Desde hace algún tiempo hemos estado insistiendo en la necesidad que tenemos de enfocar la cuestión ecológica desde un punto de vista económico. Es ya impostergable recurrir a la metodología necesaria para estimar económicamente lo que tenemos en materia de recursos naturales y en importancia ecológica.
En varias ocasiones hemos planteado en reuniones y públicamente que no podemos continuar con los argumentos ecologistas sin pasar a los argumentos ecológicos; que no podemos seguir oponiendo a los argumentos economicistas de los sectores interesados en la negociación y distribución de nuestros recursos, los argumentos meramente simpáticos con la defensa de la flora, la fauna y los suelos.
En reuniones de hace años planteamos la posibilidad de dar forma a argumentos económicos y ecológicos para elevar el nivel de la discusión en torno a las necesidades de la población dominicana y al manejo de los recursos naturales en relación con esos recursos. Pero ha faltado la construcción de una base teórica.
Esa falta de base teórica ha impedido nuclear al movimiento ambiental y ecológico alrededor de un pensamiento maduro que guíe nacionalmente la defensa de la base de recursos naturales que son a su vez la base de toda economía.
Existe un importante trabajo del 2001 titulado Introducción a la Economía Política Ecológica, de Guillermo Torres Carral, que puede ayudarnos en la construcción de esa base que necesitamos. Vamos a tomar de ese trabajo algunos segmentos para mostrar su orientación.
La ecología política surge como ciencia en la medida en que su objeto de estudio se conforma por una red de circuitos de producción y consumo que constituyen un sistema, una totalidad de interrelaciones. La ecología, por su parte, se nos presenta como una ciencia que estudia los sistemas naturales o ecosistemas. Y así como la ecología no incorpora en su análisis a los sistemas económicos, la economía política tampoco se aboca al estudio de los ecosistemas; mientras que la economía ecológica estudia la integración de ambos sistemas en uno solo, no como una simple sumatoria sino como una auténtica síntesis, creadora de un nuevo nivel de análisis entre la producción y la naturaleza. Esta unidad origina una estructura dual que incluye a ambos objetos de estudio y, por lo tanto, de su interacción se deriva el contenido específico de esta nueva disciplina. De esta forma, la naturaleza aparecerá determinada por la economía y a la inversa, pero sólo cuando se empalma la producción social con la reproducción natural (sin afectar su lógica ecológica intrínseca), entonces se puede hablar de una economía ecológica.
La economía ecológica busca reducir las diferencias entre el funcionamiento de la economía y de la naturaleza, y consolida las áreas en las que esto se ha estado haciendo desde tiempo atrás como en la agricultura pero ahora de manera consciente, sistemática, totalizadora y global.
La economía ecológica no renuncia a los fines del desarrollo, pero los compatibiliza con las leyes que rigen la economía de la naturaleza, por tanto, impone cambios fundamentales y formales en el funcionamiento de los mecanismos económicos que no pueden implantarse sin la acción consciente del hombre en su práctica social comunicativa.
Mientras la economía ecológica responde a los problemas vinculados con la generación de riqueza y de pobreza, la ecología emerge como consecuencia de la destrucción de los ecosistemas, y de la naturaleza en lo general, por la pérdida de organicidad de la producción.
La restauración orgánica y social
El sistema de abuso que se ha seguido en el manejo de los recursos naturales en el planeta ha conducido a la destrucción un número inimaginable de ecosistemas. Esa destrucción ha alterado el equilibrio natural y desquiciado las economías de países pobres y ricos. Por esas razones se necesita una restauración natural y social que Torres Carral plantea de la siguiente manera.
En vista de lo señalado y en aras de la restauración orgánica, la economía ecológica requiere una reorganización social, así como relacionar a ésta con los ecosistemas terrestres. En este sentido, la economía ecológica critica simultáneamente a la economía por olvidarse de la naturaleza, y a la ecología, por olvidarse del carácter dinámico de las organizaciones sociales. Sobre todo, porque se plantea una superación de ambas, en tanto se han perfilado como fin en sí mismas, con muy poca relación con el polo opuesto, por tanto, todos los problemas de la economía ecológica alcanzan un doble nivel.
