POR DOMINGO ABREU COLLADO
La búsqueda de los orígenes del planeta y la vida humana ha sido una constante en la historia de la humanidad. Aunque por momentos esta búsqueda se queda en aparentes puntos muertos, de repente se reanuda y toma por senderos antes no explorados. O a veces, también retrocede para desandar un camino erróneo y emprender uno que cree correcto en esos momentos.
Actualmente, una de las posibilidades de la aparición de la vida en la Tierra y por ende de la humanidad- tuvo como punto de partida una catástrofe: el choque de uno o varios meteoritos contra el planetas. Para unos, las primeras moléculas orgánicas habrían llegado del espacio exterior a la Tierra bien en meteoritos bien por el choque de cometas. Para otros, en cambio, la vida habría parecido en las proximidades de las fuentes termales cercanas a las dorsales de los fondos oceánicos.
De todas formas, el origen de la vida en nuestro planeta ha sido el resultado de la asociación de diferentes moléculas, que, además de poseer la capacidad de autorreplicarse, fueron capaces de desarrollar estructuras membranosas que aislaron el medio interno del externo.
Estas asociaciones, mediante un proceso de muchos millones de años de ensayo-error, fueron adquiriendo mayor eficacia produciendo copias mejor dotadas que aseguraron su permanencia y mejores alternativas de reproducción.
Sin embargo, para que esto sucediera debían darse unas condiciones muy especiales que hasta hoy no han sido encontradas en ningún otro planeta.
Nuestra atmósfera, casi al igual que la vida en el planeta, tuvo origen, crecimiento y evolución. Pues antes de que apareciera la vida, la atmósfera era muy diferente a lo que es ahora, pues carecía de oxígeno y estaba constituida por los gases metano, amoníaco, vapor de agua, hidrógeno, helio y neón; de modo que la atmósfera primitiva era anaerobia (sin oxígeno) y reductora.
Pero por otro lado, nuestra atmósfera carecía de la capa de ozono que existe actualmente en los estratos altos, de modo que las radiaciones solares, especialmente las ultravioleta, llegaban sin dificultad a la superficie terrestre, haciendo mucho menos posible el crecimiento espontáneo de los organismos que hoy conocemos y de los que ya desaparecieron.
El proceso que llevó a formarse la atmósfera que conocemos se inició con un lentísimo cambio evolutivo que liberaba hacia el espacio los gases más ligeros: helio, neón e hidrógeno, y la descomposición del metano y el vapor de agua por la acción de las radiaciones solares ricas en energía.
A medida que se iba liberando oxígeno por la descomposición del vapor de agua, este gas fue oxidando primero los metales de la superficie terrestre y luego los gases restantes de la atmósfera (amoníaco y metano). Y solamente cuando concluyó ese largo proceso de oxidación, el oxígeno empezó a quedar de forma libre en la atmósfera.
Fue entonces, luego de ese período de transformación de nuestra atmósfera, de reducida a oxidada, fue cuando apareció la vida sobre la Tierra, primero con seres que no necesitaban el oxígeno para vivir (anaerobios), luego con aquellos seres a los que este gas se les hizo imprescindible (aerobios).
En última instancia, la vida surgió como resultado de una combinación de moléculas inorgánicas, es decir, por abiogenia, en unos momentos en que las condiciones del planeta eran distintas de las actuales.
Luego, el efecto de los primeros seres vivos sobre el medio terrestre fue tal que la abiogenia dejó ya de ser una posibilidad en la superficie del planeta.
Acción en el mar primitivo
Lo que se describe a continuación parece más una película de invasión de seres extraterrestres que una explicación científica. Pero resulta más divertido que cualquier otra fría exposición.
Las radiaciones ultravioleta del Sol y otras fuentes energéticas rompieron las moléculas de los gases de la atmósfera primitiva, y los radicales atómicos libres pudieron recombinarse en moléculas de naturaleza orgánica que, a lo largo de millones de años, fueron arrastradas por el agua de lluvia, acumulándose en los mares primitivos.
