“No sabemos lo que nos está pasando, y eso es exactamente lo que nos está pasando” es una frase del filósofo y ensayista español Ortega y Gasset; que, en los años treinta del siglo pasado, vio venir la inestabilidad que precedió a la Segunda Guerra Mundial.
La expresión fue citada recientemente por Moisés Naim en una entrevista para definir la coyuntura actual, caracterizada por la confluencia de grandes crisis y desafíos a lo que hay que dar respuestas, como el cambio climático, la crisis de identidad cultural, la Inteligencia Artificial (IA), la desconfianza en instituciones globales y la polarización ideológica y política. Un contexto en el que, por demás, el juego de la democracia no pasa por mejor momento.
Para el funcionamiento de la democracia es vital el respeto por la diversidad de opiniones. Esa es una precondición para lograr un diálogo constructivo y los consensos necesarios para poner en marcha políticas pública a favor objetivos comunes. En un contexto de polarización eso no es posible.
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La polarización política es un fenómeno cada vez más presente en las democracias de muchos países alrededor del mundo, y sus efectos negativos son profundamente preocupantes para la salud de los sistemas democráticos. En ese contexto, las opiniones, las posturas y creencias de la población se dividen en extremos opuestos en torno a temas políticos o ideológicos.
Cuando la polarización extrema impide el diálogo constructivo y la búsqueda de consensos, se dificulta el funcionamiento adecuado de las instituciones democráticas y se debilita la gobernabilidad.
Una muestra de hacia dónde conduce la polarización política es el reciente intento de asesinato contra el candidato del Partido Republicano, Donald Trump, que se produjo durante un mitin en Butler, Pensilvania; es una manifestación grave y concreta de la tensión y la violencia creciente que se vive en Estados Unidos, situación que el propio Trump ha contribuido ostensiblemente a alentar. En gran medida podría decirse que amoló cuchillo para su garganta. Menos mal que vivió para contarla.
Ojalá que lo ocurrido con ese atentado a Trump no marque lo que pueda ser el futuro de Estados Unidos. Desde que entró en política, el súper líder de la extrema derecha estadounidense se ha caracterizado por deslegitimar a sus adversarios y alentar la violencia contra ellos. Ha utilizado repetidamente un lenguaje polarizador para describir o atacar a sus oponentes políticos, a medios de comunicación críticos y aquellos que no estaban de acuerdo con él. Del mismo modo, frecuentemente ha alentado enfrentamientos entre sus seguidores y manifestantes contrarios a él en sus mítines. Esto no sólo ha exacerbado las tensiones en el ambiente político, sino que también ha contribuido a una atmósfera de confrontación constante
Adicionalmente, Trump es un cuestionador de la legitimidad de instituciones clave como el sistema judicial, el Congreso y los servicios de inteligencia cuando sus decisiones o acciones no estaban alineadas con sus intereses o creencias. Esta actitud ha erosionado la confianza en las instituciones democráticas y ha exacerbado las divisiones políticas. Su postura sobre temas como la inmigración, el comercio internacional, el cambio climático y los derechos civiles han dividido a la opinión pública, generando una mayor fragmentación de la sociedad
Con él se ha roto o erosionado el consenso y la cooperación bipartidista. En lugar de buscar compromisos y soluciones pragmáticas que beneficien a toda la sociedad, los que está priorizando en Estados Unidos es la confrontación y la defensa de sus posiciones ideológicas extremas. Esto lleva a un estancamiento legislativo y dificulta la capacidad de abordar problemas urgentes y complejos.
La polarización puede llevar a un deterioro en la calidad del debate público. Lo vemos en Estados Unidos. En lugar de discusiones informadas y razonadas sobre políticas, los debates tienden a centrarse en ataques personales, desinformación y simplificaciones excesivas de problemas complejos. Esto puede dificultar la búsqueda de soluciones efectivas y consensuadas.
Las consecuencias son la degradación de la democracia estadounidense y pérdida de credibilidad en las instituciones por la población. Lo cual es desastroso y penoso. Muy de lamentar.
La polarización política crea un ambiente pernicioso para la democracia, la creación de consensos y la construcción de la paz. No abona al desarrollo.