El estrés está relacionado al estilo de vida que llevan las personas, al tipo de pensamiento que asumen y a los ambientes tóxicos a los que están expuestos.
Literalmente, no se puede vivir sin estrés. La clave es aprender a gestionarlo, disminuirlo o focalizarse en otras actividades relajantes, gratificantes de forma positiva y asertiva.
Las personas asocian el estrés a las crisis económicas, a los conflictos, las adversidades mal manejadas, los traumas no resueltos o la ausencia de factores protectores para sobrevivir al estrés.
En la vida hay tres cosas por asumir de forma clara: cómo resuelve tus problemas, cómo protege tu vulnerabilidad o cómo aumenta los ingresos, son reflexiones tratadas en la resiliencia social.
La indefensión aprendida, la desesperanza, el sistema de carencia para suplir necesidades básicas, son generadoras de estrés en una familia, en la pareja, en lo laboral y en lo psicosocial.
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Lo incomprensible para algunas personas es vivir el estrés en la abundancia, en la opulencia o donde el dinero se produce, se ahorra y se posee como un medio para satisfacer necesidades, para el goce, la felicidad y las gratificaciones inmediatas.
Sin embargo, el dinero no es felicidad, no alcanza para construir sentido de trascendencia, ni de tranquilidad espiritual. A veces, por no decir la mayoría de veces, es un generador de estrés crónico y de sufrimiento existencial.
El dinero y estrés tiene que ver con el cerebro; es en el cerebro donde el dinero genera los impulsos y la sensación de bienestar para obtener el consumo desmedido.
En la economía del comportamiento se establece los principios de que: “lo que no has visto no lo necesitaba, una vez lo ves, y ya te crean la necesidad al consumo” Es a través de las células espejo donde se va fijando el consumo, pero también donde el neuromarketing, el algoritmo y la publicidad, están destinada al consumo y al gasto compulsivo.
El estrés por el dinero, la ansiedad por tenerlo o acumularlo, la agonía y la angustia por alcanzar el bienestar social, la felicidad y el éxito, es lo que origina su adicción, el sufrimiento, la depresión y las ideas suicida cuando se pierde el dinero.
Ese estrés que genera el dinero, ocasiona la perdida de sueño, el nerviosismo, la intranquilidad y el miedo a perderlo. La adoración y prioridad focalizada por el dinero, se convierte en un refugio, un sentido de vida, una razón existencial, parte de la autoestima y de la validación social.
Es decir, el dinero puede apropiarse y dirigir la vida de las personas, llevándole a sacrificar y dejar de priorizara la familia, parejas, amigos, salud, la paz y la armonía interior.
La clave es buscar el equilibrio, la equidad y la eficacia, armonizar la vida, asumirla desde el ser y no desde el “parecer”.
Hay que trabajar, ahorrar, buscar el bienestar social, la calidad y la calidez de vida; pero cuando terminamos adictos al dinero, entramos en una enfermedad devastadora, angustiante, estresada y reproductora de infelicidad: “solo sabe hacer dinero” “vive para y por el dinero” y “muere por el dinero”.
Enfoque su cerebro de forma multidisciplinaria en diferente área de la vida; aprender a vivir de forma armonizada, conquistando la paz, el bienestar y la fortaleza espiritual. Nunca pierda el carácter por dinero.