El hacer, hacer que enriquece a República Dominicana. Uno de los andamiajes del progreso material y humano de los pueblos lo aporta continuamente la industria de la construcción; aquí y en la Cochinchina. De la varilla y el cemento, y de un caudal de innovaciones que hacen cada vez más útiles y rentables las edificaciones, depende la multiplicación incesante de los bienes inmuebles, una riqueza más auténtica que la de los papeles de valor figurado llamados dinero.
A más estructuras sólidas para habitar y producir objetos y servicios, más rico es un país en lo que los expertos llaman activos fijos, duraderos a veces hasta lo interminable como las joyas arquitectónicas. Ni el corsario depredador Francis Drake pudo acabar con la Catedral que ahí sigue como el primer guandul.
La trascendencia de la construcción como actividad económica de beneficio social, constituida en cuna del desarrollo, estuvo muy oportunamente de relieve en la Expo Ferretera 2022 abierta hasta ayer en el hotel Dominican Fiesta.
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La exhibición de los recursos de que se valen los hacedores de sólidos hábitats para las necesidades y protagonismos de los ciudadanos, siempre viene al caso y este país no puede parar de crecer en realizaciones patrimoniales que hacen hipotecariamente sólidas las pertenencias de individuos y razones sociales de todos los niveles demográficos; cosas que difícilmente se deprecian; lo contrario; y que sobreviven a sus dueños como heredades inmutables de familias y proyectos empresariales.