Cuando cada temporada de Grandes Ligas se hacen cálculos de lo que ganarán los peloteros dominicanos se entiende mejor porqué miles de jóvenes, en campos y ciudades, apuestan todos sus sueños e ilusiones a la posibilidad de llegar a esa tierra prometida, donde no solo pueden alcanzar fama y gloria por su desempeño sino también sacar de la pobreza a sus familias.
Y los que han logrado llegar, desde que Osvaldo Virgil les abrió las puertas del llamado Big Show, han demostrado con creces que República Dominicana es una cantera de talentos de 48,422 kilómetros cuadrados. Es lo que explica que tantos equipos hayan decidido invertir en la construcción de academias para preparar mejor a esos jóvenes talentos, preparación que no se limita a enseñarles los fundamentos del beisbol ya que su éxito no dependerá únicamente de sus habilidades para batear, correr las bases o lanzar una pelota por encima de las cien millas.
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Que esas academias se conviertan en objetivos de la desbordada delincuencia, a tal punto de que en menos de una semana asaltaron las de los Tigres de Detroit y los Cardenales de San Luis, ambas en San Pedro de Macorís, llama a preocupación, y obliga a las autoridades policiales a movilizarse para evitar que se convierta en una “moda”, con todas las implicaciones que eso tiene para la imagen del país en el exterior.
Y así parecen haberlo entendido aunque, también hay que decirlo, se pasaron “un poquito demasiado”, pues hace unos días la Policía informó sobre la muerte, en un intercambio de disparos, de Miguel Antonio Benjamín Arias (Preilin), al que vinculan a los robos en ambas academias, y la semana anterior abatió en un supuesto enfrentamiento con una patrulla policial a César Augusto Lorenzo Valdez (Andy Drácula), al que también vincula con esos hechos.
Parece que la Policía quiso, para disuadir a eventuales imitadores, enviar un mensaje, que debido a su contundencia puede afirmarse que llegó, alto y claro, a sus destinatarios.