La violencia policial que se ha registrado en los últimos días ha encendido a la opinión pública. ¡Otra vez y con toda la razón del mundo! Las muertes inexplicables e injustificables de jóvenes detenidos en destacamentos policiales han sacudido mi conciencia y me han provocado mucho sufrimiento.
Me aturde la pregunta ¿No tiene valor la vida humana? ¿Por qué un agente policial se cree el “pequeño dios” de su entorno? ¿Quién o quiénes le han otorgado la patente, el presunto derecho de quitar o mantener la vida? No, no, no. Esto es intolerable, inaceptable y, sobre todo, castigable. Los responsables de estos hechos deben ser sometidos a la Justicia. Nada ni nadie puede justificar esa barbarie en pleno siglo XXI.
Como lo he dicho siempre, y no me cansaré de decirlo hasta que se agote mi vida, soy y seré maestra de vida y de oficio. Todavía sigo en las aulas, virtuales o físicas, porque creo en la educación como el único medio de producir cambios verdaderos y profundos en la sociedad.
Desde el año pasado he estado vinculada al tema de la Reforma Policial. Participé de manera activa en el Grupo de Trabajo para la Transformación y Profesionalización de la Policía Nacional creado por el Poder Ejecutivo mediante el decreto 211-21 el 4 de abril del año 2021. En diciembre de ese año entregamos el informe final con diagnóstico y propuestas concretas. El documento fue muy bien valorado por la sociedad.
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Este grupo, compuesto por 20 personas de la sociedad civil, fue creado después que asesinaran salvajemente a dos pastores que regresaban de oficiar sus cultos y salían hacia Santo Domingo desde Villa Altagracia. Durante el proceso en que hacíamos el diagnóstico, asesinaron a la joven arquitecta embarazada regresando del cumpleaños de su padre en las cercanías de Boca Chica.
Confieso que cuando me hicieron la propuesta tuve mis dudas. Dejar mi espacio de confort en la Academia durante más de 35 años para entrar en un terreno difícil, engorroso y, sobre todo, cuestionado, muy cuestionado. Me integré al proceso porque quiero ayudar desde mi experiencia en la educación en esta tarea tan indispensable, urgente y necesaria.
El 23 de diciembre de 2021, el amigo Roberto Santana, quien había sido designado por el Poder Ejecutivo como el responsable de todo lo relativo a la educación en el marco de la Reforma y Transformación de la Policía Nacional, me visitó para que participara de nuevo. Ahora sería en la parte de puesta en práctica de las propuestas.
Desde el mes de febrero, asumí la función de Directora Ejecutiva de la Comisión Técnica en el área de Educación. Y me siento comprometida como maestra y ciudadana en esa gran tarea tan importante que requiere el país de manera urgente.
Y, además estoy más que segura, que los reputados miembros de la sociedad civil dominicana, que conforman la Comisión de Educación y los coordinadores de equipos han respondido a nuestro llamado porque también se sienten comprometidos con la tortuosa, desafiante e inmensa tarea de transformar un ente que se ha resistido con éxito a hacerlo.
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La reforma de la Policía es un reto que tenemos ante nosotros. La creación de una nueva cultura policial que se oriente hacia el respeto de los derechos humanos, los derechos civiles y los derechos fundamentales solo podrá lograrse con una transformación del proceso educativo, desde su diseño curricular, pasando por sus normativas, la estructura organizacional hasta el diseño mismo de su infraestructura. No es una tarea fácil ni inmediata; requiere de tiempo y compromiso. Pero si otros países lo han logrado, ¿por qué nosotros no? ¿Por qué nosotros no hemos podido hacerlo? ¿Por qué? ¿Por qué?¿Por qué?
Solo le pido a Dios Que el dolor no me sea indiferente Que la reseca, muerte no me encuentre Vacía y sola sin haber hecho lo suficiente
Solo le pido a Dios Que lo injusto no me sea indiferente Que no me abofeteen la otra mejilla Después que una garra me arañó esta suerte
Solo le pido a Dios Que la guerra no me sea indiferente Es un monstruo grande y pisa fuerte Toda la pobre inocencia de la gente
Es un monstruo grande y pisa fuerte Toda la pobre inocencia de la gente
Solo le pido a Dios Que el engaño no me sea indiferente Si un traidor puede más que unos cuantos Que esos cuantos no lo olviden fácilmente
Solo le pido a Dios
Que el futuro no me sea indiferente
Desahuciado está el que tiene que marchar
A vivir una cultura diferente… Gieco Raúl Alberto Antonio.