Siempre ha sido mala idea, antes y ahora, cuando vemos a este gobierno repetir con entusiasmo el mismo error, esgrimir cifras y estadísticas, aunque estas se correspondan con la realidad “macro”, para tratar de convencer a la población de que se ha producido un descenso en los niveles de criminalidad y delincuencia.

Y es que la gente vive y sufre sus efectos a nivel “micro”, en el día a día, en su experiencia personal o de alguien de su familia; o en la situación de su barrio, donde el tigueraje ha decretado un toque de queda desde que anochece para apropiarse de sus calles, por lo que el mensaje con el que el gobierno ha querido defender su accionar y tranquilizar a la ciudadanía se vuelve en su contra porque se parece mucho a una burla.

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Además de que con tan solo abrir un periódico o encender la televisión, el ciudadano se tropieza con una noticia que parece contradecir ese mensaje. Como por ejemplo el asalto colectivo que se produjo hace unos días en Puñal, en Santiago, donde varios individuos enmascarados y armados de pistolas despojaron de sus pertenencias a todos los clientes que se encontraban en el negocio en ese momento, llevándose también el dinero –en pesos y dólares– que había en la caja registradora.

Como sospecho que el asesor extranjero que recomendó esa estrategia comunicacional cobra en euros y cobra mucho no pretendo que la cambie el gobierno, que además tiene derecho a cacarear alto y fuerte los que considera sus logros y avances en su lucha contra la omnipresente delincuencia.

Pero estoy seguro que si nuestras autoridades se disfrazaran por unos días de encuestadores o de periodistas y fueran a los barrios y sectores de clase media a preguntarle a sus residentes si creen que es verdad, como acaba de anunciar el gobierno con bombos y platillos, que en los últimos seis meses se ha producido un descenso en los robos, los homicidios y el microtráfico, entenderían mejor lo que trato de decir desde este rincón de la página dos.