“Yo vivo en un barrio popular de Caricuao y me sorprendió que la gente caceroleara. Eso antes simplemente no sucedía”.
Eso me dice en el centro de Caracas un joven desempleado que prefirió no revelar su nombre: “Mi barrio siempre fue un sector altamente chavista”, añade.
La capital de Venezuela se ha convertido en el epicentro de intensas protestas que sacuden al país sudamericano tras el anuncio de unos resultados electorales altamente disputados.
Los cacerolazos surgieron de manera espontánea y rompieron un silencio que reinaba en la ciudad quizá como consecuencia de un resultado electoral inesperado.
Pero pocos anticiparon que se escucharían con más fuerza en los barrios populares de la capital venezolana, muchos de los cuales solían ser bastiones del movimiento chavista.
Desde Catia, hasta Petare -uno de los más poblados de América Latina-, pasando por La Vega y El Cementerio. El ruido en algunas zonas era ensordecedor.
La protesta no quedó allí. También de manera espontánea la gente comenzó a salir a las calles, algunos con sus cacerolas en mano.
Mientras los líderes opositores guardaban silencio, las calles de Caracas se calentaban lentamente.
“Esta marcha es del barrio de Petare, aquí no hay partido político ni tenemos ningún partido que nos esté dando nada”, le dice a BBC Mundo María Vázquez, una ama de casa de 60 años.
“Salimos porque este fraude hay que pararlo. Este gobierno tiene que salir”, prosigue.
La emblemática Plaza Altamira, en el este de la ciudad, se convirtió una vez más en el punto de encuentro de la oposición.
Cientos de petareños y personas de otros sectores populares de Caracas y sus afueras (algunos viajaron desde las ciudades satélite de Guarenas y Guatire para protestar) se reunieron allí ondeando banderas y gritando: “El pueblo unido jamás será vencido” y “Este gobierno va a caer”.
«Nosotros no queremos bolsas»
Jonathan cuenta que se trasladó a Altamira desde el sector Maca de Petare para “defender el voto”.
Este caraqueño de 39 años afirma que la motivación de “la gente del barrio” para salir a protestar es que están cansados de ser maltratados.
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“Nosotros no queremos bolsas (de comida) ni nada del gobierno. Que nos quiten todos los beneficios si les da la gana. Aquí la gente está arrecha (molesta). ¿Querían a los barrios en la calle? Bueno ya salimos todos”, asegura.
Las protestas no se limitaron a Altamira.
En los barrios Catia, en el oeste de la ciudad, José Félix Ribas de Petare (este) y El Valle (sur), los manifestantes arrancaron pancartas de la propaganda electoral del mandatario, mientras que otros grupos ocuparon las calles del centro de la capital, muy cerca de la Asamblea Nacional y el Palacio de Miraflores, la sede del gobierno.
Muchos pretendían llegar hasta allí para “sacar” a Maduro.
En un video que circuló por redes y que BBC Mundo pudo verificar, un grupo de personas derribó una estatua del expresidente Hugo Chávez en la ciudad de Coro, capital del estado Falcón, al noroeste de Venezuela.
«Están volviendo a bajar de los cerros»
Alejandro Velasco, historiador de la Universidad de Nueva York y autor del libro Barrio Rising: Urban Popular Politics and the Making of Modern Venezuela, quien considera que generalmente los barrios cambian gobiernos, afirma que lo que ocurre ahora en Venezuela no sucedía desde hace décadas.
Sin embargo, él maneja la hipótesis de que un cambio en la gobernanza del país sudamericano no sucederá instantáneamente, sino de manera gradual.
“El Caracazo, sin duda, cuando bajaron los cerros, eso fue lo que le dio el golpe final al Puntofijismo (sistema bipartidista). El golpe final formal no llega hasta 1998, cuando la elección de Chávez, pero ya estaba herido de muerte cuando el Caracazo”, afirmó en entrevista con BBC Mundo en 2017.
Ahora insiste en que el pueblo está volviendo a bajar de los cerros.
“El barrio bajó a Caracas hoy, de eso no cabe duda”, le dice a BBC Mundo.
Velasco asegura que el gran reto de los líderes opositores en Venezuela siempre fue unir a los sectores populares con la oposición más tradicional. A la gente de los barrios les costaba identificarse con esos políticos.
