Economía

Los mercados

Cómo ha jugado reparto en desgaste de gobiernos

Se incurre en un error cuando desde la gestión pública no se logra entender la necesidad de mantener un equilibrio, entre el reparto y crecimiento

Los mercados confían en que la gestión de José Antonio Kasta será más predecible.

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Con la elección este domingo de quién está llamado a ser el nuevo presidente de Chile, José Antonio Kast, el país suramericano se convierte en el último de una lista, que se hace larga, de naciones de la región que dan un giro político hacia la derecha.

Aunque hay otros factores atenuantes, en el fondo, detrás de este viraje está la dificultad de entender el descontento que se genera en la población y la pérdida de confianza entre los inversionistas, cuando desde la gestión pública no se logra entender la necesidad de mantener un equilibrio, entre el reparto y el crecimiento económico sostenido.

Tras conocer la victoria de Kast, creció el apetito por los activos chilenos, pues los inversionistas la asumieron como una señal de que Chile podría reenfocar su narrativa de crecimiento tras más de una década de expansión mediocre.

Particularmente, la reacción del mercado cambiario fue de optimismo: en la jornada de este lunes, el peso chileno abrió al alza frente el dólar, que cayó a 903 pesos, mínimo que no se veía desde 2024.

La reacción de los mercados se explica en la pérdida credibilidad que genera la política económica cuando se sacrifica el crecimiento económico por el reparto, y Chile, aunque no está en el extremo, se colocó en esta situación al impulsar políticas que hacían más énfasis en la distribución del ingreso que en el crecimiento.

Y resulta que cuando la redistribución se adelanta al crecimiento sostenible, los programas sociales comienzan a financiarse con deuda, inflación o ingresos transitorios.

Al inicio generan alivio y apoyo político, pero con el tiempo producen restricciones fiscales que obligan a recortes, ajustes o endeudamiento, erosionando la credibilidad de la gestión pública.

Y si se insiste en el desequilibrio, el reparto se institucionaliza y se hace difícil de revertir. De esta manera el gasto se vuelve rígido y reduce la capacidad del Gobierno para responder a shocks externos o ciclos económicos adversos.

El reparto debe tener un límite, el de que no erosione la inversión privada y pública, el ahorro, la productividad y los incentivos a producir, innovar y formalizarse.

Del lado de la derecha, también suele quebrarse el equilibrio, pero al revés: se reparte menos de lo necesario o nada, lo que también pone en riesgo la estabilidad social.

Por eso es muy importante entender que cuando el reparto corre más rápido que el crecimiento, la esperanza se adelanta al sustento, y el Gobierno comienza a gastar no solo recursos, sino también crédito político porque genera inestabilidad de precios y menos empleos.

Igualmente, el sacrificio del reparto justo hace perder dignidad a la sociedad, y la hace insostenible, volviéndose al final contra el propio crecimiento. Porque el reparto es una virtud cuando nace del excedente; pero cuando nace del capital, conduce a la descapitalización.

Sobre el autor
Mario Mendez

Mario Mendez

Licenciado en Economía, del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC), con más de 40 años de ejercicio en el periódico HOY.