiera también agradecer la excesiva generosidad del presidente del senado, Ing. Eduardo Estrella, por haber sometido esta resolución, y en él, a las senadoras y senadores que tuvieron a bien aprobar este reconocimiento, el cual acepto en nombre de quienes en la familia nos antecedieron con más mérito que quien les habla, pues les tocó llegar en el momento de la siembra, mientras el suscrito tuvo la suerte de llegar en la época de la cosecha, y de haber contado con las enseñanzas de mi padre Manuel, y de mi madre Sara; así como contar con el invaluable apoyo de mi esposa Ana María, el ángel guardián de nuestra unión familiar; y la contribución de nuestros cuatro hijos, Manuel, José Alfredo, Lucía y Ana, así como la valiosa compañía de un gran número de nietos, tíos, primos y familiares que nos acompañaron siempre, y encarnan la continuidad del compromiso familiar de trabajar por el desarrollo de este hermoso y maravilloso país.
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Nuestra familia se incorporó a República Dominicana hace más de 100 años. Atravesando el océano de lo incierto, mis mayores conocieron en esta tierra la bondad de un pueblo laborioso que fue solidario con gente que como mi padre siempre decía, llegaron en un barco con un boleto de tercera clase porque no había uno más económico, y que, pese a las limitaciones y precariedades, le abrió los brazos, tanto a ellos como a cientos de familias de emigrantes que tuvieron que salir de sus países de origen pensando que perdían a su madre patria, sin saber que ganaban otra.
Según consta impreso en la invitación para este acto, este honorable Senado quiso resaltar el trabajo que hemos realizado “en favor de la cultura, la libertad de expresión y el respeto de los derechos humanos”, y en torno a estos tres aspectos me permitiré hacer algunas precisiones.
Con relación a la cultura, después de nuestros símbolos patrios, ella es quizás nuestro mayor emblema distintivo, porque nuestra riqueza cultura, representada en nuestros valores, es los que somos, nuestra mayor riqueza, la herencia que recibimos de nuestros padres y que legaremos a nuestros hijos; y precisamente por eso, entendimos que era nuestro deber contribuir a su preservación y acrecentamiento; y así como una de las formas de manifestación de la cultura es el lenguaje y una de sus representaciones son las letras y los libros, trabajar para preservar y transmitir nuestra riqueza cultural ha sido una constante de nuestra vida, la que más nos llena de satisfacción, pues creemos que con ello contribuimos a que nuestro país tenga una ciudadanía más orgullosa de su identidad, más consciente de su historia y su destino.
Con relación a la libertad de expresión, a lo largo de su historia el pueblo dominicano la ha visto muchas veces amenazada, pero, a pesar de los designios del destino, la Providencia quiso que perseverara en ella, y esa confianza en su provenir ha permitido que hoy estemos aquí, reunidos, como dominicanos todos, comulgando en nuestra fe en un mejor futuro y en la certeza que contamos con el favor y la bendición de Dios.
Precisamente porque creemos, que la libertad es la madre de nuestra democracia, entendimos que era una obligación moral mantenerla y preservarla desde nuestros medios de comunicación, por lo que desde ellos aupamos la libre expresión de las ideas haciendo que fueran, tal como reza nuestro slogan “la voz de todos”, por dar participación ecuánime, libre e independiente a las diferentes expresiones de pensamiento político y filosófico, en todas sus versiones.
Con relación a los derechos humanos, a la par que el desarrollo de nuestros emprendimientos nos permitió crecer y expandirnos, gracias al trabajo de más de 15,000 personas que con su colaboración directa en el grupo se han incorporado a la actividad económica, y a la labor constante de orientación y formación a través de múltiples formas y estímulos, cursos y asesoramientos a miles de emprendedores, el destino también nos otorgó la responsabilidad de gestionar empresas, y en ellas, siempre hemos tenido como norte el respeto a los derechos humanos de todos nuestros colaboradores; y desde el diario ejercicio de nuestra labor empresarial, intentamos contribuir para su preservación en toda la sociedad, porque tenemos el deber de construir un país en el que la gente tenga derecho al trabajo, a la educación, a la salud, a la alimentación, a todo aquello que hace felices a los seres humanos.
Y es que, recordemos, nuestra gente constituye nuestra mayor riqueza. Los indicadores económicos hablarán de estadísticas, pero lo que verdaderamente mide el grado de desarrollo de un país es cómo vive su gente, y qué tan feliz y realizada se siente viviendo en él.
Aunque el camino más fácil nos brindaba la opción de no ser así, consideramos como norma de conducta heredada de nuestros mayores apoyar la cultura, la libertad de expresión y los derechos fundamentales como única opción viable, en agradecimiento a todo cuanto hemos recibido, especialmente en afecto, cariño, apoyo; todo ello resumido por los fundadores de nuestro país en el lema “Dios, Patria y Libertad”.
El mundo ha dado muchas vueltas desde el gran día en que llegaron a nuestra patria los primeros miembros de nuestra familia, y hemos tenido la suerte de desarrollarnos a la par del pueblo dominicano, siendo a la vez testigos y contribuyendo a su permanente unión, por lo que hacemos votos de que esta, considerada el eje fundamental de la armonía y desarrollo de los pueblos, sea preservada como nuestro más grande tesoro, tal como nos fue legado por el deseo de los fundadores de la nacionalidad dominicana.
Pero no podemos olvidar tampoco que los éxitos alcanzados fueron logrados como se logra todo en la vida, con el esfuerzo colectivo de muchas personas, como si fueran muchas flechas en un sólido haz. No hay éxito que se pueda celebrar y cantar como un evento unipersonal, sino como un evento de esfuerzo colectivo. Cada pieza, por pequeña que sea que haya contribuido a este evento que hoy celebramos aquí, es el producto de un engranaje minucioso en donde cada componente ha sido indispensable, y que, de no haber estado, el resultado no sería el mismo.
Sin embargo, exigentes con nosotros mismos, creemos que siempre hemos hecho menos de lo que podíamos haber realizado, por lo tanto, no estamos concluyendo una labor, sino iniciándola y manteniéndola en crecimiento, como es nuestro deber.
Y así, predicando con el ejemplo, podremos, más que exigir, ayudar; más que corregir, enseñar; sin olvidar que, así como el trabajo, la disciplina, la constancia y el ejemplo constituyen piedras fundamentales del éxito, este siempre debe ser recibido con cautela y humildad, pues uno nunca debe olvidar que la misma escalera por donde se sube, es la misma por donde quizás se tenga que bajar.
El éxito es una palabra engañosa y su breve y fulgurante brillo a veces nos ciega, y nos impide ver en qué consiste realmente; el éxito económico que es un éxito difuso, pues como todo en esta vida, pasa y muere, como pasa y muere la espuma de la ola sobre la arena de la playa.
Con el mayor agradecimiento hacia este honorable Senado, que ha querido con este reconocimiento, que públicamente renovemos ante todos los presentes y ante el país nuestros votos de confianza en el porvenir que como pueblo tenemos por delante, quiero recordar aquellas palabras del poeta, aplicables a nuestro glorioso Himno Nacional:
“Eternamente suena, eternamente canta y cuando sobre el mundo ninguna humana planta trace radiantes surcos de la belleza en pos que aún resuenen los ecos de tus notas trasmontando por las tinieblas rotas como un beso infinito, que va buscando a Dios”.
Finalmente, concluyo mis palabras, pues todo cuanto les diga no será más que una tenue imagen de mis ideas, imperfecta expresión de los sentimientos, y de mi inmensa gratitud hacia todos ustedes.
Muchas gracias.