Yo admiro al pueblo haitiano, veo cómo vence y sale de la triste condición de esclavo para constituirse en nación libre e independiente. Le reconozco poseedor de dos virtudes eminentes: el amor a la libertad y el valor, pero los dominicanos que en tantas ocasiones han vertido su sangre, ¿lo habrán hecho solo para sellar la afrenta de que en premio de sus sacrificios le otorguen sus dominadores la gracia de besarles la mano ? ¡No más humillación ! ¡No más vergüenza ! Si los españoles tienen su monarquía española y Francia la suya francesa; si hasta los haitianos han constituido la República Haitiana, ¿por qué han de estar los dominicanos sometidos ya a la Francia, ya a España, ya a los haitianos, sin pensar en constituirse como los demás ? ¡No, mil veces no ! ¡No más dominación ! ¡Viva la República Dominicana !
Juan Pablo Duarte
Decía don Mario Góngora, el gran historiador chileno ido a destiempo, que la identidad en los diferentes países que componen hoy América Latina se formó sobre la base de la negación del otro, porque, a su juicio, las luchas fronterizas entre las naciones que emergían en el siglo XIX acentuó el ser colectivo negando con saña al vecino. Partiendo de la experiencia chilena, desarrolla esta idea en su famosa pequeña obra titulada Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX. Una tesis interesante que ha sido objeto de múltiples interpretaciones.
Aunque el proceso independentista dominicano comenzó muchos años después que en el sur de América Latina, no menos cierto es que pueden evidenciarse algunos paralelismos: las luchas por la frontera, los enfrentamientos intercaudillistas y la presencia de las potencias europeas enemigas de España. Pero había una gran diferencia: el nacionalismo dominicano se inició contra un país recién independizado y gran víctima del poder imperial francés; mientras que en el resto de la América hispana el sentimiento nacional y sus luchas posteriores nació en contra de la metrópoli española.
Como dije en otro artículo, el planteamiento de Góngora podría aplicarse a la realidad histórica de nuestro país. La dominicanidad se ratificó con la negación de lo haitiano, hecho este que ha sido muy utilizado por la derecha dominicana, que a través del tiempo ha utilizado el sentimiento antihaitiano como un discurso de unificación nacional. Sin embargo, Juan Pablo Duarte, el padre de la patria, estaba claro con relación a Haití. Como bien señala en la cita que encabeza este artículo, no animaba el sentimiento antihaitiano, aunque sí abogaba por la soberanía y la libre elección del camino a elegir. Decía, si el pueblo haitiano pudo elegir su destino, los dominicanos también tenían el mismo derecho.
Francisco Henríquez Vásquez, nuestro historiador dominicano culto y polémico, ofreció una interesante conferencia en febrero de 1992 [i] y abordó el tema del carácter revolucionario del patricio y su posición con respecto a Haití. Destaca Henríquez Vásquez que Duarte estaba convencido de que no era posible la fusión entre los dominicanos y haitianos. Y, continúa señalando, que el Juramento de los Trinitarios evidencia un pensamiento político claro que revela tres cosas fundamentales:
1) Que para Duarte lo principal era la independencia de su pueblo, su constitución en una entidad con gobierno propio, como solución de la contradicción básica de opresión Vs. libertad;
2) Que Duarte era un conocedor de la historia haitiana, tanto como de la dominicana… y finalmente, que
3) Duarte no odia, sino que admira al pueblo haitiano, actitud que explica la alianza que hicieron los trinitarios con los haitianos del Movimiento de la Reforma en 1843.
El pensamiento revolucionario de Duarte, asegura el historiador Henríquez Vásquez, fue producto de su periplo por el mundo. En Estados Unidos, principalmente en Nueva York, allí perfeccionó el idioma inglés y recibió clases de Geografía Universal con Mr. W. Davis. Luego visitó Europa en los inicios de los años 30, cuando el llamado Viejo Mundo, dominado desde 1814 por los ejércitos de la Santa Alianza formada por Austria. Prusia, Rusia e Inglaterra, al derrumbarse el Imperio Napoleónico, era el escenario de múltiples protestas e insurrecciones armadas dirigidas por el Movimiento Romántico, organizado en sociedades secretas que enarbolaban la bandera del nacionalismo y del derecho [ii]
Asegura que esa Europa de las sociedades secretas y de las barricadas constituyó la escuela política de Duarte. Entre esas organizaciones secretas, junto a la masonería, surgió la de los carbonarios, que se proponía dar a Italia una constitución moderna. Todos sus miembros estaban abrazando al ideal romántico de la igualdad, la fraternidad, la libertad y la filantropía, como prendas del auténtico patriota. Uno de ellos, que inauguró una cátedra en la Universidad de Turín sobre el Principio de las Nacionalidades, asistió luego a las reuniones en que quedó fundada la Primera Internacional. Se llamaba Guiseppe Mazzini, fundador de la joven Italia. Cito su nombre porque es el romántico con el que tiene mayor parecido Juan Pablo Duarte. El programa de su organización apelaba al pueblo y lo incitaba, mediante el martirio de unos pocos, a sacudirse de encima el yugo de la opresión extranjera. [iii]
Así pues, en este corto espacio, hemos intentado expresar que el sentimiento de Duarte de crear una República Dominicana libre, independiente y soberana de toda dominación extranjera, se sustentaba en un sentimiento netamente liberal, que abogaba por la libertad absoluta como principio y se inspiraba en los movimientos nacionalistas del siglo XIX, y no en sentimientos en contra de Haití. Defendía el derecho que tenía cada nación que forma la isla de construir sus destinos. El derecho a la autodeterminación era sagrado en el pensamiento duartiano. Entonces creo, que hoy, en el siglo XXI, el entendimiento entre Haití y la República Dominicana debe convertirse en una tarea urgente, inmediata y seria.
mu-kiensang@hotmail.com
mu-kiensang@pucmm.edu.do
@MuKienAdriana