El concepto de negocio que ha hecho de la Odebrecht un conglomerado multinacional, con importante participación en los mercados de la ingeniería, la construcción, los petroquímicos y los químicos, ha servido para que empresarios, políticos, periodistas y funcionarios públicos dominicanos se hayan quitado las máscaras que siempre han usado para tapar sus malas acciones públicas y privadas. La actuación fraudulenta de Odebrecht pone de nuevo a prueba la institucionalidad del Estado dominicano.
La metida de pata de Odebrecht no solo enlodó su reputación, credibilidad e imagen pública, sino que también privó a América Latina de tener una multinacional eficiente y exitosa. El caso Odebrecht quitó la máscara a empresarios, a intermediarios gubernamentales, a políticos y a periodistas dominicanos, que siempre han fingido ser éticos, íntegros y honestos. Si en verdad se quiere cuidar el clima de negocios y la imagen pública de República Dominicana, será necesario hacer mucho más que amagar y no dar.
Cada episodio de la novela Odebrecht en Dominicana, pone a prueba la institucionalidad del Estado dominicano y la vocación de las autoridades para aplicar el peso de la ley a los que incurren en actos ilícitos. Un segmento importante de la población mundial está atenta a la actitud que habrán de asumir los gobiernos de los países en los que la constructora brasileña ganó licitaciones mediante sobornos a empresarios, políticos, funcionarios públicos y a periodistas corruptos.
La estructura mafiosa y la cultura anticompetitiva que han servido de sustento a las operaciones de la constructora brasileña Odebrecht, facilitaron que esta pagara aproximadamente 788 millones de dólares en sobornos en 12 países de Latinoamérica y África, incluido su país de origen, Brasil. La actitud corrupta de los directivos, ejecutivos y socios de Odebrecht dañaron para siempre su reputación, credibilidad, confianza e imagen pública.
Son muchas las lecturas y lecciones que se derivan de los sobornos que realizó Odebrechtporla ruidosa suma de 92 millones de dólares en República Dominicana, entre “funcionarios e intermediarios gubernamentales. Por ejemplo, cuando para hacer realidad determinadas ambiciones y aspiraciones políticas partidistas, es necesario negociar con representantes de grupos corporativos nacionales e internacionales. El caso Odebrecht ha puesto en alto relieve la falta de ética, honestidad e integridad de muchos periodistas, empresarios y políticos dominicanos.
¿Cuánto vale hoy la imagen pública de Odebrecht en Angola, Argentina, Brasil, Colombia, República Dominicana, Ecuador, Guatemala, México, Mozambique, Panamá, Perú y en Venezuela, luego de conocerse la forma ilícita en que dicha empresa siempre ganaba las licitaciones para construir, carreteras, puentes, plantas eléctricas, etc.? La respuesta es muy poco o casi nada. La ambición sin límites de los directivos, ejecutivos y socios de Odebrecht tiraron al zafacón sus activos intangibles más valiosos: La reputación, la credibilidad, la confianza y la imagen pública.