El retrato de Joaquín Balaguer trazado por José Miguel Soto Jiménez, investigador de temas históricos además de autor literario, en su libro “El Doctor”, dista poco del que bosquejara su tocayo José Miguel Gómez, especialista en la conducta, en el volumen titulado “Balaguer visto por un psiquíatra”. Ambos libros salieron a la luz en la segunda mitad de 2023.
El historiador enfatiza en prácticas sociales y políticas de Balaguer para argumentar sus apreciaciones en torno al líder político y escritor cuya figura gravitó por más de medio siglo en el acontecer político nacional, mientras Gómez, sin desperdiciar prácticas políticas, dirige su instrumental investigativo hacia la personalidad de Balaguer, como individuo, pero en ambos sale a relucir la condición fundamental de Balaguer: enigmático, misterioso, oscuro.
Soto Jiménez ha sido un testigo observador de Balaguer, a su condición de militar le sumó la inteligencia social con la que fue dotado y las consiguientes lecturas. Su abuelo, el escritor Miguel Ángel Jiménez, estuvo muy vinculado, personal y políticamente a Balaguer, y esto le permitió a Soto conocerlo de cerca, e incluso, auscultar su personalidad y escrutar los “hábitos inescrutables”.
La residencia de Balaguer es citada como la Casa, por antonomasia, escrita con mayúscula, de la cual dice Soto nunca fue un hogar propiamente dicho, pero que tampoco fue como la visualizaran ciertos enemigos, el cubil de una fiera o una cueva de ladrones, sino más bien ubicándola en la circunstancialidad del sentido más objetivo y práctico como el asiento intemporal de un “hombre bastante especial, rodeado de libros que ya no podía leer con ciertos hábitos inescrutables, que vivió de forma indudable por y para el poder hasta que la muerte lo separó para siempre de esa posibilidad permanente». (P. 126).
Luego, en el ocaso del político, Soto fue enviado por el presidente Hipólito Mejía en una singular misión frente al Balaguer moribundo. El historiador estima que quizá para buscar alguna declaración, algún gesto perdurable, histórico del veterano político que supo hacer de la discreción un misterio, cuyo silencio generó inmensidad de interpretaciones y análisis noticiosos.
El estado de Balaguer era de una despedida, comprendía que el ciclo vital cerraba. El autor del libro “El Doctor”, no obstante su dedicación al trabajo historiográfico, lleva consigo el influjo de la vocación creadora y le dio por preguntarse cómo sería el panegírico de Balaguer dicho por Balaguer. A ese punto llega su valoración de la personalidad del poeta y gobernante.
“No es difícil imaginar -escribe Soto- que su discurso postrero, de haberse efectuado, sería sin lugar a dudas, transmitido en cadena nacional como tantas veces lo hizo por la radio y la televisión, convirtiendo así, con especial empeño sensorial, su artificiosa, postrera y anhelada pieza oratoria, en algo que sería realmente fuera de serie y que estaría destinada, obligatoriamente sin censuras, para aquellas instancias inciertas, de una posteridad trasnochada y mostrenca, bastante inmemorial, significando sin tapujos ni ridículas reservas pueriles el pretendido y versado referente obligado para que los otros como él, alguna vez vinieran escrutadores después, a tomarle la medida aproximada al verdadero tamaño de sus tan discutidas y reales intenciones, varadas de antemano, en ese devenir sinuoso e intrincado de los tiempos”. (p.184)
El análisis del general Soto Jiménez en torno a la figura de Balaguer parte de los comportamientos del hombre que acumuló veintidós años en el ejercicio pleno del Gobierno más otros dos que ejerciera bajo la salvaguardia del dictador Rafael L. Trujillo. Considera que ha sido Balaguer el político más insultado de nuestro ámbito, y así va soltando piezas que, unidas, revelan el tipo de hombre y de político que fue Balaguer. Dice que Balaguer soñó que lo subestimaban, además de que el destino, el hado… eran convicciones muy suyas, y con frecuencia fingía congojas y aparecía con voz del cordero degollado. (P. 195)
Las respuestas políticas definen más claramente al presidente Balaguer: “Yo no presto mi sombrero dos veces”, dijo al PLD en el año 2000 cuando una comisión encabezada por el candidato presidencial, Danilo Medina, acudió a su casa a pedir respaldo para una segunda vuelta electoral.(páginas 115 y 117). Balaguer los había llevado al Gobierno cuatro años antes.
La descripción admite comparar un objeto con otro que es conocido, y por igual un animal, e incluso personas. Desde luego, los parecidos de Balaguer no se dirigen a su retrato físico (estatura, piel, metal de voz…) sino a sus condiciones morales, su magia política y su peculiaridad intelectual. Soto ha encontrado en el Balaguer intelectual influencias del arzobispo Nouel, Eugenio Deschanps, Américo Lugo.
Desde su óptica de observador de la realidad social, sin duda, Soto ha evidenciado en este libro la característica más notoria de Balaguer: su vivir penumbroso. Ejemplo: la memoria de Balaguer es un libro frustratorio para unos y un alivio momentáneo para otros, no dijo lo que se esperaba. Esa observación entra en correspondencia con el concepto de que Balaguer era un enigma. Aunque no pudo ocultar las siguientes acciones: Balaguer puso su capacidad intelectual al servicio de su accionar político; se le esconde a los biógrafos, quienes no darán con él “porque él se encargó de extraviar sus caminos”; Balaguer apostó a la perennidad, a permanecer en su pedestal; hoy juega a práctica de la virtud; quiere contradecirse para confundir.
El repetido dicho “La realidad supera la ficción” ha sido empleado por Soto Jiménez para aplicarlo a la vida de Balaguer y reforzar la concepción de persona altamente compleja del político navarretense. “…y ciertamente en la certeza de lo que hoy nos parece absurdo, está la fuerza de nuestro argumento, porque el Doctor es un personaje novelable desde mucho antes del final de sus finales…” (P.246).
El libro de Soto constituye una etopeya real y auténtica de Balaguer, trazada por alguien que lo conoció de cerca, además de conocer el oficio de escritor. Examinar este libro permite descubrir a un hombre real que se ocultó en un personaje de ficción.