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“Creo que ahora finalmente estamos viendo ese momento de unión y de reencuentro”, señala.
«El barrio no se deja intimidar»
Para él, uno de los factores que impulsó esa unión fue la gran expectativa que se creó ante la posibilidad de que el país tomara un nuevo rumbo de la mano de un nuevo gobierno.
Otro ha sido la crisis. “Pese que la economía ha mejorado un poco con respecto años anteriores, esa mejora no ha llegado a los sectores populares. “Si no cuentas con un familiar afuera que te pueda enviar remesas y si no tienes acceso a lo poco que queda del estado de bienestar social, lo único que puedes hacer es ´rebuscarte´”, explica.
“Eso afecta muchísimo más a los sectores más pobres. El chavismo había contado con que el rebote económico los iba a salvar, pero la realidad es que eso no se percibe ni en el interior del país ni en los barrios pobres”.
Él cree que el gobierno lo tiene más difícil ahora que las barriadas se han sumado al movimiento antigubernamental: “La gente del barrio no se deja intimidar tan fácilmente”.
«Nos han quitado la dignidad»
Precisamente eso me dijo en Altamira otro joven de Petare que aseguró que ellos, los del barrio, no tenían absolutamente nada que perder.
“Nos han quitado la dignidad, chamo. No tengo (dinero) para comprarle comida a mi hija. Mírame los zapatos, están todos rotos, y no tengo para comprarme unos nuevos”.
El Consejo Nacional Electoral declaró el domingo a Maduro ganador con 51,2% de los votos, frente a 44,2% del aspirante opositor Edmundo González Urrutia, con 80% de las actas escrutadas.
Sin embargo, González rechazó el resultado junto a la líder opositora María Corina Machado, quien fue electa como precandidata en primarias pero fue inhabilitada para postularse.
«Hay un nuevo presidente electo y es Edmundo González, y todo el mundo lo sabe», dijo Machado la noche del domingo, tras asegurar que sus conteos reflejaban 70% de los votos para González y 30% para Maduro.
Expresiones espontáneas
Tras permanecer gran parte del día en silencio, los líderes opositores se dirigieron al pueblo venezolano pasadas las 6:00 pm (hora local).
Aseguraron que tienen evidencia de más del 73% de las actas que le otorgarían el triunfo a González Urrutia en la elecciones.
Machado también habló sobre las protestas que se registran en todo el país.
“Son expresiones espontaneas en sectores populares. Expresiones legitimas. Los quiero invitar a encontrarnos. Mañana en familia vamos a reunirnos en asambleas populares en todo el país”, convocó.
Agregó que el gobierno “quiere generar violencia” e instó a sus seguidores a mantenerse “de manera ordenada y cívica, pero muy firme”.
El gobierno de Nicolás Maduro respondió a las protestas con represión.
Al caer la noche, varias partes de la ciudad olían a gas lacrimógeno y se escuchaban disparos en varias zonas.
La mayoría de los manifestantes se dispersaron y se fueron a casa. Pero otros se quedaron respondiendo a las autoridades.
Armaron barricadas en varios sectores y se defendían con lo que podían. Generalmente piedras y palos.
“Esto está difícil porque nosotros no tenemos armas como ellos”, me dijo un manifestante.
Katiusca Justo, otra joven petareña de 31 años, se vio afectada por el gas lacrimógeno y decidió irse a su casa.
“Nosotros salimos pacíficamente y ellos lo que saben es reprimir, pero no me esperaba menos. Yo sabía que muy seguramente habría represión y al menos bombas lacrimógenas”.
Aunque decidió irse a descansar, planea regresar “mañana y todos los días que sean necesarios hasta que este gobierno caiga”.
“Estoy cansada de esta dictadura. Yo estuve seis años afuera de mi país tratando de ayudar a mi familia. Pero me regresé de Bogotá y ahora quiero una vida mejor aquí en Venezuela”, añade.
Tras el lanzamiento de varias bombas lacrimógenas en Altamira la protesta se dispersó, pero pronto las cacerolas volvieron a sonar desde los balcones de los edificios de la zona.
Mientras en Altamira retornaba la calma, en otras zonas de Caracas persistía el conflicto, con objetos quemados en algunos sectores y cuerpos policiales preparados para apagar las marchas que quedaban.