Asumir que no existe una naturaleza humana implica dar por hecho que todo cuanto somos parte de una construcción social e histórica que se desarrolla en un contexto determinado. Asumir que los seres humanos que interactúan como seres sociales están arrojados a una realidad que les moldea, que hace de ellos tal o cual cosa y que les equipa de una normalidad que beneficia siempre a un pequeño grupo del colectivo, detrás de cada conducta normal existe un ente normalizador que se beneficia u oprime desde el sentido común.
Todo cuanto es lo humano en sociedad, se construye, se crea y por tanto es el resultado de un proceso histórico determinado, los principios, valores, categorizaciones, conceptos y prejuicios se construyen se producen y se reproducen socialmente dentro del marco de lo que se asume como normal en cada época y contexto.
Racismo, sexismo, homofobia, misoginia y machismo, estas y todas las demás formas de prejuicios que sirven de base a la opresión, degradación y marginación del otro, estos prejuicios son aprendidos, inculcados y reproducidos de generación en generación, pero no son naturales ni le son intrínsecos al ser humano, por lo cual pueden ser desconstruidos, transformados, modificados y por qué no, erradicados.
Los prejuicios que se desprenden directamente del sistema patriarcal y que se instalan en la subjetividad y se expresan en el comportamiento de los varones, como la misoginia, la homofobia y el machismo son propios de una cultura basada en la lógica heterosexual (heteropatriarcal), se producen y se reproducen con el consenso de la sociedad, desde la cultura, la familia, la escuela y las religiones, he ahí donde entran en juego las instituciones de control social y es en este proceso donde se institucionaliza el privilegio a varones y se normaliza la opresión a mujeres, y la opresión y denigración a varones que no se identifican con la lógica binaria y hegemónica de heterosexualidad.
Ese proceso que bien podemos llamar de institucionalización, internalización y subjectivizacion de los ejes fundamentales del patriarcado: falocentrismo, heterocentrismo, coitocentrimo y falogocentrismo no se da de manera aislada sino que es un recurso consensual del poder que se instala desde las instituciones que antes mencionamos, por lo cual el combate y la erradicación de estos consensos y practica dañinas y opresoras no debe ser individual, no es un enfrentamiento a varones individuales que siquiera entienden esto conceptos, que no están consciente de que son misóginos, machistas y homofóbicos en tanto estos prejuicios les han sido inculcados como buenos y validos desde la infancia de manera subjetiva e inductiva.
Esa construcción de subjetividades individuales pero que al ser forjadas socialmente actúan de manera colectiva y se expresan en comportamientos sociales aceptados, forman parte del discurso político y el discurso económico no pueden ser jamás erradicadas sin enfrentar el modelo de sociedad y el sistema patriarcal en su conjunto y desde su base, no es compatible la construcción de una nueva cultura masculina una nueva masculinidad sobre la base del respeto, la tolerancia y la solidaridad, en un sistema de relaciones de poder en el que el varón, macho heterosexual está en la supremacía social sustentado en los privilegios que su condición le otorga.
Es política la lucha contra estas formas de opresión dado que estas son parte del sistema de lógica y cultura que establecen el sentido común de los varones y en tanto se sostiene en instituciones sociales de largo arraigo, luchar contra ellas es desmontar la lógica del pensamiento binario, superar el maniqueísmo, es desconstruir el relato del sentido común que parte de las estructuras que sostienen el patriarcado y que naturalizan la opresión, es luchar contra la escuela como la conocemos, es luchar contra el poder y la injerencia de la iglesia en la educación y en el tema de género y sexualidad.
Enfrentar desde la desconstrucción el discurso político que centra la heterosexualidad masculina y la hegemoniza sobre la base de la misoginia y la homofobia proporcionándole a estas significantes de poder, en consenso con las demás formas de poder social y económico, por lo cual la lucha debe tener un carácter multidimensional desde lo político, lo económico lo social y lo cotidiano, debe atravesar todas las demás luchas, estar presente en todas las formas de resistencia, tomando en cuenta que es un asunto de creación de conciencia sobre la validez de los postulados de la lucha de género.
Asumir que el cuerpo y la conciencia como objetos de construcción social están afectados por el poder social que impone estereotipo, significados y jerarquías los cuales establecen en el sentido común que asume como normal la opresión y la denigración de todo cuanto escapa a la lógica del varón heterosexual, por lo que planteamos que educar, transformar y construir son verbos, salgamos pues a conjugarlos en la necesaria lucha por la equidad de género y el respeto a la diversidad en el más amplio abanico de posibilidades del ser.