Nuestros hermanos puertorriqueños están en medio de una profunda crisis económica que se intensifica a medida que la población abandona la isla. Expondremos, en estas líneas, algunos aspectos sobre su situación económica actual.
Para poder entender lo que ocurre en Puerto Rico, es preciso conocer cómo llegó a estas circunstancias. Al igual que nosotros, Puerto Rico estuvo bajo el colonialismo español. En 1898, queda al dominio de Estados Unidos y, más adelante, pasa a ser Estado Libre Asociado (ELA), un estatus político que le permite regirse por reglamentos federales estadounidenses, poseyendo autonomía en asuntos internos.
Puerto Rico disfrutaba de exenciones fiscales que permitieron el florecer de su sector manufacturero mediante la instalación de varias industrias farmacéuticas. No obstante, estos incentivos finalizaron en el 2006, augurando una década de serio letargo económico. Como ya no era atractivo para las inversiones, las industrias comenzaron a trasladarse a otras naciones, lo que afectó, drásticamente, la creación de empleos.
La situación económica empeoraba a medida que el gasto no se correspondía con la disponibilidad presupuestaria. Para cubrir el creciente déficit, se hizo cada vez más recurrente la emisión de deuda mediante bonos municipales. Con el tiempo, la emergencia fiscal se hizo inevitable y su deuda superaba los 72,000 millones de dólares para el 2015.
El descontento de los habitantes se generalizó, y se intensificó la migración de familias hacia Estados Unidos. Es necesario entender que los puertorriqueños son ciudadanos norteamericanos, mas no pueden votar en las elecciones de ese país. Lo anterior facilita extraordinariamente su migración hacia dicha nación. En los últimos cinco años, la población de la isla se redujo en más del 7% a solo 3.5 millones de habitantes, según Pew Research. Un análisis de migración realizado por el Instituto de Estadística resalta que en el 2015 unas 89,000 personas se fueron a residir a Estados Unidos, y solo 25,000 retornaron a la isla, para una migración neta del 1.8% de su población, la más alta en la última década.
Este éxodo afecta, considerablemente, el mercado laboral. Las presiones para cerrar escuelas y reducir otros servicios públicos aumentan y, por consiguiente, se recortan los empleos. Lo anterior resulta preocupante debido a la creciente cantidad de profesionales (especialmente médicos y enfermeras) y jóvenes que dejan la isla. Durante la última década, la fuerza laboral en Estados Unidos se expandió un 5%, mientras que en Puerto Rico se contrajo un 20%.
La insostenibilidad de la deuda dio paso a repetidos impagos de sus obligaciones luego de que el gobernador Alejandro García Padilla declarase la deuda como “impagable”. Puerto Rico llegó a ser comparado, en varias ocasiones, con Grecia. Sin embargo, la vecina isla no tiene acceso a financiamiento de instituciones internacionales como el FMI, y tampoco puede, dada su condición de ELA, acogerse al Capítulo 9 del Código de quiebras de Estados Unidos, siendo incapaz de declarar sus municipios en bancarrota para poder reestructurar su deuda.
Negocios cerrados, escuelas sin electricidad, hospitales vacíos; todo esto resume la calidad de los servicios como consecuencia de esta situación económica. El deterioro del sector salud se evidencia, aún más, con la proliferación del virus del Zika. Según el Departamento de Salud, al 1 de diciembre se habían confirmado alrededor de 34,825 casos del virus en la isla, sacudiendo su industria turística.
Recientemente fue aprobada, por el Congreso estadounidense, la ley Promesa. La misma pretende crear una junta para supervisar los asuntos fiscales. La emergencia de un gobierno republicano podría afectar la implementación de esta ley, la cual contribuiría a crear las condiciones para reestructurar la deuda en una nación con una economía fuertemente decreciente. Una recuperación en la economía boricua requiere de reformas drásticas que mejoren la competitividad, además de una política fiscal sostenible basada en una reducción de gastos.
Indudablemente, Puerto Rico está ante un extraordinario desafío. Debe ser nuestra firme esperanza que los hermanos puertorriqueños, con esfuerzos coordinados, puedan detener la continua caída que corroe su estado económico y social.
Investigadora asociada: Ledys Féliz.