1. Leonardo Durán: "Yo, Adán" (políptico-grabado). Premio de la 29 Bienal Nacional de Artes Visuales.
Todos los modelos son abstracciones potencialmente funcionales hasta que dejan de serlo.
Cualquiera sea el modelo de política cultural del Estado, debe ser capaz de asumirla cultura desde un enfoque integrador y transformador.Se suele ignorar su esencia y su naturaleza, reducirla a espectáculo o barniz, cuando de lo que se trata es de abogar por una visión integraldel quehacer artístico y cultural.
Construir un nuevo modelo de política cultural es algo que solo se puede hacer desde una perspectiva integradora de lo humano, lo social, lo económico y lo antropológico.
La cultura es el fundamento de todo programa o proyecto artístico, con su conjunto de valores estéticos y culturales. Pero entonces, ¿cuál es el fundamento de la cultura?
El famoso eje transversal. Se incurre demasiado en este lugar común: la cultura es el eje transversal de toda acción humana. En la práctica, ese transversalises pura retórica hinchada que no atraviesa nada.
Tanto insistir en afirmar la identidad cultural mientras se ignora sistemáticamente el valor de la cultura.
La eficacia de la acción cultural no se mide solo en términos de operatividad, sino sobre todo de productividad. Esta productividad es tanto material como espiritual, y no se reduce a rentabilidad ni a generación de ingresos, ni a datos estadísticos y cuentas satelitales. Productividad significa aquí: producción simbólica de forma-sentido, creación y recreación constante de signos y símbolos, experimentación de nuevos juegos de lenguaje, búsqueda de nuevos modos de apropiarse sensorial y moralmente del mundo.
Lo estético y lo ético son dimensiones siempre presentesen toda actividad humana, no porque sean valores supremos de la vida sino porque complementan la vida en sociedad. Sin ellos la vida humana carece de verdadero contenido integral y de poder transformador. Lo ético, que no se reduce a lo moralizante y edificante, marca un conducirse de forma honesta y decorosa. Lo estético no debe bastarse a sí mismo, como si fuese una función cerrada; debe incorporar todos los demás aspectos de la existencia humana: lo social, lo cultural, lo político, lo económico, lo antropológico. Prescindir de lo estético y de lo ético es empobrecer la experiencia humana en el mundo.
Todas las visiones dominantes del poder (del Estado-nación o de la empresa privada) sobre la culturao bien la tratan con indiferencia o bien la utilizan para su propio beneficio. Todas impiden la vida del espíritu como forma de emancipación; impiden la alteridad, la apertura, el diálogo de saberes y entre saberes. En ellas toda acción se plantea exclusivamente de modo vertical, desde arriba, desde un saber oficial e institucional, ignorando al sujeto, ignorando su condición, su situación existencial, su historia de vida.
Toda creación estética y artística es una forma determinada de percibir la realidad, una particular manera de ver, sentiry comprender el mundo. Mucho antes de cambiar la realidad del mundo, debe cambiar la forma en que se percibe esa realidad.
En el mapa de las culturas visuales entranhoy todos los planos posibles: lo simbólico, lo referencial, lo objetual, lo conceptual, lo estético, lo híbrido ylo sintético,tanto a nivel de la técnica como del contenido. Pero lo conceptual y solo lo conceptual es lo que hoy se lleva el trofeo.
La verdadera desgracia de eso que se llama arte contemporáneo es seguir concibiendo el arte y la obra de arte como concepto y no como objeto, ignorar que la obra como producción simbólica es sobre todo objetivación material. Esa concepción solo puede conducir a su aborto.
Repensar hoy la cultura como praxis es repensar un campo de trabajo digno, sensible yhumanizadorcomo el que más. Repensarla implicatambién repensar trescompetencias esenciales: el querer-hacer, elpoder-hacer y elsaber-hacer.
“La cultura somos todos”. Ese “todos”tan inclusivo es demasiado bello y sublime, demasiado buenopara ser verdad.
El silencio del discurso del poder democrático sobre la cultura es tan preocupante como la palabra del poder totalitario sobre ella.