Monseñor Gregorio Nicanor Peña recordó a los miembros de la Policía Nacional las delicadas tareas que tienen por delante, sobre todo, –apuntamos nosotros— en una sociedad abierta, democrática.
“Entiendan ustedes que están para garantizar la seguridad ciudadana, imponer la ley y el orden, pero siempre respetando los derechos que tienen todos los ciudadanos de nuestro país”, esbozó el obispo emérito desde el púlpito de la parroquia Inmaculada Concepción de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, en Santiago.
Un resumen excelente de la esencia de la misión policial: garantizar la seguridad ciudadana, imponer la ley y el orden y el respeto a los derechos ciudadanos. Esto es exactamente lo que espera la ciudadanía y los dominicanos y dominicanas que, en razón de su edad, todavía no han llegado a la titularidad ciudadana.
Estas declaraciones del prelado llegan en un momento muy oportuno, cuando desde las alturas gubernamentales se hacen esfuerzos serios y sistemáticos para llevar al seno de la Policía Nacional una transformación que la califique para ejercer sus funciones en un contexto ampliamente democrático, siempre alejada de las tentaciones heredadas de la cultura policial que nació y se desarrolló en la era de Trujillo.
Debemos subrayar que desde hace varios años la sociedad reclama esta transformación, pero las mentalidades autoritarias que gestionaban la institución plantaron grandes obstáculos y desde el Palacio Nacional se abrigaban temores que impedían poner las manos en el arado.
En este Gobierno, por suerte, la actitud es diferente. Gobierno, Policía y Sociedad se han sentado en una mesa, han hablado, han discutido, han diseñado planes, y han puesto un atractivo plan en marcha. No siempre el avance tiene la velocidad deseada, pero se avanza y la buena voluntad de cambios se mantiene.
Necesitamos una Policía Nacional que, como dijo el obispo en Santiago, garantice la seguridad ciudadana, imponga la ley y el orden y respete los derechos ciudadanos. Nada debe detenernos en perseguir esas metas.