El Fantasma de la reelección presidencial consecutiva y las modificaciones constitucionales para permitirlo, han gravitado en la vida política nacional desde la formación de la República hasta la fecha.
Este fantasma ha sido responsable de la mayoría de las 39 reformas constitucionales que se han realizado en la nación.
Este fantasma que ha convivido con nosotros y entre nosotros, es tiempo ya de que jamás, entiéndase jamás, vuelva a ser causa de crisis social y política.
Para muestra un botón: los últimos meses han estado rebosados, atiborrados de tensión y convulsión, solo porque algunos hicieron arengas consuetudinarias en referencia al histórico fantasma de la reelección. Esa referencia llevó a algunos líderes aún y tal vez sin quererlo, a contribuir con el estado de descrédito creado por enemigos foráneos de la nación que sembraron el miedo sobre la seguridad turística del país, uno de los principales sectores generadores de divisas, lo cual se tradujo a una reducción en el ingreso de moneda extrajera, al mismo tiempo que afectó nuestra marca país.
Hoy ese fantasma ha sido despejado, desterrado momentáneamente de la vida nacional y lamentablemente, a esperas de aparecer de nuevo en cualquier momento.
Despejado pues, por la razón que fuere, aunque muchos dicen que en este momento fue por presiones políticas nacionales y hasta extrajeras; otros dicen que se respetó la institucionalidad democrática y el juramento ante Dios, versión por la que prefiero inclinarme, no solo por el juramento sino por que soy consciente de que la mala fe no se presume sino que debe ser probada y en este caso lo único cierto era el juramento.
Pero sin importar el motivo, ha llegado el momento en que la sociedad pueda tener paz, ¡pero PAZ sostenible en el tiempo! Y desterrar de una vez y por todas las posibilidades de que regrese el fantasma de la reelección.
Llegada la reforma constitucional 40, debemos como sociedad asegurarnos de que jamás este tema sea objeto o causa de crisis social y política.
Por lo tanto, cualquier modificación debe:
1. Establecer que la ley que declara la necesidad de reforma de la constitución para su aprobación requiera mayoría calificada.
2. Establecer que ningún presidente de turno pueda ser objeto de cambio en la forma, tiempo y modo de elección presidencial para beneficio propio.
3. Establecer que para poder modificar la constitución respecto a la elección presidencial deba llamarse a referéndum, es decir que el pueblo tenga mayoritariamente que estar de acuerdo.
4. Que la mayoría necesaria en la asamblea sea elevada de 2/3 partes de los presentes a 2/3 partes de la matrícula.
Con estos estos 4 puntos desterraríamos para siempre el fantasma de la reelección lo cual sería un gran logro para la sociedad, constituyendo un elemento de paz social y política sostenible en el devenir de los años.
No quisiera finalizar sin resaltar un elemento en el que parece existir consenso total y lo es la unificación de las elecciones del 2020, las cuales proyectan la celebración de 3 procesos: uno el 17 de febrero, otro el 17 de mayo, y un eventual el 28 de junio.
Con este escenario se arriesga al país a asumir un costo que rondaría los 10,000 millones de pesos. A mi entender, con tantas necesidades que tiene el país, es un gasto total y absolutamente innecesario, excesivo y riesgoso. Esto no solo implicaría en ese proceso un alto despilfarro de dinero, sino que podría como históricamente ha ocurrido, sumir al país en la violencia política, la incertidumbre de las campañas, la violencia física que ocurre históricamente, la impugnación masiva de resultados, como fruto de la crisis de confianza institucional, y claro está, lastimar nueva vez nuestra marca país, nuestra moral y respiración internacional, lo que podría tener consecuencias funestas para nuestra economía.
Ha llegado el momento de que en una posible reforma se haga constar el reclamo social.
¡No más fantasma de la reelección!