En las últimas décadas se ha puesto en boga el término canibalismo político, en referencia a esa incontrolable propensión al recurso de la reyerta destructiva o autodestructiva de ciertos sectores de la clase política para tratar de dirimir sus diferencias. En nuestro caso, esta circunstancia se agudiza en el sistema de partidos, entre otras razones, por la sostenida y primitiva costumbre de los partidos a crecer inscribiendo indiscriminadamente gente en su patrón, con trasvases de miembros o feligreses de otras organizaciones, inconformes porque no se les dio la candidatura deseada o el puesto pretendido en un determinado Gobierno.
Es generalizada la afirmación/lamento de la falta de institucionalidad en el país. Por consiguiente, no sería descaminado afirmar que es letra muerta el postulado constitucional de que somos un Estado, social, democrático y de derecho, no lo seremos plenamente mientras el sistema político discurra en la vorágine del canibalismo partidario, fagocitándose entre sí, al tiempo de ser sistemáticos en la purga de la disidencia interna. Algunos crecen a expensa de otros e incluso se da el escandaloso caso de un partido que su Gobierno y su presidente cometieron la barbaridad de comprar al entonces mayor partido de la oposición, el de mayor solera y significado en la construcción de lo que tenemos como democracia: el anterior PRD.
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Otra forma de crecer es mediante la creación de los llamados padrones electorales, una lista de nombres que por el mero hecho de aceptar aparecer en esa suerte de inventario adquieren la condición de miembros y hasta de “militantes». Esa circunstancia determina que se sientan con derechos adquiridos, los cuales exigen les sean solventados una vez que “su organización” se convierte Gobierno, produciéndose el pandemonio de cada cuatro años cuando masa inorgánica de electores exige su “derecho” a ocupar un puesto en cualquier dependencia del Gobierno.
A partir de la segunda mitad del siglo pasado, la generalidad partidos devinieron organizaciones privadas de ideas y en gran medida de intelectuales críticos y portadores de proyectos de transformación social. Hubo excepciones, grandes partidos que además de tales, eran movimientos: el Partido Comunista Italiano y aquí el PRD. De referencias políticas claves en sus respectivas sociedades, los dos han desaparecido; el nuestro vilmente vendido a precio de vaca muerta por un mercader que hoy exhibe/controla los retazos que dicen ser del partido que vendió. El italiano por no entender los cambios producidos en su país.
Cuando un partido se desvincula de sus matrices ideológicas/culturales en que se asientan sus referencias de clases o grupos sociales, termina rompiéndose en pedazos y cayendo en la insignificancia.