En un artículo reciente señalé que en lo que va de este Siglo XXI, el sistema político dominicano ha funcionado con baja competitividad electoral; o sea, el candidato que logra el primer lugar en las elecciones presidenciales supera por un porcentaje significativo a quien queda en segundo lugar.
Así, para el período 2004-2020, la diferencia porcentual promedio de votos entre el ganador y quien obtuvo la segunda posición fue de 16.5%, registrándose la mayor diferencia entre la primera y segunda posición en las elecciones de 2016, con 26.5%.
Por tanto, si este fenómeno se repite en el 2024, no será novedad. Queda esperar hasta el 19 de mayo para saber de cuánto será la diferencia.
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En otro artículo también reciente mostré que el electorado dominicano tiende a concentrar el voto. Así, para el período 2004-2020, los dos candidatos punteros a nivel presidencial obtuvieron siempre por lo menos el 90% de los votos.
Por la estrategia presidencial, la publicidad y el transfuguismo es claro que para las elecciones de 2024, el gobernante PRM busca arrasar. Ya lo logró en las elecciones municipales de febrero, cuando obtuvo con aliados, alrededor del 60% de los votos, que se tradujo en una mayoría de las alcaldías y los distritos electorales. Y, para las elecciones presidenciales y legislativas de mayo, las encuestas indican una alta intención de votos a favor del PRM.
Si lo logra, el PRM se establecerá como el partido dominante del sistema político dominicano, estatus que ostentó el PLD del 2004 al 2020.
La baja competitividad electoral hace que el sistema partidario dominicano esté operando desde hace 20 años con un partido dominante que ha generado su propia alternancia: primero fue el PLD y ahora busca serlo el PRM.
Los esfuerzos del PRM por sí solo no serían suficientes para arrasar como pretende. Facilita su objetivo la división del peledeísmo que desmotiva su base electoral y dificulta competir con el oficialismo.
Aunque la oposición hable de fortaleza de la alianza opositora y de victoria en segunda vuelta, la realidad es que el PLD y la Fuerza del Pueblo compiten por la misma base electoral que ellos mantienen dividida.
En este contexto, el objetivo real de la oposición es tratar de sobrevivir durante este proceso electoral, alcanzando un porcentaje de votos aceptable. Pero, como comparten la misma base electoral, los votantes que gana uno lo pierde el otro, o simplemente los pierden ambos.
Y es que, sin un proyecto de unificación real, el peledeísmo está compelido a luchar entre sí para que se determine en algún momento quién tiene los votos suficientes para argüir que representa la mayoría de la oposición.
El proceso de división del peledeísmo ha sido y seguirá siendo incierto y tortuoso. Los resultados electorales de mayo 2024 impactarán ese proceso de una manera u otra, dependiendo de cómo se reparten los votos entre el PLD y la FP, y de cuánto absorbe de ellos el PRM mediante el extenso transfuguismo en curso hacia el partido en el poder que controla el Estado clientelar todopoderoso.