Ejercer el derecho a la protesta sin afectar actividades

Ejercer el derecho a la protesta sin afectar actividades

El difuso efecto parcial ayer de una paralización de labores para protestar por el alto costo de la vida en la zona Norte del país (entre otras consignas que caen bien a la gente) estuvo precedido de una militarización de las calles susceptible de generar provocaciones de impredecibles consecuencias y de un número importante de pronunciamientos de liderazgos sociales debidamente identificados en contra de una cesación generalizada de actividades. Se urgía, evidentemente, a los habitantes de un gran número de localidades a apartarse, por decisión ajena a su voluntad, de sus fines y objetivos cotidianos; que en la mayoría de los casos corresponden a prioridades de subsistencia con diversidad de proyectos personales, familiares y de compromiso con negocios propios o con empleadores. Incluyendo asistir a diversos niveles de docencia que, por cierto, fue el único ámbito afectado totalmente; no por dócil adhesión a los promotores sino porque cuando la guardia y los quemadores de goma con desparrames de basura parecen a punto de entrecruzarse, todos los espacios públicos son inseguros. Un miedo razonable convertido en aliado de quienes sin recibir un específico mandato, se proclaman defensores de más de la mitad de la colectividad nacional y le exige obediencia.

Es posible activar multitudes para demostrar la justeza y pertinencia de demandas, protestar contra el orden de cosas y lograr resultados. Para ello no es imprescindible paralizar comunidades ni áreas de la economía.

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