El 1j4 y la resistencia desde embajadas latinoamericanas

El 1j4 y la resistencia desde embajadas latinoamericanas

En los finales de la dictadura trujillista, la represión contra la disidencia política arreció en todo el país. En ese contexto de riesgo y persecución acentuada, algunos catorcistas optaron por buscar refugio en embajadas latinoamericanas, siguiendo el camino que tomaron otros opositores anteriormente, cuando se vieron obligados a solicitar asilo en las sedes diplomáticas, lo que constituía un claro desafío al régimen.

Entre los primeros luchadores antitrjuillistas que tomaron esa dramática decisión encontramos a Enriquillo Henríquez García y Francisco Alberto Henríquez Vásquez, quienes se asilaron en la legación de Venezuela en 1945. De igual forma, Luis Escoto Gómez, Francisco Escoto Gómez, Andrés B. Escoto Gómez y Rafael Peguero, quienes estuvieron en la sede diplomática de México en junio de 1947, siendo acompañados dos meses más tarde por Mauricio Báez y Ramón Grullón Martínez.

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A los pocos días, el 27 de agosto de 1946, todos los que ingresaron a dicha embajada, juntamente con Fredy Valdez, Roberto MacCane, Héctor Ramírez, Rafael Ovenedit, Antonio Soto, entre otros, firmaron un manifiesto a nombre del Partido Socialista Popular en el que anunciaban su decisión de lanzarse a la lucha política en territorio dominicano, aprovechando el breve “interludio de tolerancia” que Trujillo dispuso para la oposición. Tres años más tarde, en 1950, la embajada de México fue nuevamente el escenario de acogida para Juan Bautista Ducoudaray Mansfield, Félix Servio Ducoudray Mansfield, José Espaillat Rodríguez, Pericles Franco Ornes, Cecilio José Grullón Martínez, Felipe Gregorio Maduro Sanabia, Francisco Javier Maduro Sanabia, José Granados Grullón y Francisco José Aponte Willer. Allí también estuvieron, un año y medio después Rolando Alberto Roque Martínez con su esposa e hijos. En el mes previo a las expediciones de junio de 1959, se asilaron en la embajada de Venezuela de Ciudad Trujillo varios opositores que encontraron la solidaridad en un grupo de valientes mujeres encabezadas por Dolores Voigt.

Estas incursiones precedieron el asilo masivo que se produjo el 24 de febrero de 1960 en la embajada de Brasil, ubicada en la Av. Máximo Gómez esquina Arístides Fiallo Cabral, en donde un grupo de connotados dirigentes catorcistas decidieron, según palabras de Tony Raful, “romper el cerco de policías secretos que rodeaba la legación diplomática, internándose a tiros en ella”. Sobre este particular, el periódico El Caribe del 25 de febrero señaló detalles del suceso indicando que “un grupo de personas entró en dos automóviles en el recinto de la embajada de Brasil, después de herir dos policías que prestan servicios en la zona donde se encuentra la embajada. En Relaciones Exteriores calificaron de “pandilleros” a los que entraron en la sede diplomática y uno de los autos está registrado a nombre de Mario Read Vittini”.

Además de Read Vittini, en la intrépida acción armada estuvieron Francisco Carvajal Martínez (Bueyón), Juan Miguel Román Díaz, Eligio Bautista Ramos (Mameyón), Rafael Mejía Lluberes (Baby) y Noél Henríquez Díaz (Nabú), entre otros. Estos dirigentes políticos, algunos vinculados a figuras claves en los mandos militares como por ejemplo Nabú Henríquez, sobrino de Juan Tomas Díaz, al solicitar asilo político no solo buscaron protección personal, sino que también contribuyeron a visibilizar la situación política dominicana, tanto a nivel nacional como internacional. Por un lado, mostraron el estado de terror que vivía la sociedad, y la decisión de algunos de romper con ella, y por el otro, las fricciones o desgaste que ya venía presentando el régimen en el seno de su propia base de apoyo social. Esto nos permite comprender lo implacable que fue la persecución que sufrieron los integrantes del Movimiento Clandestino, y cómo algunos de sus dirigentes se vieron forzados a asilarse en las embajadas para huir de la violencia que agobiaba al pueblo dominicano.

Desde esa perspectiva, las embajadas eran percibidas como verdaderos santuarios temporales al que los opositores aspiraban resguardarse. A modo de anécdota, siempre recuerdo que en una de las tantas tertulias o peñas que se celebraban en la casa de Nemesio Mateo se ofreció la versión de que los agentes del SIM en algún momento montaron una falsa embajada con el propósito de atrapar personas que buscaban obtener asilo, siendo posteriormente ejecutados y desaparecidos los que cayeron en aquella trampa.

Ciertamente, Johnny Abbes tenía una mentalidad muy ingeniosa, por lo que dicha historia debe estar recogida en algún lugar.

Sobre los asilados de la embajada de Brasil, se sabe que permanecieron hasta el 22 de mayo de 1960, cuando “partieron al exilio, en medio de grandes presiones y agonías”. De acuerdo con el historiador Roberto Cassá, “desde que se trasladaron a Brasil, los primeros exiliados del 14 de Junio se propusieron llegar a Venezuela, puesto que estimaban que desde allí podrían insertarse en los proyectos contra el régimen”. Agrega, además, que sobre ese colectivo “casi todos los restantes llegaron a Caracas no mucho después”.

En su libro sobre Los orígenes del 14 de Junio, Cassá destaca que “únicamente Polo Rodríguez optó por dirigirse primero a Cuba atraído por el régimen castrista”. Es precisamente en esos momentos cuando se produce, el 24 de junio de 1960, el atentado organizado por Trujillo contra el presidente venezolano Rómulo Betancourt, el cual tuvo un impacto significativo en el exilio antitrujillista, tal como veremos en la próxima entrega de esta serie. Por igual, abordaremos la liberación de algunos catorcistas de las cárceles dominicanas, la salida de exiliados hacia Argentina, así como las discusiones que se desarrollaron en Venezuela, donde confluyeron grupos y tendencias ideológicas que llegaron a tener diferencias, a pesar de que todos tenían como objetivo acabar con la dictadura.

Dr. Amaurys Pérez, Sociólogo e historiador UASD/PUCMM