Por Ricardo Romero Gonzales
En los últimos años, una de las tendencias más acentuadas en la política en Latinoamérica y aun en los Estados Unidos es la gran polarización de opiniones, emociones e ideas. En algunos países esta polarización política es tan extrema que colinda con sentimientos de odio irracional y divide hasta las propias familias. Ya no se discuten proyectos de desarrollo ni iniciativas para solucionar los problemas desde una visión pública, solo se descalifica en forma irracional y con odio al contrario, a los que piensan diferente. ¿Cuál es el origen de esto?
Tradicionalmente la opinión pública se formaba mediante una combinación de la comunicación “boca a boca” entre las personas y la información que se transmitía por medio de los medios de comunicación tradicionales como la televisión, la radio y los periódicos. Ese es su origen. Era un proceso en el que no participaban todas las personas, solo la minoría que tenía acceso a informarse y a opinar en los medios de comunicación. Básicamente, pues, la opinión pública se formaba en las clases urbanas más pudientes y luego esa opinión se irrigaba hasta el interior del país hacia las masas menos educadas. En este contexto, los medios de comunicación tradicionales y los dirigentes políticos tenían un inmenso poder de influenciar a las personas, las cuales por lo general estaban poco informadas de asuntos públicos.
Ahora las cosas son diferentes. Ha habido tres cambios mundiales que han trastocado las reglas del juego en relación con la formación de la opinión pública y han dado origen a una creciente polarización política. El primer cambio es la penetración de las redes sociales. Hasta los ciudadanos más pobres ahora se informan por medio de una o varias redes sociales. En el caso de Honduras, uno de los países más pobres del continente, más del 80 % de su gente se informa por medio de Facebook o WhatsApp. Los más políticos y ansiosos de noticias se informan ahora por X (antiguo Twitter), y los jóvenes, por Instagram y TikTok. La inmediatez de las redes sociales las ha convertido ahora en la principal fuente de noticias. De inicio, esto se percibe como positivo, ya que más gente tiene la posibilidad de estar informada de lo que acontece en su comunidad y en el mundo.
Una segunda transformación en la opinión pública la han generado los algoritmos que utilizan todas las redes sociales (con excepción de WhatsApp). Lo que este algoritmo hace es filtrar a la persona solo información con la que ha estado de acuerdo previamente, haciendo que refuerce sus opiniones, sin considerar ideas o argumentos nuevos. Al hacer esto, la persona llega rápidamente a tener opiniones polarizadas que no permiten debate. Eventualmente se produce lo que en inglés llaman un confirmation bias, es decir, la ratificación de sus creencias en todo lo que ve por medio de las redes sociales. En resumen, esto hace que la gente se forme con ideas extremas.
El tercer factor —y el más dañino— que ha polarizado a la opinión pública en el mundo es el crecimiento descontrolado de fake news (noticias falsas). Las noticias ya no se originan exclusivamente en news outlets, sino que cualquier persona puede postear algo que se convierte en noticia. Las personas con frecuencia postean deliberadamente noticias falsas, y en la gran mayoría de los casos los consumidores de noticias creen casi todo lo que leen o ven en sus redes sociales. Esto es particularmente cierto en política, lo que refuerza su odio hacia ciertas ideologías, partidos o líderes políticos.
En resumen, la peligrosa polarización política que vivimos en muchos países tiene sus raíces principalmente en estos tres factores: el crecimiento de redes sociales como principal fuente de información para la gente, el algoritmo que usan las redes sociales y el imparable crecimiento de las fake news en el mundo político. Muchos hablan de post verdad, la relatividad de todo, etc.; lo cierto es que el debate de ideas ha muerto en la contienda política para dar paso a la extrema emotividad y al odio visceral. En este nuevo contexto, no es extraño encontrarse con autoritarismos, golpes de estado, descalificaciones sin sentido, fraudes electorales y violencia política. Es la total desnaturalización de la política, ya que la política en sí debe ser la discusión respetuosa de las ideas. Eventualmente, esta polarización política extrema podría causar el fin de la democracia.