§ 24. Si se estudia con detenimiento la transformación que opera Juan, el narrador del cuento “Camino real”, en contra del darwinismo social de José Ramón López y sus secuaces, constato que esta ideología fue copiada de los ideólogos del siglo XIX europeo, principalmentede Charles Darwin, Herbert Spencer y de los franceses Augusto Comte, Arturo de Gobineau, Hipólito Taine, Charles Maurras, etc.
§ 25. Estas ideas del darwinismo social consideraban, unas más, otras menos, que las “razas humanas” se dividían en dos: “razas civilizadas y razas salvajes” y que estas últimas eran un obstáculo al cumplimiento de la tesis de Darwin según la cual en la vida de los pueblos sobreviven los más aptos, porque en las razas salvajes los holgazanes degradados se casan más temprano y son prolíficos, al contrario de los hombres civilizados que tienen pocos hijos, lo cual es una desventaja para la sobrevivencia de esta élite, que es la más apta.
§ 26. El darwinismo social dominicano prefirió el término de haragán y degenerado, aunque a veces usa el de holgazán, pero el narrador Juan arremete contra haragán. Escontra ese término, encriptado en el discurso de López y sus secuaces, que arremeten •Camino real” y otros cuentos y novelas de Juan Bosch. El problema del darwinismo social, combatido desde su mismo nacimiento, radica en su pretensión de cientificidad cuando en realidad no pasa de ser una metáfora de la biología extrapolada a las ciencias “sociales” y “humanas”, donde no tiene ningún poder de conocimiento sobre el objeto que estudia. Émile Gautier, francés, fue el primero en la cultura de lenguas romances en contrarrestar la ideología de esta doctrina y lo hizo en su libro “Darwinisme social. Étude de philosophie sociale”, publicado en 1880.
§ 27. El narrador de “Camino real” vuelve añicos esa ideología que desvaloriza del campesino dominicano encarnada en el personaje de don Justo, antecedente de don Pío en “Los amos”. Fíjese el lector en la burla anti-Cratilo de los nombres como figura mayor de los cuentos de Bosch. Pero en “Camino real” ocurre luego de describir a los “muñequitos de ciudad” y la dura labor de los peones en la finca del amo, quien les obliga a trabajar «doce horas diarias» para pagarles “cinco pesos cada día treinta» (p. 168).
§ 28. Así describe también el narrador Juan las duras labores de Floro, Selmo, el niño Liquito (este simboliza el trabajo infantil penado por la ley) y las rudas labores de la negra María (prolongación de “La mujer”, primer cuento del volumen que ahora analizo: «Y la negra María, la pobre y vieja negra, que hace humear el fogón de madrugada y tiene café colado a las cuatro, como si quisiera brindarle al mismo sol; que cocina en pailas enormes, que lava la sal porque al amo le gusta limpia antes de molerla, y desgalla el arroz descascarado a pilón, y sala la carne para que no le caigan queresas, y limpia de tierra la papa, la batata, el ñame, la yuca, antes de pelarlos; parte la cuaba con que ha de encender el fogón, astilla la leña rebelde, baja al patio en busca de cilantro; recorre los nidales tras los huevos y va hasta el alambre para conseguir un musú que le sirva de estropajo: ¿Y esa pobre negra que cocina para más de veinte hombres, no habla en todo el día, la cerca la noche fregando y tiene todavía que subir a la casa para (P. 169) rezar al amo la letanía, el rosario, la oración y todos los rezos juntos? Y la tercera requisitoria es la de un juez que pregunta a don Justo, el amo que simboliza a todos los terratenientes del país: ¿El campesino haragán?
§ 29. El narrador Juan simboliza la conciencia política que los peones del cuento y del país no poseen y emplea su estrategia para solicitar al azorado don Justo los libros «de carácter social o político; algo que no sea novela» (p. 173). ¿Por qué no quiere el narrador novelas? Esto exige una explicación. En mi libro “Salomé Ureña y Hostos” (SD: Biblioteca Nacional, 2002) estudié la teoría literaria de Hostos, la única que prevaleció en nuestro país a partir de la fundación del Instituto de Señoritas y las escuelas normales regidas por el positivismo armónico que Hostos trajo al país. Según esa teoría literaria, aprendida por Bosch a través de lecturas escolares y de autodidacta, la literatura de imaginación no era conveniente para “civilizar” al pueblo, pues era considerada pura mentira. Error tremendo del positivismo armónico, pues el poema, la novela, el drama, el cuento son unos más, unos menos, la exploración máxima de la subjetividad humana y trabajan cada uno en contra de las ideologías implantadas en una época determinada en una sociedad.
§ 30. El positivismo armónico de Hostos inculcado a la generación de normalistas admitía en su seno las obras literarias que tuvieran solo un contenido moral. Pero, de todos modos, el narrador Juan emprende su tarea de concienciar a sus compañeros peones y comienza por alfabetizarles y librarles del mundo de supersticiones en que viven. Dos ejemplos concretos: la creencia de los peones en los relámpagos y los rayos como una manifestación de un castigo divino (p. 175) y la creencia en las luciérnagas o cocuyos como «almas en pena de los muertos» (p. 167). Aunque según la psicogenealogía, no están lejos de la verdad, pues la interiorización del “alma en pena” es una proyección del campesino sobre un difunto no bien enterrado y que se llevó a la tumba un secreto de familia que perturba inmisericordemente a los familiares que le sobreviven. Este rol de maestro y sindicalista del narrador Juan será su perdición. La acción del robo del caballo por Floro simboliza la falta de conciencia política de los veinte campesinos que laboran en la finca, pero el acto de alfabetizar es la llama que simboliza la luz del pan de la enseñanza que cala en algunos.
§ 31. El narrador campesino le pide a su explotador libros de lectura de política, de historia, de lo que sea, dice él. La actitud molesta y sospechosa de don Justo ante ese pedido se demuestra cuando el alcalde (símbolo del Poder y la ley) detiene a Floro por el robo del caballo y Juan, que nada tiene que ver con la acción de su amigo, se ve acusado de cómplice con lo que amo y autoridad se libran de un “agitador” inconveniente que amenazaría, de quedarse en la finca, con unir a los peones para luchar por mejores condiciones de trabajo. El sujeto que orienta la escritura, expone algunos puntos de vista de peones contrarios a la acción de Juan a fin de simbolizar la falta de conciencia política y asociativa del campesinado dominicano, el cual permanece hoy, junto a las demás clases del país, carente de conciencia política, conciencia nacional, conciencia de su unidad personal, conciencia de clase y conciencia de ser sujeto de su propio destino, razón por la que todos estos personajes de ficción simbolizan a sus pares del campo y la ciudad y, juntos, reproducen y mantienen el orden social de nuestro Estado clientelista, patrimonialista, autoritario y centralizado administrativamente donde el presidente de la República es un rey Christophe cualquiera encerrado en sus fortalezas del Palacio Nacional, símbolo de Sans Soucí, la Ciudadela o La Ferrière.