En el proceso de aparición y diferenciación de esta nueva economía, se hace necesaria una revisión teórica de las principales ideas del pensamiento económico en el marco de una posición crítica de la filosofía en que se sustenta la destrucción ambiental, considerada ésta no como forma aislada sino en tanto un modo depredador, un verdadero sistema ecológico, económico y social. No es el fenómeno aislado sino la interacción de conjunto, en sus causas centrales y secundarias y en cuanto a fenómenos directos o derivados.
Este modo de depredación requiere la reversión; una reversibilidad hacia sistemas regenerativos, tanto en la sociedad como de la naturaleza.
Las economías conocidas
Si tomamos en cuenta la evolución del pensamiento económico, encontramos algunos rasgos no cronológicos fundamentales.
La proliferación de la idea de que la función principal del bien natural es lograr una mayor rentabilidad (mercantilistas y teoría clásica en A. Smith).
La idea de que el recurso natural funciona como una externalidad, lo cual significa regresar al punto anterior (teoría neoclásica).
Que los bienes naturales son fuente inagotable (Ricardo), con un potencial ilimitado o bien limitado (en el caso de Malthus).
Que tales recursos representan un capital que permite un mayor desarrollo (el llamado neoliberalismo).
Que son la base para la eliminación de la explotación y la construcción del socialismo (Lenin, Trotsky, Mao, etcétera).
También encontramos posiciones menos depredadoras, por ejemplo:
Que los recursos naturales o mejor dicho, la naturaleza en general, es la base de la economía y de la producción de la riqueza material (tal es el caso de la escuela fisiocrática).
Que los recursos naturales constituyen condiciones indispensables que hay que cuidar (como en la llamada economía ambiental y en los textos de Marx).
Que se requiere un cambio en su relación con el concepto, pero también con el uso, aprovechamiento y manejo que se tiene de la naturaleza (como en la economía ecológica) (Constanza, Daly, Martínez Alier).
En suma, sólo en los fisiócratas, y en parte en Marx, se encuentran las bases que, junto con la economía ambiental y la bancarrota de todas las corrientes económicas, tratan de explicar y resolver no sólo los problemas ambientales, sino específicamente los económicos, como en la economía ecológica.
La economía ecológica como paradigma
La economía ecológica emerge como un verdadero paradigma en el nuevo milenio y, cada vez, hay más investigadores que la toman en cuenta para medir el grado de sustentabilidad y compatibilidad de los sistemas económicos. La economía ecológica, por cierto, no es lo mismo que la economía política, pero debe complementarse con ella; esto es, la economía política debe ser considerada como ideología particular respecto a la naturaleza, como consecuencia del modo de destrucción de la naturaleza aún vigente, lo cual requiere plantear la necesidad de adoptar un modo de restauración, un verdadero modo ecológico, en sentido más estricto ya que, en sentido amplio, los modos ecológicos significan diversas formas de apropiación de la naturaleza, creando diversas unidades ambientales en su forma y contenido; es decir, tendencias específicas en la relación de conservación o deterioro de la naturaleza.
La economía política surge con el capitalismo. Así, mientras el capitalismo mercantilista se funda en la explotación geográfica del mundo (y concluye este proceso en la llamada era de la globalización), y la fase del capitalismo industrial corresponde con la apropiación directa de la naturaleza, es decir, la explotación intensiva de los recursos humanos y naturales, el capitalismo agrícola, por el contrario, se funda en una revolución científico tecnológica, simultáneamente a la expansión de la faceta puramente depredadora, tal y como ocurre con el sistema extractivo de plantaciones y la ganadería extensiva.
Con la anexión de la naturaleza al capital, el capitalismo industrial creó la gran transformación técnica del siglo XIX, y aunque este resultado se verificó en la agricultura, ahí encontramos una marcada continuidad con la sociedad tradicional, lo que contribuyó a mejorar el uso del suelo, siendo más racional que en la época anterior.