La evolución del comportamiento, del carácter y de la identidad del dominicano hay que buscarle las explicaciones para establecer un nuevo perfil psicosocial. El comportamiento al igual que el carácter es aprendido, socializado, modelado, condicionado, autodirigido, y hasta de acatamiento social. Los pensadores del siglo XIX, describían al dominicano y su comportamiento, propio de una comunidad rural y atrasada. José Ramón López, discípulo de Hostos, describía al campesino de entonces, como “haragán” “mentiroso” “individualista” “servil” con tendencia a la nobleza, “imprevisor” con un horizonte sin ideales e inclinado a la “tristeza”. Francisco Henríquez y Carvajal describía al dominicano como un ser “vicioso” sin “práctica gubernativa” “lento de desarrollo” producto de haber vivido en precariedad. Esa visión del pensamiento que describía al dominicano, para don Américo Lugo, el pueblo dominicano es mestizo, se desenvuelve sin organización, y es “dado a la violencia” “poco previsor” “orgulloso” “perezoso” y “pasional”. Más adelante, Federico García Godoy decía que el dominicano “luce prematuramente envejecido” “es indisciplinado” y tiene flaquezas en el espíritu”. Francisco Moscoso Puello, el dominicano se caracteriza por “haragán” “inepto” con “complejo de inferioridad” “desconfiado” “pícaro” “agresivo y miedoso” debido a sus orígenes étnico, determinado por ser mulato. Esas explicaciones eran propias de una visión corta, pesimista y hasta prejuiciada con que habían de explicar el comportamiento social del dominicano de siglo XIX y mitad del XX. Esas atribuciones causales eran sesgadas, distorsionadas y limitadas. Para Juan Bosch, el comportamiento del dominicano, desde lo psicológico, lo biológico y político militar, decía: el dominicano “desahoga su inconformidad de forma personal o individual, nunca colectivamente, mediante susceptibilidades individuales, y no mediante insurgencias masivas”. Juan Isidro Jiménez Grullón hablaba de una tipicidad psicológica, caracterizada por el “orgullo, tendencia al ocio y la pasión por la riqueza”, producto de las raíces hispánicas. Antonio Zaglul, profesor de psiquiatría, decía que el dominicano era “desconfiado” y “paranoico” producto de la cultura del miedo y del terror de las dictaduras. Sin embargo, en todo el siglo XX, los dominicanos psicosocial y políticamente se comportaban como seres individuales, con modelos caudillista, conservadores, y de carácter individualista y egocentrista; hasta los liberales, terminaban siendo muchos de ellos conservadores y de tendencia a servir a los intereses coloniales o locales a espaldas de defender los intereses nacionales. El comportamiento fue de acatamiento social, individual, o de grupos, donde cada quien resolvía sus problemas; pero también, de división, rebatiñas y enemistades por los intereses de grupos o de personas, cosas que impedía construir el proyecto de nación o una democracia fuerte con visión de futuro para las próximas generaciones; todo eso marcó el siglo XX. Pienso, que para establecer el perfil del dominicano del siglo XXI, hay que juntar antropólogos, sociólogos, psiquiatras, psicólogos, historiadores, economistas y políticos, que de forma objetiva, académica y social, puedan definir el carácter y el comportamiento y la identidad del dominicano, a ver hasta dónde hemos evolucionado o involucionado. El comportamiento social nos habla de patrones disfuncionales o psicopatológicos que nos llevan a repetir las mismas conductas, modelos, estereotipos, y aprendizaje, que nos hablan de una patología social dominicana. Es decir, los rasgos, tipos de personalidad y trastornos, de las élites influyentes son los que establecen las características del funcionamiento social, y no los elementos constitucionales, colectivos, espirituales, éticos, morales o de normativas de un país que se encuentre en el siglo XXI. Solo hay que revisar de forma reflexiva, racional y analítica, los acontecimientos y los procesos histórico-sociales en las diferentes épocas para darse cuenta que todo es circular, vertical y predecible. Los estudios epigéneticos, explican cómo los traumas y los conflictos que impactan de forma crónica a las mentalidades, cambian el ADN y los resultados psicosociales, el carácter y el comportamiento psicosocial. Reflexionemos: cómo es el dominicano del siglo XXI, que lo caracteriza social y políticamente; ha cambiado su comportamiento, sus hábítos, sus valores, su sistema de creencia para ser un ser humano diferente, hacedor de lo correcto, digno de imitar y un modelo de referencia socialmente sano. Por qué repetimos los mismos modelos y comportamientos de siglo XIX y XX. Qué falta por evolucionar: el pensamiento, las normativas, el sistema de consecuencia, la conciencia social, el compromiso y la identidad como nación. De verdad, hay que buscar y redefinir el carácter, el comportamiento y la identidad del dominicano del siglo XXI.