El amor es una relación eminentemente cerebral que se manifiesta en el corazón. Pero el cerebro es el responsable de todo lo que se percibe, se construye y repercute en el amor, en la elección de pareja y en la construcción amorosa.
Hace siglos que al amor lo simbolizó Cupido, lo presentaron como la conquista del corazón; o sea, el corazón selló al amor, lo representa como una marca, un símbolo, un ideal y un romanticismo platónico. Solo que ahora, el mercado, la publicidad y el neuromarketing lo ha simplificado al consumo: amor es un vestido rojo, una cena, un anillo, un celular, un viaje, el sexo, un carro etc.
El amor se manifiesta en el corazón, lo acelera, a través de la red nerviosa del simpático y lo descargan hormonas como: adrenalina, noradrenalina y vasopresina que le aceleran los latidos, las maripositas en el estómago, el sustico y la piel de gallina; también el miedo, las palabras entre cortada, la respiración acelerada y los olvidos dado al nerviosismo que produce encontrarse con la persona de la química amorosa, entre otras cosas.
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Los sentimientos amorosos se asientan en el sistema límbico y la corteza prefrontal. Pero el amor y el querer involucran la actividad dopaminérgica, y en el te amo, involucra la oxitocina, serotonina, depomina, norepinefrina, vasopresina y el sistema parasimpático que, relaja después de éxtasis del querer y del amar.
El amor romántico se siente, se idealiza, se construyen expectativas a veces platónicas sobre el ser amado, asumiendo el riesgo del perfeccionismo, o de pretender cambiar a la otra persona.
Pero el amor racional ayuda a construir una relación de pareja, desde la mirada adulta del que controla sus emociones, discrimina y pondera la elección de la pareja, una relación que genere seguridad y confianza. Pero, sobre todo, fidelidad, transparencia y exclusividad en el proyecto de pareja.
Esa flexibilidad cognitiva es la que ayuda a conectar con una relación de pareja que sea sana y oxigenante, pero también nos ayuda a identificar a una pareja de alto riesgo, narcisista, psicópata o maquiavélica que nos afecte y nos genere infelicidad y sufrimiento.
La elección de una pareja es una decisión muy seria en la vida de dos personas. Al cerebro le toca gerenciar d forma flexible, crítica y objetiva, la funcionabilidad, la adaptación y la convivencia para construir el proyecto de pareja. Cuando existe la rigidez cognitiva, los pensamientos distorsionados y limitantes se sostienen amores obsesivos, controladores, de los celos enfermizos, de las manipulaciones y de la ausencia de libertad y de privacidad en las relaciones amorosas.
¿Qué hacer con el amor y la vida amorosa? El enamoramiento es saludable para el cerebro y el corazón: abrazar, besar, dar caricias, acompañar, bailar, viajar, mirarse y vivir la pasión y el deseo por la otra persona; para una relación oxigenante y nutriente, para el bienestar y la felicidad.
Para el amor no hay edad, espacio o lugar. Siempre se debe ejercitar al cerebro y al corazón, la sexualidad y la complicidad de una vida amorosa y en pareja, debido a que el amor deja sus beneficios en la salud mental y espiritual.
Recuerdo con este artículo a mi querido amigo y neurólogo, doctor José Silié Ruiz, con quien solía discutir en tertulia los temas del cerebro y el amor. Dios le tenga en gloria por siempre.