Allí, protegidas de las radiaciones y de posible oxidaciones, se puso en marcha una activa transformación en moléculas orgánicas cada vez más complejas, de modo que el mar primitivo, que en un principio sólo contenía sustancias minerales disueltas, se convirtió en lo que se ha llamado caldo primitivo, con gran concentración de sustancias orgánicas, algunas de las cuales se hicieron estables y adquirieron capacidad de autorreplicarse, es decir, que vinieron a transformarse en auténticos GENES.
Y ahí estamos nosotros casi entrando en la historia del planeta, probablemente oriundos primigeniamente del exterior, razón por la cual no pensamos en la necesidad de la protección de este planeta extraño, el que tendremos que abandonar luego que acabemos con su existencia y largarnos a colonizar otros, si los encontramos con algún tipo de vida al que podamos adaptarnos.
¿Y qué pasó con los GENES?
Los procesos que entrañaron la aparición de la vida sobre la Tierra tienen ahora su explicación, y todo gracias a un eslabón, pero no el famoso eslabón perdido, teoría medio perdida ya en la historia de la búsqueda del origen del hombre en sí.
Este eslabón primeramente citado ha sido el descubrimiento de los mecanismos que utilizan las células para sintetizar sus proteínas, la molécula de doble hélice o ADN (ácido desoxirribonucleico), que constituye los cromosomas de las células y que contiene el código por el que aquellas se rigen para enlazar los aminoácidos.
Pero junto al ADN se descubrió también la existencia de otro ácido nucleico esencial, el ARN (ácido ribonucleico) que desempeña asimismo un papel crucial en la síntesis proteínica. A partir de estos descubrimientos los científicos diseñaron modelos de las vías de producción de los diferentes compuestos primarios de los seres vivos, en las condiciones primitivas del planeta.
Sin embargo, al descubrirse que no hay modo de sintetizar ARN en las supuestas condiciones de la Tierra primitiva, han surgido teorías contrapuestas acerca del origen de la vida, que son las teorías expuestas más arriba, al principio de este trabajo.
De todas maneras, los genes de los que hablamos en el segmento anterior se diversificaron y unieron para formar los primitivos seres vivientes que, habiéndose originado en un mar de moléculas orgánicas y estando en contacto con una atmósfera sin oxígeno, obtenían su energía por fermentación anaeróbica de algunas de esas sustancias orgánicas. Los primeros organismos, por tanto, debieron ser heterótrofos (bacterias arcaicas) y sólo pudieron sobrevivir mientras existió en el caldo primitivo una cantidad suficiente de moléculas orgánicas. Mantenido a lo largo de millones de años, este tipo de nutrición acabó con esas reservas de materia orgánica, que además ya no podía ser repuesta por síntesis inorgánica a medida que la atmósfera iba perdiendo su carácter reductor. En consecuencia, algunos organismos tuvieron que arbitrar una solución para poder llevar a cabo un sistema de nutrición que partiese delamateria inorgánica.
Entonces apareció la FOTOSÍNTESIS.
El gran fenómeno verde
El salto evolutivo que hizo posible la continuidad de la vida en nuestro planeta ante el grave problema nutridito al que se enfrentaban los primitivos seres heterótrofos el agotamiento de las reservas orgánicas del caldo primigenio consistió en la adaptación de algunos de estos organismos a un nuevo sistema de nutrición, el autotrofismo. Esta adaptación fue posible mediante la aparición del proceso de la fotosíntesis.
Gracias a este paso, que debió suponer una larga etapa evolutiva hasta que se produjo el hallazgo de la clorofila y se consolidaron todas las etapas del complejo mecanismo metabólico que supone ese proceso, la vida no fue un episodio pasajero.
Sin embargo, otro proceso se está dando al paso del género humano sobre el planeta: la desaparición de la vida creada a partir de la fotosíntesis como resultado del uso abusivo de los recursos originados por ese fenómeno verde. Pero ahora, el género humano no cuenta con otras alternativas para sustituir estas formas de vida, a menos que logre sintetizar alimento proteínico a partir de lo que queda del petróleo, esperando que de su origen orgánico pueda extraerse de nuevo vida.