El cerebro y el amor

El cerebro y el amor

José Miguel Gómez

El amor es una relación eminentemente cerebral que se manifiesta en el corazón. Pero el cerebro es el responsable de todo lo que se percibe, se construye y repercute en el amor, en la elección de pareja y en la construcción amorosa.

Hace siglos que al amor lo simbolizó Cupido, lo presentaron como la conquista del corazón; o sea, el corazón selló al amor, lo representa como una marca, un símbolo, un ideal y un romanticismo platónico. Solo que ahora, el mercado, la publicidad y el neuromarketing lo ha simplificado al consumo: amor es un vestido rojo, una cena, un anillo, un celular, un viaje, el sexo, un carro etc.

El amor se manifiesta en el corazón, lo acelera, a través de la red nerviosa del simpático y lo descargan hormonas como: adrenalina, noradrenalina y vasopresina que le aceleran los latidos, las maripositas en el estómago, el sustico y la piel de gallina; también el miedo, las palabras entre cortada, la respiración acelerada y los olvidos dado al nerviosismo que produce encontrarse con la persona de la química amorosa, entre otras cosas.

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Los sentimientos amorosos se asientan en el sistema límbico y la corteza prefrontal. Pero el amor y el querer involucran la actividad dopaminérgica, y en el te amo, involucra la oxitocina, serotonina, depomina, norepinefrina, vasopresina y el sistema parasimpático que, relaja después de éxtasis del querer y del amar.

El amor romántico se siente, se idealiza, se construyen expectativas a veces platónicas sobre el ser amado, asumiendo el riesgo del perfeccionismo, o de pretender cambiar a la otra persona.

Pero el amor racional ayuda a construir una relación de pareja, desde la mirada adulta del que controla sus emociones, discrimina y pondera la elección de la pareja, una relación que genere seguridad y confianza. Pero, sobre todo, fidelidad, transparencia y exclusividad en el proyecto de pareja.

Esa flexibilidad cognitiva es la que ayuda a conectar con una relación de pareja que sea sana y oxigenante, pero también nos ayuda a identificar a una pareja de alto riesgo, narcisista, psicópata o maquiavélica que nos afecte y nos genere infelicidad y sufrimiento.

La elección de una pareja es una decisión muy seria en la vida de dos personas. Al cerebro le toca gerenciar d forma flexible, crítica y objetiva, la funcionabilidad, la adaptación y la convivencia para construir el proyecto de pareja. Cuando existe la rigidez cognitiva, los pensamientos distorsionados y limitantes se sostienen amores obsesivos, controladores, de los celos enfermizos, de las manipulaciones y de la ausencia de libertad y de privacidad en las relaciones amorosas.

¿Qué hacer con el amor y la vida amorosa? El enamoramiento es saludable para el cerebro y el corazón: abrazar, besar, dar caricias, acompañar, bailar, viajar, mirarse y vivir la pasión y el deseo por la otra persona; para una relación oxigenante y nutriente, para el bienestar y la felicidad.

Para el amor no hay edad, espacio o lugar. Siempre se debe ejercitar al cerebro y al corazón, la sexualidad y la complicidad de una vida amorosa y en pareja, debido a que el amor deja sus beneficios en la salud mental y espiritual.

Recuerdo con este artículo a mi querido amigo y neurólogo, doctor José Silié Ruiz, con quien solía discutir en tertulia los temas del cerebro y el amor. Dios le tenga en gloria por siempre.

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