Atribuir a la incautación de una aeronave venezolana por Estados Unidos en suelo dominicano el origen del injurioso insulto lanzado por el dictador Nicolás Maduro contra el presidente demócrata Luis Abinader, es quedarse en la superficie del problema.
La grave crisis de legitimidad que estremece al sistema de gobierno extremista de izquierda instalado en el Palacio de Miraflores hace más de dos décadas, ha llegado al clímax del fraude electoral, rechazado por la casi totalidad de las democracias del mundo, entre las que sobresale la presidida por Abinader en virtud de su postura crítica.
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El decomiso del avión propiedad de Maduro es comparativamente un caso menor, ya que forma parte del paquete de sanciones económicas de la administración estadounidense contra el régimen despótico “bolivariano”, la más reciente conocida el jueves cuando el Departamento del Tesoro anunció el castigo de 16 funcionarios venezolanos que proclamaron falsamente la victoria de Maduro, entre ellos miembros del Tribunal Supremo de Justicia.
Por tanto, la causa eficiente del insultante lenguaje utilizado de Maduro hacia el gobernante dominicano, electo y reelecto libre y democráticamente, estriba en que Abinader es el único mandatario dominicano que en el último cuarto de siglo ha denunciado, sin intimidarse, al régimen tiránico de Venezuela, donde imperan el fraude y la barbarie en la tierra donde murió Juan Pablo Duarte, el fundador de la nacionalidad dominicana.
Leonel Fernández y Danilo Medina, antecesores de Abinader, jamás criticaron la tiranía de 15 años de Hugo Chávez, tampoco a su heredero Maduro. Fernández y Medina actuaron desde el Palacio Nacional como aliados justificadores de la creciente dictadura, que finalmente se ha aposentado en Venezuela, solo por cierta ventaja estratégica derivada económicamente del petróleo y un intercambio comercial negativo.
Abinader ha roto con ese comportamiento antidemocrático de sus predecesores, quienes callaban sistemáticamente las violaciones a los derechos humanos fundamentales de los venezolanos y ocultaban el descalabro de las instituciones democráticas, lo que ha llevado a casi 8 millones de ciudadanos a vivir como parias en el exilio.
Maduro y sus socios –Cuba, Nicaragua, Rusia, Irán y China– no soportan la diplomacia de fortalecimiento democrático y cooperación económica domínico-estadounidense.
El descomunal e inescrupuloso fraude electoral, debido al cual Maduro se ha quedado arbitrariamente en el poder, desconociendo la voluntad popular favorable al opositor González Urrutia, ahora en el exilio, inscribe al actual incumbente de Miraflores entre los peores dictadores de Venezuela, junto a Cipriano Castro (1899-1908), Juan Vicente Gómez (1908-1935) y Marcos Pérez Jiménez (1948-1958), y con sátrapas continentales del tipo Rafael Trujillo y François Duvalier.
Abinader merece la solidaridad nacional frente a Maduro.