Después de la pandemia millones de personas han tenido que empezar con la nueva modalidad de trabajar desde la casa. Hace unos años se empezó con los trabajos remotos desde la casa, lugares improvisados, durante un viaje, demostrando igual desempeño y productividad que el trabajo presencial con un horario fiscalizado de ocho horas. La vida de la automatización, de la inteligencia artificial y la tecnología van en crecimiento y han demostrado que los robots pueden desplazar a los humanos de sus puestos de trabajo, con igual o mejor desempeño, argumentando que los robots no se enferman, no hay embarazo, ni vacaciones, ni despidos, ni conflictos de intereses, ni enfermedades, ni licencias médicas, etcétera.
La covid-19 ha cambiado el comportamiento social, la modalidad de trabajar desde la casa, improvisar oficinas, pérdidas de empleo y crisis económica; pero también ha puesto el genio y la creatividad de los seres humanos en buscar respuestas de todo tipo para sobrevivir a como dé lugar.
El uso de mascarilla, el distanciamiento social, los niveles de contagio, el aumento de la carga viral han dejado otros tipos de temores, miedos, pánico, insensibilidad, desconfianza, desafíos, exposición y pérdida del temor al contagio buscando la necesidad vital hacia la nueva normalidad a la que tanto se anhela o se necesita para volver a las prácticas del consumo.
Pero, qué resultados hemos obtenido con quedarnos a trabajar desde la casa; cosa que es diferente para el hombre o la mujer. La mujer continúa con la administración de la casa, el cuidado de los hijos, la tensión mental de que todo funcione y cumplir con su trabajo de oficina o empresa desde su casa.
Algunas parejas jóvenes trabajan ambos desde la casa para grandes compañías, y la pandemia ha demostrado que cientos de trabajos y de trabajadores pueden funcionar desde su casa.
Como psiquiatra y psicoterapeuta me he puesto analizar y reflexionar los resultados psicosociales y emocionales, físicos, mentales, ambientales y en las relaciones interpersonales, en las parejas o familias que viven con la carga de hacerlo todo desde la casa.
A mí también me ha tocado con la pandemia trabajar desde la casa, a través de la plataforma zoom, en video conferencia para acompañar a mis pacientes en pánico, depresión, problemas de parejas, adicciones, ideas de suicidios, insomnio, etcétera.
Trabajar desde la casa representa una carga adicional para el trabajador y su salud mental, por ejemplo, al quedarse en la casa, tiene mayor estrés, menos socialización y menos -distracción social y ambiental, paga más luz, más servicios de comida, interactúa menos con personas, incrementa más la soledad, el distanciamiento emocional, y aumenta los conflictos y el tedio con la pareja y los hijos. En parejas jóvenes que trabajan desde la casa han aumentado el desinterés sexual, el cuidado y la higiene personal, aumentan más de peso por el tipo de alimentación, y hay pérdida de las habilidades sociales con otras parejas y familia.
El empleador o la compañía que aplica trabajos remotos obtiene los mayores beneficios: ahorra espacio de oficina, no paga servicios de limpieza, menos gastos de luz y agua, menos gastos en logística y materiales.
La salud mental en el largo plazo del que trabaja en la casa tiene daños colaterales, los resultados de estudios y de las personas que me ha tocado asistir predicen que existe más riesgo en su salud mental.
El ser humano es un ser social, grupal, que interactúa con el ambiente, que desarrolla más habilidades y destrezas en los entornos sociales que el solitarismo o el aislamiento.
El trabajo fuera de la casa representa el desarrollo de la creatividad, de las habilidades sociales, de las relaciones interpersonales, del contacto con el medio ambiente y la conexión emocional con las demás personas; pero también, influye en la autoestima, en el autocuidado y la autocompasión por los demás, que ayuda al cuidado de nuestra salud mental y física.