Más allá de volver a repetir que son parte del problema que mantiene empantanada, a niveles vergonzosos, la educación dominicana, uno no sabe ya qué decir de los maestros, que ayer desertaron nuevamente de las aulas, esta vez para realizar una protesta frente al Ministerio de Educación para exigir un aumento de sueldo del 20%, monto que el gobierno afirma es demasiado alto y que no está en condiciones de complacer por razones presupuestarias.
El gremio magisterial, como ya es su estilo, abandonó la mesa de negociaciones para tirarse a la calle a tratar de conseguir a la mala sus reivindicaciones, que en este caso tienen el inevitable tufo político conocido por todos que su presidente, el profesor Eduardo Hidalgo, no solo es un importante dirigente del PLD sino también candidato a diputado.
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Cierto es que las huelgas, protestas y movilizaciones conque amenaza el presidente de la ADP no conseguirán evitar que en mayo ocurra lo que anticipan las encuestas, como declaró ayer el Ministro de Educación, pero se van a producir en un contexto que según el cálculo perverso de la dirigencia del gremio hace más factible el chantaje, porque de eso se trata, del que se quiere hacer víctima al gobierno con el ruidoso reclamo.
Desde luego, y como siempre, la más perjudicada con el luchismo inconsecuente de los maestros, los servidores públicos mejor pagados en este país, es la educación, pero los maestros han demostrado con sus hechos y sus acciones que les importa un carajo.
Y así deben ser tratados por el gobierno y así deben ser tratados por la sociedad dominicana, que a estas alturas ya debería saber que con ellos no se puede contar para superar las deficiencias del sistema educativo que comprometen seriamente la sostenibilidad de nuestro desarrollo en el mediano y largo plazo. ¿Qué hacer entonces con los maestros? Para responder esa pregunta tiene que ponerse de acuerdo mucha gente, pero para empezar propongo no pagarles a los que no trabajen.