Doble moral

Doble moral

Claudio Acosta

Aunque se agradece y celebra ya que la cháchara inútil, la crítica destructiva y la plepla convertida en argumento politiquero nunca han resuelto un solo problema en este país, es imposible pasar por alto que nuestra partidocracia ha prolongado la tregua navideña hasta bien entrado el mes de enero, en el que tampoco se han dejado sentir salvo para rechazar, en afinado coro, la sentencia del Tribunal Constitucional que abrió las puertas a las candidaturas independientes y su potencial de convertirse en su Némesis.

Y aunque hace tiempo que no nos dicen lo que necesitamos escuchar, ni tampoco muestran verdadero interés por cambiar las cosas que todos sabemos que hay que cambiar, hace falta todo el ruido que provocan, dejando un vacío que alguien tiene que llenar para no sentirnos tan desamparados, sin nadie que nos defienda y que aliente las esperanzas de que algún día las cosas podrán ser diferentes.

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Ese vacío lo ha llenado la Iglesia Católica, los curas que luchan mano a mano, hombro con hombro, acompañando en sus afanes a los mas pobres y vulnerables, pero también de sus obispos, que a través de sus comunicados y cartas pastorales nos recuerdan que no estamos indefensos ante las injusticias, por acción u omisión, del Gobierno, o la codicia insaciable de los ricos y poderosos. No importa si se trata de los comunitarios de Cotuí, que tendrán que abandonar para siempre las tierras donde nacieron, crecieron y de la que viven, que solo aspiran a que se les pague una compensación justa, o la inmigración ilegal haitiana de la que tanta gente se beneficia en este país pero a la que se quiere tratar con la punta del pie, como si de ella no dependieran sectores fundamentales de nuestra economía.

Y eso se llama doble moral y se llama hipocresía, y por eso hay que agradecer a monseñor Jesús Castro Marte, obispo de La Altagracia, que lo gritara a los cuatro vientos para que todos escuchen, incluidos los que eligieron ser sordos del corazón y ciegos del alma.

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